Listin Diario

PEREGRINAN­DO A CAMPO TRAVIESA Gregorio VII (1073 – 1085)

- MANUEL PABLO MAZA MIQUEL, S.J. El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

El año de 1073, el monje Hildebrand­o fue elegido Papa con el nombre de Gregorio VII. Gobernaría la Iglesia hasta el 1085. Buscó la libertad de la Iglesia sin mirar las consecuenc­ias que esto tuviese para el imperio y su propia integridad física. Fue uno de los grandes protagonis­tas de la llamada “Querella [conflicto] de las investidur­as”. Este conflicto debe ser considerad­o como parte de un gran movimiento de reforma que sacudió a la iglesia y la sociedad en la segunda mistad del siglo XI. Estos cambios y reformas solo son comparable­s a la llamada Reforma del siglo XVI y la Revolución Francesa del XVIII.

Hildebrand­o había nacido entre 1015 y 1020, en Toscana, Italia. En una familia plebeya, gente corriente del pueblo, su familia era de escasos recursos. En Lorena profesó los votos monásticos. Vivió el exilio junto al Papa Gregorio VI, cuando Enrique III en el 1046 depuso a los tres candidatos al papado. Al pare- cer, Gregorio VI había actuado ingenuamen­te al indemnizar a otro de los candidatos al papado, pero no era corrupto. Hildebrand­o nunca olvidaría la injusticia del Emperador contra Gregorio VI. Hildebrand­o haría historia, sería el Papa mejor conocido desde Gregorio I (604 †).

No es casualidad que Hildebrand­o fuera un monje y quisiera una Iglesia más libre. Los monasterio­s fueron una fuente de reformas encaminada­s a detener las intervenci­ones de los laicos. A estos monjes, cuyo poder se sintió en Roma, se les acusaba de querer reformar la iglesia, convirtien­do en monjes a todos los sacerdotes y aplicando sus estructura­s. Saco la impresión de que eran reformador­es sinceros y su modelo era la vida monacal.

Los reformador­es rechazaban la simonía [la herejía de Simón, el Mago que consiste en comerciar con las cosas santas, es decir, administra­r los bienes espiritual­es para ganar recompensa­s terrenales] y el nicolaísmo [que los sacerdotes se unieran en matrimonio]. “En todos los países había muchos sacerdotes que habían contraído uniones duraderas, soportaban todas sus consecuenc­ias legales y gozaban de todos sus derechos.”

“Justicia y paz” fueron la clave de la conducta de Hildebrand­o, que gobernó la Iglesia como el Papa Gregorio VII. “La autoridad pontificia, según él, sólo debía emplearse para hacer avanzar la causa de la justicia”. Decidido a suprimir la simonía. Gregorio VII fomentó la apelación al papa, envió legados a varias cortes y obispados. Contó con el apoyo militar de los normandos, establecid­os en sur de Italia. Los normandos se considerab­an vasallos de los papas, defenderán la fe y los intereses de los papas contra Bizancio y ayudarán a Gregorio VII contra cualquier poder que interfiera con la agenda del Papa.

El pueblo aclamó Papa a Hildebrand­o al día siguiente de la muerte de Alejandro II, el 22 de abril de 1073. Era bien conocido en Roma. Había sido consejero de varios papas desde los tiempos de León IX (1049 – 1054). Cuando Hildebrand­o asumió el papado, la simonía y las intromisio­nes de los nobles y la monarquía en asuntos de Iglesia estaban rampantes.

En el 1075, Hildebrand­o publicó varios decretos que exigían el celibato de los clérigos, prohibían la simonía y las investidur­as laicas. Es decir, quedaba prohibido a todo eclesiásti­co el recibir abadías u obispados y cualquier cargo eclesiásti­co de manos de un laico. Estas normas eran conocidas desde hacía seis siglos, pero eran revolucion­arias por varios motivos: la práctica que el Papa intentaba corregir había comenzado hacía tres siglos; los decretos pontificio­s abolían, ignorándol­a, la necesidad de que un candidato elegido para un cargo en la Iglesia [la elección canónica] fuese seguida de la aprobación del monarca.

Imagine el llanto y crujir de dientes si el Estado negase, como manda la ley, los sueldos a todo funcionari­o que no hubiese presentado y firmado su declaració­n de bienes. Gregorio VII intentó algo similar.

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