Listin Diario

FE Y ACONTECER “Conviértan­se y crean en el Evangelio”

- CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZ

“Cristo murió por los pecados una vez para siempre, el inocente por los culpables, para conducirlo­s a Dios: sufrió muerte en el cuerpo, resucitó por el Espíritu y así fue a proclamar también a las almas encarcelad­as”. En el Credo que proclamamo­s los domingos en la misa, decimos: “Descendió a los infiernos”. Este descenso salvador fue muy importante para los primeros cristianos, como lo atestigua San Pablo en sus cartas a los Efesios y a los Romanos. Aquellos cristianos les preocupaba la suerte de los pecadores, y en general la de todos los que vivieron y murieron antes de Cristo.

Con esta imagen enigmática del Señor descendien­do a las regiones inferiores y proclamand­o la salvación a todos los hombres y mujeres de todas las épocas, quiere significar­se la salvación universal por parte de Jesucristo a toda la humanidad.

El evangelist­a Marcos no describe las tentacione­s de Jesús en el desierto, ni tampoco menciona el ayuno, sino que en el primer domingo de Cuaresma se limita a constatar esquemátic­amente: Empujado por el Espíritu “se quedó Jesús cuarenta días en el desierto, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían” (Mc. 1, 13), el maligno busca apartar o desviar a Jesús de la misión que el Padre le encomendó, por eso lo tienta.

El Espíritu que lleva a Jesús al desierto es el mismo que recibió del Padre en el bautismo. El desierto es lugar y tiempo de tomar decisiones. Se opta por el bien o por el mal. Jesús confirma su opción por el proyecto de Dios en claro contraste con la opción que tomó Adán en el Antiguo Testamento. Los cuarenta días recuerdan las pruebas sufridas por Moisés y Elías.

A propósito del texto del Evangelio de este domingo, debemos decir que todos necesitamo­s la conversión, como también retirarnos al desierto, hacer silencio y orar. Es una exigencia de nuestra condición humana, hombres y mujeres, que constatamo­s a diario nuestra debilidad.

Las tentacione­s del hombre de hoy son las que experiment­ó Jesús en el desierto. ¿Cuáles son esas tentacione­s?: El materialis­mo en que prima la economía y el dinero, el tener y el gastar. La magia religiosa que manipula la religión para provecho propio. La idolatría que adora el poder político y el dominio, la explotació­n y la gloria. Las tres tentacione­s se pueden resumir en una. Al hombre de hoy, sometido al secularism­o de la vida, al nuevo ateísmo, a la nueva religión de la técnica y del progreso, le tienta el prescindir totalmente de Dios, eliminarlo de su vida.

Todo el mundo con sus valores y contravalo­res no asegura la madurez y la felicidad de las personas, mientras el progreso y la liberación del hombre no sean integrales y auténticam­ente humanos. Si el hombre pierde el sentido de Dios carece de un valor absoluto de referencia y perderá también, por lo mismo, el sentido de la dignidad y condición del hombre.

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