Domar a la fiera
Los hombres y las mujeres que tienen las listas más largas de amantes no son leones, son débiles. Aquellos que gastan su dinero en lujos que no pueden pagar, ostentan, y se dan la gran vida, porque es una sola y hay que disfrutarla, también, llevan por dentro espíritus frágiles. Atreverse a arriesgar lo que más amamos por disfrutar el placer de unos meses, una semana o un minuto, no parece una decisión inteligente. Como no es inteligente comer sin control hasta experimentar problemas de salud.
Habla mal de mí decir todo lo que pienso, lo que me llega a la boca. También, permitir que mis sentimientos se desborden y odie sin parangón, envidie sin comedimiento y agreda sin misericordia. Que mienta sin vergüenza o sea capaz de cualquier cosa por lograr un capricho.
Habla mal de mi capacidad de autocontrol, de mi dominio propio, el que no logre ponerme límites sanos y respetarlos. Valiente, fuerte, es aquella persona, hombre o mujer, que se siente atraída por alguien, cuyo vínculo no le conviene o no está permitido, y es capaz de superar ese asunto y seguir adelante sin dañarse ni dañar a otros. El león es aquel que se come lo que necesita, se pone lo que puede y disfruta hasta la línea divisoria donde el placer se convierte en dolor. Guapo es el que pasa las pruebas, de cualquier envergadura, sin utilizar paliativos que, al final, agravan el trance.
Controlar lo que decimos, lo que hacemos, hasta lo que pensamos, y discernir entre lo que es correcto, admisible, sano y lo que no, eso sí es tener coraje. Domar a la fiera, a la loca o al loco desbocado que todos llevamos por dentro, mantenerlo a raya, en su sitio, esa es una proeza que alcanzan los bravos de verdad. Lograrlo representa una hazaña tan grande que su premio es, nada más y nada menos, que la gloria eterna.