Gestión de Puertas Abiertas
Recuerdo que cuando conocí al director de un periódico en el que trabajaba, hubo algo que me llamó sumamente la atención: Su despacho siempre tenía la puerta abierta. Si estaba cerrada era porque tenía alguna reunión, y ya los periodistas lo sabíamos. Hoy voy a hablar sobre la Gestión de Puertas Abiertas o Políticas de Puertas Abiertas. Hay organizaciones en las que para llegar al jefe o al gerente es realmente una batalla ‘titánica’, controles, puertas de acceso, secretarias, asistentes malhumoradas, entre otras ‘hierbas aromáticas’.
En la Comunicación Corporativa, especialmente en la interna, usamos este concepto cuando nos referimos a la idea de flexibilizar la interacción, y las relaciones interpersonales entre los colaboradores y los altos mandos, buscando confianza y promoviendo que la información fluya de manera natural. La Gestión de Puertas Abiertas, como me gusta llamarle, propone la comunicación directa y sin intermediarios entre los puestos más altos del organigrama y todos los miembros de la empresa que están colocados debajo de ellos. De esta manera, la relación interpersonal en el trabajo se da de manera relajada e informal, además, de que la estructura organizacional comienza a desdibujarse dando paso a una plena libertad en la interacción.
Es un concepto utilizado también en parte de Gestión Humana y Comunicación Corporativa, en el entendido que la Comunicación, como ciencia, es transversal a todas las áreas. Este modelo sirve para detectar y prevenir posibles injusticias. Para obtener más confianza dentro de la empresa, para compartir sentimientos de forma constructiva, para discutir sobre las diferentes opciones profesionales, para generar el sentimiento de pertenencia basado en la confianza de la alta dirección. También para conocer los conflictos en la parte de inicio cuando es posible hacer medidas correctivas.
Sin embargo, para llevar a cabo estas políticas el superior debe propiciarla y estar abierto de manera total. Deben ser sentibles, receptivos y empáticos y darle la confianza al empleado para que se pueda expresar de manera sincera sin temor a una represalia, advertencia o sanción, pero sobre todo debe prevalecer la confianza y la integridad.