¡Cuanta falta hace el Cardenal!
Al leer el mensaje del Episcopado Dominicano en ocasión del 27 de Febrero, que enumeró los diez principales problemas que afectan a la República Dominicana, pensé lo que es hoy el título de este artículo: ¡Cuánta falta hace el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez!
Es un hecho que llama la atención y debe preocuparnos a todos, especialmente a quienes somos parte de la iglesia Católica, que la jerarquía eclesiástica actual haya excluido, omitido y callado, lo que es sin dudas uno de los problemas fundamentales de la República Dominicana: la masiva invasión haitiana ilegal; la pérdida progresiva de los empleos de los dominicanos y la devaluación del salario de éstos. Y es más grave aún cuando el mensaje de los obispos se produce con motivo de la celebración de un año más de la Guerra de la Independencia iniciada aquel memorable 27 de Febrero de 1844, con el heroico trabucazo de Ramón Matías Mella y Castillo, expulsando de estas tierras a la oprobiosa y tiránica ocupación haitiana. El mismo mensaje que omite el grave tema migratorio haitiano es el que se queja de las precariedades del sistema de salud de la República Dominicana. ¿No saben los obispos de la República Dominicana que el 70% de las camas de las maternidades de la República están ocupadas por parturientas haitianas, en detrimento de las madres dominicanas? ¿No saben los obispos que el Estado dominicano está gastando más de 7,000 millones de pesos en atenciones médicas y hospitalarias en población ilegal haitiana, en perjuicio de la calidad de los servicios que le presta a los dominicanos de a pie? ¿No saben los obispos dominicanos que este pobre pueblo no podrá nunca mejorar en ninguno de sus índices de desarrollo humano mientras no detenga la invasión masiva de ilegales haitianos y controle su frontera? La iglesia Católica, que según las últimas encuestas está perdiendo vertiginosamente miembros en su feligresía, corre el riesgo de un declive total si asume la línea fusionista adoptada públicamente por el nuevo arzobispo Francisco Osoria, quien ha expresado su criterio de que esta tierra, la de Duarte, Sánchez y Mella, es la patria común de los haitianos con los dominicanos.
¡Cuánta falta hace, la rectitud, el valor personal, el patriotismo, del hombre que dirigió la iglesia Católica en las últimas décadas, constituyéndose en un líder moral de esta nación, Nicolás de Jesús López Rodríguez!
El silencio de la iglesia Católica, mi iglesia, sobre el tema migratorio haitiano se produce en el mismo momento, y de manera sincronizada, que nuestra patria recibe un virulento ataque externo de Amnistía Internacional y otros organismos internacionales, insistiendo en la infamia de que tenemos en el país un serio problema de apatridia que afecta a cientos de miles de haitianos sin documentos, a los cuales se les quiere, bajo el subterfugio del alegato de apatridia, darles la nacionalidad dominicana.
El silencio de la iglesia, de los obispos, sobre la invasión haitiana se produce en el mismo momento en que se anuncia con bombos y platillos la llegada de los verdugos externos de la República, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, que a pesar de tenernos en una lista negra, junto con Cuba y Venezuela, como país negador de derechos humanos.
A los organismos internacionales no les interesa para nada los derechos humanos de los diez millones de indigentes haitianos que viven del lado oeste de la isla. Parecería que los derechos humanos de ellos sólo cobran vigencia cuando cruzan de manera ilegal la frontera a la República Dominicana. Es una vasta y profunda conspiración contra el país, contra su nacionalidad, contra su integridad territorial. Me apena muchísimo tener que emplazar con todo respeto y humildad en este artículo a mi santa y madre iglesia, que no puede jamás, bajo alegatos de humanismo cristiano, darle la espalda a la patria de Juan Pablo Duarte, de Ramón Matías Mella y Castillo y de Francisco del Rosario Sánchez.
En contraste con el silencio de la iglesia católica sobre los planes de fusión RD-Haití, quiero recordar para concluir estas líneas las palabras históricas del pastor Ezequiel Molina, ante 50,000 miembros de su iglesia reunidos en el Estadio Olímpico el 1ro. de enero de 2016: “… Hay intenciones en el mundo, por lo que hemos visto. Pero hay un proyecto de desbaratar la nacionalidad dominicana. Hay un proyecto de unir a Haití con República Dominicana y en cada foro internacional que va nuestra representación, sale a relucir ese interés. ¿Por qué? ¡Eso no es político! ¡Eso no es humano! ¡Eso es diabólico! Porque somos el único país que le da en la cara al diablo. Cada vez que la Bandera dominicana flota, el diablo tiene que decir ‘me están reprendiendo. Me están avergonzando’. ¡Dios Patria y Libertad, República Dominicana! ¡Van a destruir nuestra nacionalidad, pero tendrán que destruir primero a la Iglesia de Jesucristo y tengo la impresión de que no se va a poder! ¡Tengo la impresión de que no se puede! ¡Aquí hay un pueblo que honra a Dios! ¡Aquí hay un pueblo que habla con Dios! ¡Aquí hay un pueblo que ama a Dios! ¡Este es un país cristiano! ¡El vudú no va a poder con nosotros! ¡Candelo no va a poder con nosotros! ¡Belie Belcán no va a poder con nosotros! ¡Estamos cubiertos con la sangre del Cordero!”