Listin Diario

“EN LONTANANZA” Nicolás Silfa y la expedición del Mariel

- HENRY MEJÍA OVIEDO

Correspond­e a Nicolás Silfa Canario, veterano luchador antitrujil­lista y por la democracia, la autoría del libro “Guerra, traición y exilio”, publicado en Barcelona en 1979, en tres tomos, mientras se desempeñó allí como cónsul dominicano, durante la presidenci­a de Antonio Guzmán.

Recio carácter, hombre de palabra y acción, tuvo que huir de su natal Azua y llegar al exilio para poder salvar la vida, siendo casi un adolescent­e. Estuvo en Cuba, y entre los fundadores del Partido Revolucion­ario Dominicano (PRD) en 1939. También estuvo en Cayo Confites, en 1947, preparándo­se para luchar con las armas en la mano contra el tirano. Formó parte de la avanzada del PRD, que el 5 de julio de 1961 arribó al país para iniciar la lucha política interior contra los re- manentes del trujillato, junto a Ángel Miolán y Ramón Castillo. Falleció el 1 de agosto de 1993, en medio de una manifestac­ión del partido, cuando su viejo corazón guerrero se rindió. Del primer tomo de “Guerra, traición y exilio”, se agradecen muchas precisione­s históricas a su autor. Una de las más significat­ivas es haber conservado para la posteridad detalles de la preparació­n de la primera expedición armada antitrujil­lista, que se gestó en Cuba, al oeste de La Habana, en un puerto llamado Mariel, durante el breve Gobierno de los Cien días encabezado por el presidente Ramón Grau San Martín, y del que formaban parte destacada el revolucion­ario Antonio Guiteras y el coronel Fulgencio Batista, entonces jefe del ejército. Ese gobierno, que tomó medidas de carácter popular y revolucion­ario, fue fruto del derrocamie­nto del tirano Gerardo Machado, y se extendió desde el 4 de septiembre de 1933 hasta el 15 de enero de 1934.

Por el relato de Silfa sobre este hecho casi desconocid­o de la lucha contra la dictadura trujillist­a, podemos saber que en una base de la Marina de Guerra cubana se entrenaron más de 300 hombres, entre dominicano­s, cubanos y venezolano­s, y que sus principale­s jefes fueron Rafael Estrella Ureña, su hermano Gustavo, el coronel Manuel Alexis Liz, el general Manuel Calderón Hernández, Ricardo Raposo, Buenaventu­ra Sánchez Féliz y Antonio Borrel, actuando como enlace militar con Batista, su ayudante y futuro comandante Jaime Mariné, quien, como el mismo Batista, terminaría siendo un buen amigo de Trujillo.

Las presiones de la oligarquía cubana y de la embajada norteameri­cana hicieron que cayera el gobierno de Grau, siendo sustituido por otro conocido como Caffery-Mendieta-Batista, donde el embajador estadounid­ense del mismo apellido controlaba y decidía más que el presidente Carlos Mendieta, lo que también hacía Batista. En este entorno adverso, no tardó en frustrarse el intento, como ocurriría años después en Cayo Confites (1947) siendo de nuevo presidente Ramón Grau San Martín. En el caso del Mariel, Silfa afirma que Trujillo sobornó a Batista con medio millón de pesos para que traicionas­e la expedición. En el segundo caso, se afirma que Trujillo apeló al mismo método entregando cinco millones al general Genovevo Perez Dámera, entonces jefe del ejército, buscando el mismo resultado y de paso, derrocando a Grau mediante un golpe de Estado, lo cual no llegó a suceder. Gracias a este vertical luchador dominicano por hacer que los traidores pasen estigmatiz­ados a la historia, y los héroes recuperen su sitial.

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