¿…Es contra Venezuela?
a indiferencia del Estado doLminicano
ante la tragedia que padece el pueblo venezolano constituye una mayúscula muestra de ingratitud ante un país históricamente solidario con los dominicanos sino también un proceder cruel e inhumano ante un país digno de mejor suerte.
Patrocinamos un esfuerzo loable en procura de construir una solución a la crisis venezolana, pero al final se trató de un “diálogo de sordos” que devino en una burla a la oposición que no aceptó caer en la trampa de un gobierno que sólo buscaba validar una dictadura autoritaria con la complicidad del expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.
Antes del diálogo ---y bajo la justificación de permanecer como “entes de equilibrio”--- dimos la espalda a las iniciativas de los organismos regionales que procuraban presionar a Nicolás Maduro y sus secuaces para que detuvieran su deriva dictatorial… Y, fracasado el diálogo y a contravía de la posición de las grandes potencias regionales agrupadas en el Grupo de Lima, que asilan la dictadura chavista, nuestro gobierno acaba de designar una nueva embajadora en Caracas. Pero donde nuestra crueldad con el drama venezolano alcanza cotas inimaginables es en el trato dado a los ciudadanos que llegan desde la tierra de Bolívar a nuestro país huyendo de la miseria, el desabastecimiento y la represión de ese régimen de oprobio. Mientras los demás países de la región abren sus puertas a miles de refugiados venezolanos, los dominicanos “se las ponemos difícil” y les negamos facilidades que sí otorgamos a otros inmigrantes… Por ejemplo, a los haitianos. Los venezolanos en el país llevan tiempo solicitando que se les conceda una gracia para regularizar su estatus migratorio. Según nuestra legislación, quienes hayan ingresado al país como turistas deben regresar a su país para hacer los trámites de un visado de trabajo o de residencia. Pero para muchos venezolanos que salen huyendo de su país esto es prohibitivo económicamente y materialmente imposible, ya que en Venezuela se dificulta conseguir la documentación necesaria para tramitar este tipo de solicitudes debido a la ineficiencia, la corrupción y la represión gubernamental.
A esta solicitud el gobierno ha dado la callada por respuesta, ofreciendo a los venezolanos un trato abiertamente discriminatorio si se les compara con el que reciben los migrantes haitianos, para quienes ejecutamos un Plan de Regularización a cuenta de los bolsillos del contribuyente dominicano, y a quienes hemos otorgado toda suerte de gracias. A los haitianos no se les exige siquiera la presentación de un documento de identidad, el 80 por ciento de los solicitantes no han completado la documentación mínima requerida; y sin embargo, las autoridades les han concedido permisos temporales y han otorgado continuas prórrogas a pesar de que todos saben que no van a completar los expedientes.
Ese es el trato que ofrecemos al pueblo que acogió al Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, cuando salió exiliado de la tierra que había ayudado a liberar del dominio haitiano; a los compatriotas de Rómulo Betancourt, el presidente que desde Venezuela apoyó la lucha del pueblo dominicano contra la tiranía de Trujillo, a riesgo de su vida; y a los ciudadanos del país que acogió a miles de dominicanos en los años de la Venezuela Saudí…
Y avanzando en el calendario, es el trato que damos a los menos pudientes del país desde donde han fluido multimillonarias inversiones que han creado miles de empleos en la República Dominicana, de la mano de empresarios acaudalados que también han tenido que huir del desastre que padece su país… Y aún si queremos aplicar un tinte chavista a la lista de ingratitudes, basta referir lo que significó para la estabilidad macroeconómica el bálsamo de Petrocaribe cuando el precio del crudo golpeaba las Cuentas Nacionales en medio de una crisis financiera internacional, recordando que ese petróleo no era propiedad de Chávez o Maduro y sus esbirros, sino del pueblo venezolano.
Pero hasta si queremos obviar cualquier dejo de gratitud para justificar una gracia migratoria o algún tipo de asilo humanitario o económico que facilite la vida a los venezolanos en el país, bastaría con ponderar los beneficios que tendría para la República Dominicana el flujo controlado de personas con niveles de escolaridad y preparación técnico profesional que podrían llegar desde Venezuela…
Podríamos acoger a maestros y catedráticos, médicos y enfermeras, trabajadores industriales y técnicos de diversas competencias… De hecho, muchos con esas condiciones están llegando al país, sólo que ante la imposibilidad de regular su estatus migratorio terminan en el mercado laboral informal realizando labores muy por debajo de sus competencias y exponiéndose a ser explotados por sus empleadores. ¿Qué impide entonces tender este lazo humanitario a los venezolanos…? ¿Por qué tanta indiferencia con el drama que padece ese pueblo hermano, a quienes negamos facilidades que otorgamos a otros que nos patean constantemente…?
¡…Hay cosas que simplemente no se pueden entender. Y mucho menos justificar!