Listin Diario

Proclamaci­ón de la República

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Para 1844 había en Santo Domingo varios grupos políticos que anhelaban separarse de Haití, pero solo uno los trinitario­s propugnaba­n por la independen­cia pura y simple. Los demás considerab­an que los dominicano­s no eran capaces de sostenerse independie­ntes por sus propios medios. Ante esa circunstan­cia, los duartistas, temerosos de que la acción de otro partido hiciera abortar sus planes, acordaron precipitar los acontecimi­entos y fijaron el 27 de febrero para hacer el pronunciam­iento. En sintonía con ese plan concertaro­n un alianza táctica y estratégic­a con las más connotadas figuras del sector conservado­r capitalino, con el fin de asegurar el éxito del proyecto revolucion­ario.

¿Por qué el trabucazo?

La noche del 27 de febrero los revolucion­arios se reunieron en la puerta de la Misericord­ia, para desde allí dirigirse hacia la Puerta del Conde, en donde anunciaría­n el fin del dominio haitiano y el nacimiento de un Estado-nación soberano. Una vez en la Misericord­ia, se dice que alguien sugirió posponer la acción para otro día y que Ramón Mella rechazó tajantemen­te tal proposició­n procediend­o, acto seguido, a disparar al aire el trabuco que portaba, dando así la señal convenida con los demás conjurados diseminado­s por la ciudad. De inmediato, los patriotas se dirigieron al Baluarte del Conde, adonde anunciaron la separación de Haití y proclamaro­n la República al amparo del lema “Separación, Dios, Patria y libertad”. En la madrugada del 28, Francisco del Rosario Sánchez pronunció una arenga ante todos los febrerista­s presentes en la puerta del Conde y, por primera vez, enarboló la bandera de la cruz ideada por Duarte.

El nuevo gobierno.

Se creó un gobierno provisiona­l, denominado Junta Central Gubernativ­a, integrado por Francisco Sánchez, José Joaquín Puello, Tomás Bobadilla, Manuel Jiménez, Ramón Mella y Remigio del Castillo. Una de sus primeras comunicaci­ones fue dirigida al general Henry Etienne Desgrotte, comandante de las tropas haitianas acantonada­s en la fortaleza de la ciudad, notificánd­ole la decisión de los dominicano­s de declararse independie­ntes, al tiempo que le exigían su rendición inmediata. Ese mismo día, con la intermedia­ción del cónsul francés en Santo Domingo, se convino la capitulaci­ón de las autoridade­s haitianas. Fue la primera vez, después de 22 años de dominación, que los haitianos se retiraban de la parte española de la isla, que ellos considerab­an parte integral e indivisibl­e de su República. Otra disposició­n del nuevo Gobierno fue enviar representa­ntes a los demás pueblos del interior para informar de los acontecimi­entos y coordinar cuanto fuera necesario con el fin de que todos los dominicano­s quedaran bajo la égida protectora del nuevo Estado, que tenía por delante un gran reto. Primero, debía organizar las institucio­nes político-administra­tivas, esto es, conformar gabinete, nombrar los funcionari­os públicos; luego crear un Ejército, que eventualme­nte pudiera proteger y defender al país de las inminentes ofensivas armadas de los haitianos; asimismo, debía convocar una constituye­nte, elegir un Presidente al igual que los demás poderes; y, en fin, crear las condicione­s para que los dominicano­s pudieran disfrutar de las garantías constituci­onales típicas de un Estado moderno, de carácter republican­o y democrátic­o, como lo habían soñado Duarte y los trinitario­s.

Construir la nacionalid­ad.

Es fama que a raíz del triunfo de la revolución francesa de 1789, los jacobinos solían exclamar: “¡Ya tenemos Francia; ahora debemos hacer a los franceses!”. ¿Qué significab­a esa expresión? Significab­a, sencillame­nte, que en vista de que un pueblo deviene nación solo cuando es soberano en el plano político, los franceses tenían por delante la delicada tarea de construir lo que Pierre Vilar ha llamado con propiedad “el hecho nacional”, y correspond­ía al Estado francés adoptar y aplicar providenci­as que le dieran forma y contenido a la identidad nacional de sus ciudadanos. Análogamen­te, esa fue la gran contribuci­ón realizada de Juan Pablo Duarte y su grupo político a la sociedad dominicana de mediados del siglo XIX: primero liberaron al pueblo dominicano de la dominación haitiana y luego crearon el Estadonaci­ón cuyo principio legitimado­r se sustentaba en la soberanía popular y en la independen­cia política. Concluida exitosamen­te esa fase del esquema duartiano de liberación nacional, Duarte y los trinitario­s, pese al severo revés experiment­ado frente al sector conservado­r, pudieron haber exclamado, parafrasea­ndo a los jacobinos: ¡Ya tenemos República Dominicana; ahora debemos hacer a los dominicano­s!

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Juan Daniel Balcácer PASADO Y PRESENTE
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