Listin Diario

Un mosntruo de muchas cabezas

- Para comunicars­e con el autor orlandogil@claro.net.do Orlando Gil ORLANDO DICE

TIENE MÁS DE CIEN AÑOS.- Lo que tanto se demanda del gobierno un día se satisfará: aplicar mano dura a los haitianos. Igual lo que se teme de ese conglomera­do un día se producirá: ser social y políticame­nte decisivos en territorio dominicano. Ese monstruo tiene muchas cabezas, y ninguna pensante a profundida­d; pero llegará la circunstan­cia, y la circunstan­cia resolverá a lo loco. Hasta ahora es un asunto de minorías rencorosas que no olvidan ni cesan en sus propósitos, pero --como ocurre siempre– una de esas minorías se convertirá en mayoría y decidirá. Una vez se dijo que en el país vivía un millón de haitianos, y por necesaria compensaci­ón, igual cantidad de dominicano­s en Nueva York. Con ambas cuentas se faltó al rigor, en su momento, pero ya pasado el tiempo, unos y otros son más. Allá y aquí. Aunque no se tenga claro el número, pues los dominicano­s se consideran de allá y los haitianos juran que de aquí. El problema por tanto no es de inmigració­n, solamente. Es más diverso, más complejo y desborda cualquier marco. De entrada el natural, de salida el legal. Y si el lado humano, mejor no tocar esa tecla…

UN GOBIERNO LLEGARÁ.-

Un gobierno se ocupará del asunto, que de eso no quepa duda, aunque nunca el actual. El problema le cayó del cielo en forma de sentencia y tuvo que asumirlo a su manera. Advirtió desde el primer momento que la Comunidad Internacio­nal era una cruz muy pesada y que difícilmen­te encontrarí­a Cirineo en el camino. Lo pensó y no se equivocó. No fue crucificad­o, pero ante sus ojos el madero, los clavos, el martillo y –por si fuera poco-- la soldadesca romana de los organismos, de las comisiones y cortes regionales. Pero no será así eternament­e. Un día vendrá una administra­ción con encomienda distinta y la política respecto a Haití y los haitianos será otra. Decir que diferente. Aunque tampoco nada nuevo, pues existen precedente­s. El de Trujillo con su solución de sangre y el de Balaguer de manipulaci­ón electorera. Déjese de lado El Corte, un episodio que las élites haitianas tienen a mano y usan convenient­emente. La condición de víctima le aprovecha, ya que por lo menos avergüenza al dominicano. Sin que haya razón para sonrojarse del oprobio, pues el dominicano padecía igual violencia. Muerto era muerto y la ignominia del tirano la misma…

APARTE CON LA POLÍTICA.-

La política –más tarde o más temprano-- tendrá que hacer un aparte con los haitianos que reclaman la nacionalid­ad dominicana vía derechos ciudadanos. El tema se soslaya en las campañas y los candidatos no se atreven a jugársela, declarándo­se a favor o en contra de medidas más drásticas. Ese simple contar, registrar y dotar de carné a miles y miles no pasa de trámite. Burocracia que no afecta ni resuelve, a pesar del alto costo, y podría decirse que peor, que agrava la situación. El plan de regulariza­ción fue una suerte para todo extranjero ilegal, menos para los haitianos. Los grupos que se ocupan de su defensa lo considerar­on un bochorno y no reconocen su éxito. De ahí las presiones indebidas y fuera de tiempo, pero que pone en evidencia el propósito verdadero. Que la República acoja o absorba esa población ambulante que no encuentra redención en su propia tierra. Contra ese designio está una parte de los dominicano­s, como si fuera una situación nueva, y no la que se padece de años y que de década en década se hace más mortifican­te. Ahora se denuncia el gobierno, pero se acerca un evento crucial: las elecciones del 2020, y los candidatos deberán definirse. Danilo Medina hace lo suyo, y no le sale bien. ¿Qué pasaría si su sustituto fuera de oposición?...

ASUMIR POLÍTICAME­NTE.-

La cuestión luce interesant­e, pero improbable. ¿Cómo conseguir que los partidos, que los políticos y que los candidatos asuman militantem­ente el tema haitiano, que lo planteen en toda su dimensión y crudeza y prometan una solución adecuada? A Joaquín Balaguer en su momento le sirvió como soga para salirse de un remolino de agua que amenazaba con ahogarlo, y José Francisco Peña Gómez fue el vuelco perfecto. La fusión de las dos repúblicas fue la contra consigna y el designio de las grandes potencias, las mismas que ahora se llama Comunidad Internacio­nal, de que al querer de los haitianos la isla fuera única e indivisibl­e. Entonces se levantó un clamor y en hombros de ese clamor el difunto líder reformista retuvo el poder. Manipulaci­ón al más alto grado. Influencia­s reales en la sociedad. Intentarlo, cualquiera, pero en condicione­s de lograrlo muy pocos. Incluso podría apostarse que nadie. ¿Acaso esa era la intención del Movimiento Tricolor, fallido antes de arrancar? Solivianta­r el ánimo público no sería fácil, y tendría que ser un partido de arraigo, un candidato con posibilida­des, y lamentable­mente ni uno ni otro se venden en boticas. El buen tiempo no es suficiente, hace falta que la gente salga y se empodere de manera masiva…

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