La noche más oscura
de la Europa de la segunda guerra mundial de 1938, donde hubo comercios judíos incendiados por los nazi. En la Venezuela centro occidental de hace unos días, hubo también vidrios rotos, pero de autos, negocios y bancos para robarlos, atracos, desesperación en los hospitales con cirugías urgentes, automóviles inmovilizados por los huecos de las calles, homicidios sorpresas, insomnios. El gobierno no dio explicación de lo ocurrido. Temía volver hacer el ridículo al decir que era por culpa de una iguana o un sabotaje de la oposición. Muestra del deterioro creciente del país, donde poco a poco partidos y precandidatos opositores han comprendido, que no puede haber avenimiento con un régimen dictatorial, ni ayudar a legitimarlo con candidatos presidenciales que van directos al matadero. Como decía Churchill “no se puede negociar con un tigre cuando tiene tu cabeza en su boca”. El único medio ante esa farsa es dejar a Maduro solo, descubierto en su ambición de poder, su perversidad y su manifiesto de hambre, diciendo que ahora si resolverá los problemas económicos de Venezuela.
Esa megalomanía grotesca no hace sino confirmar que Venezuela es un país convaleciente como han dicho los Obispos, víctima de hondas lesiones de los largos dieciocho años del chavismo, que lo ha dejado con una realidad económica, moral y política en la ruina. Venezuela, al contrario, necesita un Presidente culto, con antecedentes de respeto a ley, dispuesto a encarar la reconstrucción, incluso sabiendo que estará expuesto en el futuro a la ingratitud. Hay que dejar al chavismo como a Chacumbele que “el mismito se mató”. Que emulen entre ellos aquella otra noche de 1934 llamada “la noche de los cuchillos largos” donde los nazis realizaron entre ellos una purga, en ese choque de ambiciones. La crisis eléctrica lo que si demuestra es que el botín del reparto de los dineros del petróleo se les está acabando y que Alí Baba y los cuarenta ladrones tienen los días contados.