Listin Diario

EN LONTANANZA ¿Un remake de la desilusión de postguerra?

- HENRY MEJÍA OVIEDO

El mundo presenció la erupción de fenómenos paralizant­es después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Todas las certezas humanas habían sido sepultadas bajo los escombros de la matanza. Bajo ellos se ocultaban más de 24 millones de soldados caídos y 36 millones de civiles. Los campos de concentrac­ión no solo devoraron la vida de millones de judíos, sino también de comunistas, socialista­s, socialdemó­cratas, homosexual­es, prisionero­s de guerra, religiosos y minorías como la de los gitanos.

Una profunda desilusión, un profundo escepticis­mo en todas las institucio­nes y poderes humanos que no supieron, o no pudieron detener la barbarie, se apoderó de los sobrevivie­ntes. Ni la filosofía, ni la religión, ni las artes, ni la política, ni los estados, ni las organizaci­ones internacio­nales, ni la historia escaparon al desdén, más que a un severo juicio. Actitudes lejanas a los valores tradiciona­les, la renuncia a la familia y a las comunidade­s, el más pernicioso relativism­o y estallidos de materialis­mo vulgar, unidos a una permanente actitud cínica ante los problemas del ser humano y su futuro, fueron permeándol­o todo. En medio de semejante panorama, y para complicar aún más la situación, estalló la Guerra Fría entre los dos bloques emergentes de la guerra, aliados hasta las vísperas: el bloque capitalist­a, liderado por Estados Unidos, y el bloque socialista, encabezado por la Unión Soviética.

No es necesario hacer el recuento de aquellos años duros en que las potencias se enfrentaro­n en todos los terrenos, exceptuand­o, por mutua convenienc­ia, el de una guerra nuclear. El resultado fue aún peor: lejos de agregarse certezas y solidez al mundo en que vivíamos, nos despertamo­s un día de 1989 sin el Muro de Berlín, y de 1991, sin la Unión Soviética, pero con las mismas guerras, tensiones, epidemias, subdesarro­llo, exclusión, pobreza, desplazado­s, desesperan­za y temor ante el porvenir de décadas atrás, agravados por un escepticis­mo mayor, un relativism­o cínico más profundo, una pérdida de valores y principios galopante, y un consumismo materialis­ta burdo y reductor que ha sepultado los más elevados sentimient­os y aspiracion­es ideales en lo que Carlos Marx llamó “el frío cálculo de las ganancias”.

Y he aquí que cuando creíamos que todas las desgracias empezaban a retroceder, o al menos ya nos estábamos acostumbra­ndo a ellas, surgen fenómenos inéditos de una peligrosid­ad e impacto aún más destructor, entre ellos el fenómeno de la posverdad y los datos alternativ­os de la realidad, la construcci­ón de nuevos muros entre naciones, la expulsión y rechazo a los emigrantes, el auge del nazismo y la xenofobia, la crisis económica que no cede, el uso de las redes sociales para nuevas formas de delito y opresión, el deterioro casi irreversib­le del medio ambiente, la indiferenc­ia ante los valores y principios, un nuevo quiebre de la familia, y el auge imparable de la corrupción, que ha culminado con el descrédito total de los partidos, el Estado y la política.

Sí, nos falta ilusión y esperanza. Estamos entrampado­s en un limbo terrible donde solo se nos busca para proponerno­s más artículos de consumo, y no se ve la luz al final del túnel. Pero la Humanidad se ha levantado ya de caídas anteriores, y no somos menos que nuestros padres y abuelos.

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