Aristas del discurso
Los discursos que cada año pronuncia el Presidente de la República de turno ante la reunión conjunta de las Cámaras Legislativas, concitan las más variadas expectativas, especulaciones y discusiones. Unos a favor, otros en contra. No pocos con aires de indiferencia, pero todos con opiniones sobre su contenido: debió decir más, debió hablar de esto o aquello, porqué no se refirió a tal o cual tema y, la generalidad, tienen sus interpretaciones sobre los ‘meta-mensajes’ que nadie duda tenga cada planteamiento, cada frase, cada gesto.
Se repetía este martes, en la generalidad de los paneles de televisión y radio, pre y pos discurso, a ‘comentaristas independientes’, ‘comunicadores’, periodistas y profesionales, más que analizar los conceptos del discurso presidencial, usar esos escenarios para rabiar sus frustraciones. Fueron penosas las declaraciones de legisladores y dirigentes políticos repetir la muletilla manida de que el discurso ‘no llenó las expectativas’ o ‘fue más de lo mismo’, de un lado, mientras de otro se oían loas lambisconas obligadas como pago al cargo y/o posición política oficialista que ocupan. El discurso presidencial lo veo en lo que significa para la realidad de la nación.
La nación vive un estado de estabilidad política, económica y social. Con altas y bajas, logros y tropezones, dificultades y luchas cotidia- nas, pero creo que vamos avanzando y superando retos. No me cabe dudas.
El discurso fue lo que debía, un informe presidencial de los logros del año anterior, como dice la Constitución, y las perspectivas del Gobierno para el año en curso y, por lo tanto, cargado de logros que nadie puede negar, aunque lo pretenda, y del optimismo necesario para lograr su éxito. Imposible negar los avances en materia de educación y los esfuerzos que se hace en el sector salud, pese a las inconductas de los gremios –ADP y CMD- que han tratado de torpedear esos esfuerzos y todo porque se procura poner ‘la casa en orden’.
Se lucha contra la corrupción con casos abiertos en los tribunales, pese a las pretensiones de desaforados e impenitentes díscolos enquistados en partidos, movimientos y estamentos mediáticos, que a diario pretenden asesinar moralmente a sus contrarios. El fortalecimiento y la estabilidad del sistema financiero, público y privado, se ha logrado pese a la aplicación de políticas puntuales y precisas y pese a los augurios de ‘economistas’ y ‘especialistas’ que por años presagian el apocalipsis.
Los temas de la migración –caso específico el de los haitianos y la polémica frontera- de la seguridad pública, el desorden del transporte son de los desafíos que tenemos que vencer, pero sobre los que el Gobierno no tiene los brazos cruzados, aunque los esfuerzos y las políticas que se aplican no sean de la complacencia de algunos. Hay mucho por delante, pero no es menos cierto que hay una sociedad con voluntad y dispuesta a vencer los obstáculos, por lo que hay que seguir echando el pleito.