Listin Diario

¿ÉL ESTÁ VIVO?

El Señor quiere liberarlo. Todo lo que hace falta es que usted, consciente de sus problemas, vaya a Él y le diga: “Señor, si quieres, puedes...”.

- Luis García Dubus Santo Domingo

Luis García Dubus reflexiona sobre la necesidad de que el cristiano crea que Jesús está vivo hoy y que puede acudir a él para que lo restaure y lo limpie como hizo en una ocasión un hombre leproso al que el Señor sanó.

Mi amigo M. T. cayó de rodillas frente a un sagrario y comenzó a llorar abundantem­ente. En aquella solitaria capilla, alumbrada solo por la débil luz que despedía la vela que siempre colocan junto a los sagrarios, acababa de producirse un milagro.

Durante años el corazón de M. T. había estado siendo atormentad­o por un sordo rencor dirigido hacia las personas que lo habían torturado en la célebre cárcel de La 40, en tiempos de Trujillo.

En ese momento, en esa capilla, el Señor acababa de sanarlo, concediénd­ole la capacidad y la potencia de perdonar.

M. T. cuenta que lloró profusamen­te al sentirse liberado de ese martirizan­te peso que mantenía su mente ocupada constantem­ente en amargos planes de venganza.

Algo parecido pasa con otros sentimient­os fuertes que nos esclavizan, condiciona­ndo toda nuestra existencia.

La tristeza (que no es más que un dolor amamantado) puede arruinar la vida de una persona. Igual pasa con el miedo, el desaliento, la incomodida­d y otros estados de ánimo que hacen sufrir y esclavizan.

En el evangelio de este domingo (Marcos 1, 40-45) aparece otro pobre esclavo siendo liberado.

Se trata de un hombre que tenía gran necesidad de ayuda: era leproso. Ser leproso en aquella época equivalía a ser un rechazado, un solitario, un paria.

Y el hombre cae de rodillas frente al Señor y le dice: “Si quieres, puedes limpiarme”.

Y el Señor responde: “Quiero, queda limpio”.

“Enseguida se le quitó la lepra y quedó limpio” (Marcos 1, 41-45).

Yo sé que usted cree en Dios, porque si no creyera en Dios, no estaría leyendo este artículo.

Pero se me ocurre preguntarl­e: ¿cree usted que Jesucristo está vivo hoy, aquí, y que usted puede acudir a Él tal como el leproso ayer y M. T. ahora?

Para los que tenemos la enorme dicha de saber que el Señor está vivo hoy, la siguiente frase tiene un gran significad­o, puesto que somos testigos de su veracidad: “Vengan a mí todos los que se sientan cargados y angustiado­s, porque yo los aliviaré”.

El leproso fue donde el Señor hace mucho. M.T. fue hace poco.

Si usted sabe que Él está vivo, puede acudir hoy.

La pregunta de hoy

Está claro que el Señor puede liberarme, pero… ¿quiere liberarme?

Le voy a relatar algo, y luego usted dirá:

Una madre dijo a un hijo que no corriera descalzo por el patio. El niño no hizo caso a la mamá, y mientras se divertía jugando se clavó una espina. Así que fue donde su mamá llorando. —¿Qué te pasó, mi hijo? —Que me clavé una espina... — dijo el niño amilanado.

—¿Estabas corriendo en el patio descalzo? —pregunta la madre, aunque ya ella sabía.

—Perdóname, mamá —responde el niño aceptando su desobedien­cia—. Me duele, mamá. ¡Ayúdame!

Ahora dígame: ¿querrá la madre ayudar a su hijo?

Y si una madre quiere ayudar a su hijo, ¡¿cómo no va a querer Dios ayudarlo a usted?! Él es quien dice: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Isaías, 49, 15).

Así que Él sí quiere liberarlo. Todo lo que hace falta es que usted, consciente de sus problemas, vaya donde Él y le diga: “Señor, si quieres, puedes...”.

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