MEMORIAS DE VIAJE
Por las calles del centro histórico de Guadalajara pocos vehículos transitan los domingos, permitiendo a los viandantes deambular a sus anchas hasta por las calzadas.
EN GUADALAJARA EN UNA ZONA DE IGLESIAS Y TAPEO.
Es domingo al mediodía, con un límpido cielo y agradable temperatura. En la zona del centro histórico de Guadalajara apenas hay vehículos. Tal vez los residentes del entorno prefieren trasladarse a pie. Para la misa, las iglesias están cerca. Para ir de tapas (tomar cerveza o vino con un aperitivo), los bares están igual de cerca.
Desde el Palacio del Infantado (el primer monumento que visitamos) es corta la distancia hasta la Plaza Mayor, donde funciona el Ayuntamiento, con su atrayente torre del reloj y el campanario de hierro forjado. El edificio es parte de las históricas Casas del Concejo, cuyo frontal data de 1906. Hacia un lado, en la Plaza de Dávalos, el Palacio homónimo, edificado en el siglo XVI. Acoge la Biblioteca Pública del Estado de Guadalajara.
Enrumbamos por la calle Mayor hasta alcanzar la Plaza del Jardinillo, en la cual resaltan la iglesia de San Nicolás el Real, del siglo XV, el Banco de España y varios locales para el tapeo. Pese a que nuestro objetivo es precisamente sentarnos a disfrutar de las tapas, lo posponemos para la Plaza de Santo Domingo. (A estas plazas son mayormente adultos los que acuden. Los jóvenes prefieren otras zonas para tapear). Continúamos nuestra andadura tropezando la vista con un solitario acordeonista. Los escasos viandantes ni le hacen caso. Tampoco los únicos dos turistas que en este domingo 1ro. de octubre pasean por el lugar: Alexis y yo.
En la Plaza de Santo Domingo echamos un vistazo a los menús de un par de bares. Nos sentamos en Indalo Tapas. En el entorno: jardines, árboles, fuentes, un monumento al conde de Romanones y, en un extremo al fondo, la iglesia de San Ginés con fachada de piedra, fue construida en el siglo XVII. Un airecillo refrescante penetra a la terraza techada. Me obliga a ponerme sweater. Siempre lo llevo conmigo, por si acaso… En principio, el menú resulta algo confuso hasta que lo leo con detenimiento. Cuando se pide una bebida, la tapa sale a 1.85 euros. Si no se ordena bebida, es mucho más alto el costo. De las tapas pido Solomillitos a la pimienta.
De bebida, una copa de vino de la casa. ‘De la casa no me queda. Ahora te digo cuál me queda’, responde tuteando el mozo. Al poco rato retorna para decir: ‘El único que tengo es de la marca Indalo’. Me río. Ese es el vino que dice ‘de la casa’.
Es de marca propia. El chico debe ser un camarero novato. En cuanto al solomillo, no me convence. La sazón está en la salsa: pimienta ¡en grano! La carne en sí está sosa. ¡Ni modo! Es lo que hay. Alexis, en cambio, se decanta por una tosta de escalopes de pollo con mostaza y otra de salmón.
Están buenas. Tan grandes son las tapas que nos sirven de almuerzo. Amén de agua con gas y agua mineral, el total de la cuenta asciende a 10.95 euros. Un almuerzo sumamente barato. A las 2:15 de la tarde el local está lleno. No hay mesa libre. Al salir miro hacia la izquierda, al templo de San Ginés. Un señor acercándose nos dice orgulloso: ‘Es San Ginés’. Y nos insta a visitarlo. No lo hacemos. Por la hora ha de estar cerrado. Sin prisas bajamos de vuelta por la calle Mayor. Por ella se desplaza una que otra pareja con niños. No es de extrañar. Es domingo, un día familiar.