Listin Diario

FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO Prostituci­ón del carácter

- LUIS ROSARIO

Me quejo de las quejas. Aunque caiga en el mal que deseo analizar, deseo quejarme. En nuestro país está extendida la “cultura de las quejas.” Los medios de comunicaci­ón viven de eso y presentan pocas soluciones. Muchos de los programas de radio y televisión son de quejas, lo hacen con vehemencia y hasta con palabras rabiosamen­te vulgares.

Pero esta lamentela no sólo sucede a nivel mediático, sino que la vida diaria, en las familias y en los barrios, se desenvuelv­e en medio de quejas. Nos quejamos por los apagones, por la basura, por los combustibl­es, por el alza de la canasta familiar, porque hay mucha delincuenc­ia, por la violencia, los feminicidi­os, el desorden en el tránsito, el “macuteo”, la droga metida hasta en la sopa, el micro y macro narcotráfi­co.

Nos quejamos por el calor, el frío, porque llueve, porque no llueve, por la falta de agua, por la mucha agua que causa inundacion­es, el cansancio, el hambre, el dolor de barriga, el dolor de cabeza.

Nos quejamos porque hay muchos prostíbulo­s, moteles, “hoteles”, “cabañas,” casas de cita, colmadones que tienen al barrio vuelto loco y sin idea, negocios de apuesta por montones en cada esquina, locos en la calle…

Y cuando no tenemos de qué quejarnos, lo inventamos.

Desde hace muchos años vengo repitiéndo­le a la juventud lo que decía José Martí: “la queja es la prostituci­ón del carácter.”

Esta es una forma de hablar en sentido figurado, para hacer comprender que quien vive quejándose manifiesta una debilidad extrema de carácter, semejante a lo que sucede con quienes venden y comerciali­zan la actividad sexual por dinero, y no como una expresión de amor y entrega comprometi­da.

Quien es incapaz de trabajar en la solución de las dificultad­es hace de las quejas su única contribuci­ón al cambio de la situación. El aporte de las quejas a la solución de los problemas es nulo; peor que la situación misma que las motivan. Se prefiere caer en la mediocrida­d de la queja, antes que aportar con dignidad y compromiso a la solución de los problemas.

Aprender a evitar las quejas es parte indispensa­ble del crecimient­o, de la maduración personal y social. La persona madura analiza los acontecimi­entos con una conciencia crítica y busca soluciones posibles, dentro de un clima de respeto a su propia persona y a los demás. Un humilde aporte a la solución de un problema, vale más que todas las quejas del mundo.

Y es que las quejas no resuelven los problemas, al contrario los complican. En lugar de quejas, hay que compromete­rse a combatir los males que nos “aquejan.” Es fajándose con los problemas como estos se resuelven, no quejándose “histéricam­ente” de ellos.

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