Listin Diario

“La sierva del 12”

se gana la vida en su carro de concho

- +2D ECONOMÍA&NEGOCIOS

Albania Hernández, una joven madre y viuda, tiene 17 años trabajando como chofer del transporte público desde que su marido murió y solo le dejó como herencia un carro y dos hijos, una hembra de dos años y un varón de apenas tres meses de nacido.

Su forma de vestir, el pelo sin alisar y la bendición que ofrece a cada pasajero que se monta y se desmonta, la identifica­n como evangélica y le han hecho ganar el calificati­vo de “La Sierva del 12”.

En septiembre cumple 43 años y desde los nueve trabajó vendiendo maní salado en su natal San Juan, ya que su madre era discapacit­ada. Cuando murió su progenitor­a, en 1991, ella decidió salir de su pueblo para vivir en Los Minas. Allí trabajaba haciendo limpieza en casas de familia y vivía con una señora que la asumió como hija. Vivió con ella hasta que se casó, sin embargo, su matrimonio fue corto, ya que su esposo fue diagnostic­ado con cáncer de hígado y murió con apenas 39 años.

“Hubo un día en la madrugada que me puse a orar y le dije: Señor no se qué hacer”, cuenta Albania recordando los momentos difíciles que tuvo que enfrentar luego de la muerte de su marido. Refiere que en un momento le preguntó a su Dios “bueno Señor, ¿será que tendré que salir a “piratear” para buscarle la comida a mis hijos?, porque no voy a hacer lo mal hecho”.

Relata que cuando se arrodillab­a a orar y le pedía al Señor que le dijera qué hacer, ella se veía montando y dejando pasajeros y eso la convenció de que el mensaje de Dios era que estaba bien que sa- liera a la calle a ganarse la vida en el transporte público.

La primera ruta que hizo fue en la autopista Duarte en el tramo 2228. “Salí a las cuatro y media de la mañana pensando que eran las seis, empecé a conchar y no veía a nadie, pero sucedía que era de madrugada y aún las personas no salían a trabajar”, explica Albania mientras manejaba tomando y dejando a las personas.

En ese tiempo, “La Sierva del 12” o “La reina del 12”, como también se le conoce, conchaba sin tener permiso, o sea, “pirateando”. Se iba a diferentes rutas: Los Minas, 22-28, Invivienda y los choferes le bajan los pasajeros, le sacaban machetes, la amenazaban con romperle los cristales del vehículo, todo lo que le hacen a las personas que no tienen una ruta comprada en el sindicato de choferes.

Dice que, ante esta situación, siempre oraba y pensaba que su trabajo no le agradaba al Señor y le pedía que le abriera una puerta para lograr ganar el sustento de su familia de manera digna.

Solidarida­d

Mientras toma y deja pasajeros, Albania explica que al llegar a la ruta de la avenida Isabel Aguiar (Km.9-12) encontró la solidarida­d de los choferes, quienes la protegían diciendo: “dejen esa señora porque ella que viene aquí, a una ruta tan difícil y para aguantar este sol, es porque no tiene ayuda de nadie. Hay que dejarla que se busque su comida”.

Luego consiguió que el presidente de la Asociación de Choferes del Transporte de Pasajeros del kilómetro 12 de Herrera (Asochotran), del cual recuerda que le llamaban Alejandro, le puso una cúpula de la que usan los autos públicos arriba, y le dijo “búsquese su comida, que con esa cúpula nadie la va a molestar”. Así consiguió mantenerse en la ruta sin que ser molestada.

Otra acción de solidarida­d que le permitió mantenerse en el transporte público fue que cuando se dio el cambio de directiva muchos choferes apoyaron que se le rebajara el precio de la ruta, de RD$100,000 que costaba en ese momento a RD$50,000, y le dieron la facilidad de pagarla en cuotas de RD$700.00 semanal.

Hoy su hijo tiene 17 años, justo lo que tiene conchando, y su hija ya cumplió los 19. A ambos les falta solo un año para terminar el bachillera­to. Albania dice sentirse orgullosa porque son jóvenes de bien que no le dan tormento y no se avergüenza­n de su trabajo.

Cuando habla de lo que soñó hacer de joven expone que siempre quiso hacer negocios, sin embargo, no se queja de su oficio, ya que ha logrado levantar a su familia de forma honesta y siente que sus compañeros la quieren y la respetan. “Yo glorifico a mi Dios porque esta fue la mejor bendición que me dio. Tú sabes cómo me dicen mis compañeros, La reina del 12. Bendigo a cada uno de mis compañeros que cuando estoy quedada en la calle, me auxilian”.

Cuando una mujer asume un oficio que tradiciona­lmente han hecho los hombres son muchas las pruebas que debe enfrentar. Su fe es siempre su escudo, al salir le pide al Señor que la proteja y la libre de personas con malos hábitos.

“Hubo una noche que se me montaron cuatro atracadore­s, entre las diez y las once, por el Club de la CDEEE, empezaron a drogarse y a molestar a una joven que venía en el asiento delantero. Me puse a orar y oí una voz que me dijo: predica mi palabra, dale mi palabra”, así lo hizo y los jóvenes confesaron que la iban a atracar y se arrepintie­ron de hacerle daño.

Otro momento difícil que recuerda es un día que rayó un vehículo sin querer y el chofer le sacó una pistola. Dice que se puso muy nerviosa y duró 10 días sin volver a la ruta.

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RAÚL ASENCIO/LISTÍN DIARIO
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RAÚL ASENCIO/LISTÍN DIARIO

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