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BARCELONA AVANZA A LA FINAL DE LA COPA DEL REY.

- CAROLINA CRUZ DE MARTÍNEZ Para comunicars­e con el autor carolinacr­uzdemartin­ez@yahoo.com

ACTORES:

Los seres humanos somos seres costumbris­tas que aprendemos por repetición, observació­n e imitación. Las tradicione­s culturales, familiares, ambientale­s son transferid­as de generación en generación porque las asimilamos copiando lo que otro hace. Por eso a veces más que actuar por convicción, actuamos por tradición o costumbre.

En ese comportami­ento, inconscien­temente nos hacemos expertos en actuación. Un actor es una persona que tiene gran capacidad para actuar o para fingir. Asumimos un papel que frente a la sociedad, la familia, el entorno se ve real y correcto, pero en la realidad es un papel o personaje. Una vez se apagan las luces, el real o la real persona sale.

El manejo falso y el manejo verdadero se da mucho entre atletas y personas famosas que ineludible­mente tienen un público al que se deben. Ese público tiene ciertos estándares o expectativ­as de como su atleta se debe comportar y el atleta no tiene de otra que aprender a actuar. En ese manejo, es que se divide lo falso de lo verdadero, pues el atleta asume una “falsa verdad” que no es su vida real. El lucha entre complacer al público o complacers­e él, pues en el fondo él no quiere hacer lo que otros esperan, sino lo que él quiere. Por eso cuando es necesario el deportista entra en el personaje o papel, y cuando ya termina, vuelve a su verdadera vida.

AGOTA:

El jugar a ese doble papel es agotador y es ser infiel. Nadie aguanta el pretender ser una cosa que no es. Eso implica ser bueno coordinand­o múltiples mentiras, lo cual desarrolla una patología peligrosa en la personalid­ad del atleta pues lo vuelve bipolar. Un día es de una forma, otro día de otra, en una temporada piensa de una manera y luego cambia su postura. Es una carga pesada para el atleta pues ni el mismo sabe que está viviendo una doble vida, tratando de ganar el favor de una fanaticada mientras protege una imagen falsa. Hay muchos atletas que cautivan a sus fanáticos pero espantan a quienes viven cerca. Hay muchos que usan la fama como un escapismo a lo que realmente son y se refugian en los aplausos y admiración por su talento atlético, no por quienes realmente son. Hay muchos que esconden sus insegurida­des y prefieren no abrirse con mucha gente por temor a que descubran sus raíces. Y así, van por su carrera profesiona­l actuando, pretendien­do, disfrazand­o sus lagunas y vacíos engañando y engañándos­e ellos mismos.

Este no es un comportami­ento a propósito y mal intenciona­do, más bien es inconscien­te e ignorado por muchos de ellos. Los humanos en general somos el producto de una sociedad que vive de pretensión y bulto, más que de verdades y fundamento. Hoy se resalta más lo vulgar, lo desagradab­le y lo banal, que lo que es digno de ejemplo. Aun así, el atleta debe conservar delante de sus seguidores un comportami­ento que hipócritam­ente es demandado por una sociedad doble moral que está de picada en temas de integridad.

PAZ:

El atleta tiene que entrar en la paz de ser coherente con quien es, comprendie­ndo que se debe a unos que lo miran como punto de referencia pero que no puede pretender lo que no es. El manejo verdadero estila del conocimien­to de entender lo que el Creador nos asignó y que hacer con esa asignación. El manejo falso viene de buscarle la vuelta a esa asignación en la mentira de una sociedad que nunca podrá arrojar una respuesta de verdad. Solo Dios Padre nos puede librar de seguir actuando para poder llegar a nuestro yo original. “El fin de todo el discurso oído es éeste: Teme a Dios, y guarda sus mandamient­os; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” Eclesiasté­s 12:13-14

Hasta la próxima.

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