Listin Diario

Quiero decirle ‘adiós’ al fanatismo

- FÁBULAS EN ALTA VOZ MARTA QUÉLIZ PUBLICA LOS MARTES

No lo puedo esconder. Soy una fiel fanática de Las Águilas Cibaeñas. En buen dominicano: soy enferma con el equipo amarillo. En más de una ocasión, me he prometido bajarle el tono a ese fanatismo. Les juro que no he podido. Me gozo sus triunfos como si se tratara de un logro personal, y sufro sus derrotas como si literalmen­te atravesara por un duelo. Con la recién pasada serie final comprobé que no es sano lo que siento, y he decidido poner de mi parte para curarme de esa enfermedad llamada fanatismo, con la que dicho sea de paso, no contagio a nadie, la sufro yo. Como parte de la autoterapi­a que me estoy dando, hice un viaje a una ciudad fabulosa donde de forma natural todos siguen a su equipo favorito sin dañar sus emociones. Todos están claros en que hay que saber perder y ganar, en que hoy te toca a ti y mañana puede tocarme a mí. No hay esos ataques, a veces tan ofensivos, que pueden dañar una bonita relación. Mucho menos hay ese peligro de que afecte la salud tanto física como emocional por la incertidum­bre de unos resultados que no se saben hasta logrados los 27 ‘outs’. No hay que evitar ver un juego de pelota por miedo a poner en riesgo la tranquilid­ad que se quiere tener. Allí quienes siguen el deporte, lo hacen con altura, sin ofender al adversario, sin molestarse por una derrota, y lo mejor, sin poner por encima de una buena relación el fanatismo. En esa ciudad fabulosa el deporte se vive al máximo. Se celebra si se gana, y se acepta si se pierde, pero de forma natural y sin ofensas. Al menos ese punto está a mi favor. No ofendo a nuestros contrarios, pero vivo ambas cosas con una intensidad que sé afecta mi salud. Quiero curarme de esa enfermedad y ver un juego, aun crucial, de manera normal. Sí, sin tener que seguirlo a través de una aplicación, sin que mi hermana Leyda me lo narre por teléfono, sin que mi hermano Manuel me dé ánimo para que no me afecte una posible derrota; sin tener que llamar a Joan o Anthony para que me digan qué pasa en el estadio; sin que Coralis me escriba por Wasap que estamos o no en peligro, sin que mis hijos me pidan calma, o sin tener que disfrutar del juego un día después. Ya no, no quiero esa tortura. Quiero decirle adiós al fanatismo, aunque nunca dejaré de ser aguilucha.

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