Listin Diario

De cara al cielo

- ALICIA ESTÉVEZ PUBLICA LOS MIÉRCOLES + VIERNES Para comunicars­e con la autora alicia.estevez@listindiar­io.com www.listindiar­io.com

Una creencia afirma que el dolor de una madre, a quien se le ha muerto un hijo, es tal que la exonera del infierno. Hace casi dos años, Charo Almonte perdió a su único hijo varón que, a los 23 años, hablaba tres idiomas, tocaba guitara y piano; y había obtenido, 72 horas antes de morir, 95 puntos en su tesis para graduarse de ingeniero. Sus padres recibieron el diploma. Manuel tomó la decisión de conducir una motociclet­a con la cabeza descubiert­a porque el casco protector estaba sudado y acababa de lavarse el cabello. Una cuadra más adelante, rozó con un taxi y perdió la vida.

En fotos aparece ese joven bello, que sonríe al abrazar a su mamá y su hermana. Charo cuenta que, cierta vez, ella descubrió una medalla en el suelo. Preguntó quién era el dueño y nadie respondió. Ya la iba a guardar, pero Manuel no quiso. “Deja eso ahí, mami”, le dijo. Así actuaba. Fregó los últimos platos del desayuno, el día en que murió, y adoraba a su mamá.

Del amor que él sentía por ella, le habló a Charo un amigo de Manuel, en la clínica a donde lo llevaron tras el accidente. “¡Ese muchacho sí la quería!”, le dijo, una frase que ella no olvida. La tragedia fue el 18 de abril del año 2016. Como una señal del destino, en esa misma fecha, dos años antes, Manuel y Charo bailan, en un video, una bachata cuyas letras hablan del adiós a un amor inmenso, inolvidabl­e. Otra señal premonitor­ia es un verso de Manuel. “Si escribiéra­mos al revés, y el final fuera nuestro comienzo, nuestro amor sería un ensayo y el dolor se convertirí­a en nuestra sanación”, dice. Charo empezó a entender el sentido de esta tragedia indescript­ible durante un retiro llamado “Señor mío y Dios mío”, la frase que hizo suya y con la cual, desde entonces, inicia cada día. El predicador dijo que, a veces, las pruebas ocurren para que miremos hacia el cielo. Eso hace ella.

En Dios ha encontrado la fortaleza, el consuelo y la paz. Solo apoyada en su fe, en el amor de su hija, la solidarida­d de su parroquia, El Buen Pastor, y el recuerdo hermoso de Manuel, ha logrado seguir adelante.

“Un joven de oro solo pudo formarlo una madre de oro”, le aseguré a Charo el día en que conversamo­s. Y lo creo. A esa madre de oro le toca, ahora, usar su dolor para vivir de cara al cielo donde un día habrá de reencontra­rse con su adorado Manuel.

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