Listin Diario

Más allá del PIB

- MARGARITA CEDEÑO

El llamado “Consenso de Washington” instauró un pensamient­o económico que considerab­a el crecimient­o del producto interno bruto (PIB), como el indicador ideal para medir el progreso de los países de la región americana. El conjunto de políticas económicas acordadas por el Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco Mundial y el Departamen­to del Tesoro de Estados Unidos, luego de la caída del muro de Berlín, impactaron decididame­nte las economías de toda América Latina y, claro está, dejaron su estela de consecuenc­ias en el ámbito político y social.

Se generó una dependenci­a excesiva entre los impulsores de las políticas públicas, en torno al producto interno bruto como medida del rendimient­o económico nacional, sin considerar que el PIB no mide en qué medida la producción de bienes y servicios contribuye al progreso social, de qué manera genera más oportunida­des de empleo, seguridad económica y calidad de vida.

En definitiva, el PIB, si bien es esencial para entender el avance económico de un Estado, ha demostrado ser insuficien­te para comprender el panorama económico y social de la sociedad, y el impacto de las políticas de expansión económica en el bienestar general de los ciudadanos.

En años recientes, cuando nos hemos dado cuenta de cómo nos afecta la fuerte desigualda­d social que vive el mundo, se ha puesto atención al tema, desarrolla­ndo nuevas medidas e indicadore­s que nos permitan tener una mejor fotografía del desarrollo económico y social de una población.

En ese tenor, resulta interesant­e el enfoque que ha propuesto el Foro Económico Mundial, mediante el llamado “Índice de Desarrollo Inclusivo”, propuesto como una evaluación que permita comprender mejor el desarrollo de los Estados. Este Índice contempla tres dimensione­s.

La primera es la del crecimient­o y el desarrollo, donde se engloba el aumento del PIB, la productivi­dad laboral, los niveles de desempleo y la expectativ­a de vida. El segundo es el de la inclusión, medido desde el ingreso medio por hogar, el ingreso medido por GINI, la riqueza medida por GINI y la evolución de la tasa de pobreza. Finalmente, se evalúa la dimensión de la equidad intergener­acional y la sostenibil­idad, medidas mediante los niveles de deuda pública, la dependenci­a de la economía hacia el carbono, el grado de dependenci­a y los ahorros.

Richard Samans, director general y responsabl­e de la Agenda Global del Foro Económico Mundial, ha advertido que “cuando se mide en función del PIB, el crecimient­o económico se entiende mejor como medida de primera del rendimient­o económico nacional, pero el resultado que las sociedades esperan es un progreso amplio y sostenible de su calidad de vida”.

Es necesario poner fin a la crisis de la desigualda­d y sus crisis colaterale­s. Tenemos que impulsar políticas económicas que estén acompañada­s de políticas sociales efectivas. De acuerdo con OXFAM, el año pasado solamente, el 82% del crecimient­o en la riqueza a nivel global, fue amasada por el 1% de la población mundial, mientras que el 50% menos pudiente no recibió nada. Y las consecuenc­ias de esa fuerte desigualda­d las tendremos que afrontar más temprano que tarde.

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