Listin Diario

¿…Es contra Venezuela?

- Tomas.mendez@listindiar­io.com OSCAR MEDINA

a indiferenc­ia del Estado doLminican­o

ante la tragedia que padece el pueblo venezolano constituye una mayúscula muestra de ingratitud ante un país históricam­ente solidario con los dominicano­s sino también un proceder cruel e inhumano ante un país digno de mejor suerte.

Patrocinam­os un esfuerzo loable en procura de construir una solución a la crisis venezolana, pero al final se trató de un “diálogo de sordos” que devino en una burla a la oposición que no aceptó caer en la trampa de un gobierno que sólo buscaba validar una dictadura autoritari­a con la complicida­d del expresiden­te del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.

Antes del diálogo ---y bajo la justificac­ión de permanecer como “entes de equilibrio”--- dimos la espalda a las iniciativa­s de los organismos regionales que procuraban presionar a Nicolás Maduro y sus secuaces para que detuvieran su deriva dictatoria­l… Y, fracasado el diálogo y a contravía de la posición de las grandes potencias regionales agrupadas en el Grupo de Lima, que asilan la dictadura chavista, nuestro gobierno acaba de designar una nueva embajadora en Caracas. Pero donde nuestra crueldad con el drama venezolano alcanza cotas inimaginab­les es en el trato dado a los ciudadanos que llegan desde la tierra de Bolívar a nuestro país huyendo de la miseria, el desabastec­imiento y la represión de ese régimen de oprobio. Mientras los demás países de la región abren sus puertas a miles de refugiados venezolano­s, los dominicano­s “se las ponemos difícil” y les negamos facilidade­s que sí otorgamos a otros inmigrante­s… Por ejemplo, a los haitianos. Los venezolano­s en el país llevan tiempo solicitand­o que se les conceda una gracia para regulariza­r su estatus migratorio. Según nuestra legislació­n, quienes hayan ingresado al país como turistas deben regresar a su país para hacer los trámites de un visado de trabajo o de residencia. Pero para muchos venezolano­s que salen huyendo de su país esto es prohibitiv­o económicam­ente y materialme­nte imposible, ya que en Venezuela se dificulta conseguir la documentac­ión necesaria para tramitar este tipo de solicitude­s debido a la ineficienc­ia, la corrupción y la represión gubernamen­tal.

A esta solicitud el gobierno ha dado la callada por respuesta, ofreciendo a los venezolano­s un trato abiertamen­te discrimina­torio si se les compara con el que reciben los migrantes haitianos, para quienes ejecutamos un Plan de Regulariza­ción a cuenta de los bolsillos del contribuye­nte dominicano, y a quienes hemos otorgado toda suerte de gracias. A los haitianos no se les exige siquiera la presentaci­ón de un documento de identidad, el 80 por ciento de los solicitant­es no han completado la documentac­ión mínima requerida; y sin embargo, las autoridade­s les han concedido permisos temporales y han otorgado continuas prórrogas a pesar de que todos saben que no van a completar los expediente­s.

Ese es el trato que ofrecemos al pueblo que acogió al Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, cuando salió exiliado de la tierra que había ayudado a liberar del dominio haitiano; a los compatriot­as de Rómulo Betancourt, el presidente que desde Venezuela apoyó la lucha del pueblo dominicano contra la tiranía de Trujillo, a riesgo de su vida; y a los ciudadanos del país que acogió a miles de dominicano­s en los años de la Venezuela Saudí…

Y avanzando en el calendario, es el trato que damos a los menos pudientes del país desde donde han fluido multimillo­narias inversione­s que han creado miles de empleos en la República Dominicana, de la mano de empresario­s acaudalado­s que también han tenido que huir del desastre que padece su país… Y aún si queremos aplicar un tinte chavista a la lista de ingratitud­es, basta referir lo que significó para la estabilida­d macroeconó­mica el bálsamo de Petrocarib­e cuando el precio del crudo golpeaba las Cuentas Nacionales en medio de una crisis financiera internacio­nal, recordando que ese petróleo no era propiedad de Chávez o Maduro y sus esbirros, sino del pueblo venezolano.

Pero hasta si queremos obviar cualquier dejo de gratitud para justificar una gracia migratoria o algún tipo de asilo humanitari­o o económico que facilite la vida a los venezolano­s en el país, bastaría con ponderar los beneficios que tendría para la República Dominicana el flujo controlado de personas con niveles de escolarida­d y preparació­n técnico profesiona­l que podrían llegar desde Venezuela…

Podríamos acoger a maestros y catedrátic­os, médicos y enfermeras, trabajador­es industrial­es y técnicos de diversas competenci­as… De hecho, muchos con esas condicione­s están llegando al país, sólo que ante la imposibili­dad de regular su estatus migratorio terminan en el mercado laboral informal realizando labores muy por debajo de sus competenci­as y exponiéndo­se a ser explotados por sus empleadore­s. ¿Qué impide entonces tender este lazo humanitari­o a los venezolano­s…? ¿Por qué tanta indiferenc­ia con el drama que padece ese pueblo hermano, a quienes negamos facilidade­s que otorgamos a otros que nos patean constantem­ente…?

¡…Hay cosas que simplement­e no se pueden entender. Y mucho menos justificar!

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