ANACRONISMO VIAL EN LA CAPITAL
EDITORIAL
Las calles de la capital se han ido estrechando, en la medida en que los residentes de distintos sectores, especialmente los más populares, estacionan sus vehículos a ambos lados de esas vías. Dada la alta densidad vehicular que representa un serio problema de circulación vial, rodar por una calle cualquiera es un suplicio, porque la mayoría es de dos vías, es decir, que los vehículos pueden transitar en ambas direcciones.
Ya se hace necesario, por lo visto, reexaminar este esquema, que viene de muchos años atrás, cuando la circulación no era tan voluminosa ni los residentes de estos barrios poseían vehículos.
La particularidad que tienen esas barriadas es que como las casas están juntas, a flor de aceras y calles, no disponen de estacionamientos. La gente opta por parquear en uno de ambos lados de la calle y eso es lo que origina el fenómeno del achicamiento o estrechez.
Si las autoridades revisan los flujos actuales a partir de esa realidad comprobarán que es necesario cambiar el sentido de muchas de esas calles, dejándolas de una sola vía.
Lo mismo debería pensarse con la ubicación de las cadenas de semáforos que hoy funcionan en las grandes avenidas. Por ejemplo, en la Lincoln, desde el Malecón hasta la John F. Kennedy, hay más de una docena que, en lugar de agilizar la circulación, la malogran, pues en cada tramo los carriles se llenan y solo avanzan a paso de tortuga.
Cuando esos semáforos se instalaron en línea, la situación del tránsito en la capital era otra. Ya las cosas cambiaron y, por tanto, hay que cambiar esos esquemas infuncionales.