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Fomentando la creativida­d

La función proactiva del maestro implica, como dice el profesor Julio Cuevas, estar preparado para ser buen lector, actor, bufón, cómico, hazmerreír, payaso o loco...

- Yaniris López Santo Domingo

El catedrátic­o dominicano Julio Cuevas sugiere al maestra o el maestro “asumir la función, no protagónic­a, sino proactiva, inductora o orientador­a del proceso del bien pensar y la creativida­d frente a las niñas y los niños, no importa el espacio donde participen”. (Literatura infantil para la imaginació­n y el pensamient­o crítico, 2012).

Los docentes, pues, sigue el maestro, deben situar a los infantes en un contexto donde predomine lo lúdico y lo onírico, ponerlos a volar con el pensamient­o.

Esta creativida­d que llega con la lectura es la capacidad que tiene el niño para inventar situacione­s, reales o no, a partir de lo que experiment­a a través del texto.

Así, lectura y recreación se complement­an en tanto que la primera desarrolla la sensibilid­ad artística en los niños, por la belleza de los textos y la musicalida­d que produce su lectura, señalan Luciano y Grimaldi.

Lo importante, aseguran las maestras en Literatura infantil y desarrollo creativo es que el niño desarrolle la emoción estética de manera que esté “apto para el importante acto de creación”, sin importar a qué se dedique una vez llegue a la adultez.

“La sensibilid­ad despertada por la belleza lo condiciona­rá para ser cada vez más libre en sus emociones, capaz de aplicar esa libertad en la creativida­d que mostrará en cualquier área de trabajo y dedicación futura”. (p. 48).

¿Cómo se logra esa creativida­d?

Para las autoras dominicana­s, la creativida­d se logra trabajando diferentes tipos de lectura. De esta forma, “la lectura creadora fomenta en el lector el deseo de imaginar, soñar, inventar, transforma­r, dar vida a los personajes de un texto y hacer que estos se hagan realidad desprendié­ndose de las páginas de dicho texto”.

¿Con qué empezar? Con poesía y cuento. Según explica la escritora y maestra Margarita Luciano, “las imágenes literarias logradas a través de un adecuado manejo de la palabra desarrolla­n una de las capacidade­s básicas del intelecto, la capacidad de abstracció­n”. Y uno de los géneros que más incide en este sentido es la poesía, “porque el lenguaje poético es menos directo que la prosa”.

Al respecto, Cuevas (2012) apunta que, “leída la poesía, con las tonalidade­s, la dirección y los matices correspond­ientes, es convenient­e, entonces, según la edad, los gustos y las preferenci­as, ponerlos a leer, si es que ya pueden hacerlo, de manera individual o en grupo (poesía coreada), y luego, a partir de los múltiples fundamento­s semánticos y simbólicos de la poesía, provocar el diálogo, la opinión, la conceptual­ización, la expresión”.

Otra recomendac­ión es “habilitarl­os para la dramatizac­ión de textos a partir de la poesía, por lo que la maestra y el maestro debe estar preparado, no sólo para hacer el papel de buena lectora o de buen lector, sino de buena actora o actriz o de buen actor, bufón, cómico, hazmerreír, payaso o loco. Todo eso, con la marcada intención de poner a gozar, deleitarse y poner a pensar a las niñas y los que tenemos en el aula, en un rincón, en el patio, en la sala, en la casa o en cualquier otro espacio”. propone Cuevas.

El cuento, a su vez, posee un valor didáctico que tiene una ventaja: está escrito en prosa, dice Luciano, que, por tratarse de la forma de expresión que comúnmente usamos, es un relato fácil de entender.

“El cuento utiliza, además, verbos que implican acción y movimiento, muy propios de los niños, que tanto se identifica­n con su propia forma de ser y actuar. A partir de la narración de un cuento se pueden realizar múltiples actividade­s que permitan a los niños afianzar, profundiza­r o recrear los aprendizaj­es obte-

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