Por qué vivir
“Quiero morirme”. Esta frase se la escuché a una amiga que ha caído en una depresión. ¿Qué le respondí? Nada. Quedé muda. La alarma que se disparó en mi cabeza fue tal que no supe qué decir. Pero me quedé reflexionando sobre estos pensamientos tan terribles que son más comunes de lo que cualquiera pueda imaginar.
Buscaba qué decir para nuestro próximo encuentro. Una mañana desperté y me puse a pensar en las cosas que a ella le faltan ahora, por las que viene su tristeza. Entonces, pensé que todos carecemos de un montón de cosas.
Usted dígase la mentira que quiera, pero pienso que, a la mayoría, nos gustaría ser jóvenes, saludables y hermosos. ¿Eso basta para no pensar jamás en suicidarnos? No. Porque usted y yo sabemos que personas jóvenes, saludables y hermosas se han suicidado.
Bueno, pero si a ese físico perfecto, la salud y la juventud le agregamos dinero. La respuesta es igual: gente bella, joven, saludable y rica es infeliz. Añadámosle, entonces, el elemento familia. Pero personas bellas, jóvenes, saludables ricas y con familia desprecian su existencia. Agreguemos al conjunto la realización o el éxito profesional. Y volvemos al mismo punto. Artistas de fama internacional, bellos, sabios, jóvenes y con familia se han quitado la vida.
Se nos quedaba el amor. Vital, ¿verdad? ¿Pero quién ha dicho que gente joven, saludable, bella, rica famosa y con familia es necesariamente feliz? ¿De qué se trata, entonces?
Es que nada material, ni la belleza, la salud, el dinero, la fama, la familia o el amor humano justifican la vida. Y, por lo mismo, la carencia de ninguna de estas cosas, belleza, dinero, salud, fama, familia o amor, justifican atentar contra ella. Porque la razón vital de la existencia no se encuentra en ese conjunto. La razón para vivir cuando se tiene todo, es Dios. La certeza de que, en algún lugar del universo, nos espera alguien que nos creó y nos regaló todo eso con lo que contamos y que dejáremos de tener un día en nuestro paso por este mundo.
Y cuando carecemos de cualquiera de estas cosas, o de todas juntas, de nuevo, la razón para seguir de pie, es Dios. A Él nos debemos. Su amor es el único imprescindible para seguir y la garantía de que hacemos aquí lo que nos corresponde para encontrarnos con Él, es lo único que importa.
Debemos estar claros de que la prueba que debemos pasar para ser eternamente felices es esta, la que enfrentamos aquí. Si la reprobamos, y el suicidio es como borrar un examen que casi hemos llenado y entregarlo vacío, estamos devolviendo a cero los puntos ganados. Esto sin tener idea de las dimensiones de lo que esa decisión significa para nuestra alma y de que la nueva prueba a que nos sometemos, de manera voluntaria, está llamada a ser mucho mayor y para siempre.