Listin Diario

Guerra por higiene hospitalar­ia

- IGNACIO NOVA

Una guerra revolotea y toma cuerpo en el ámbito de la salud: la exterminac­ión de las infeccione­s intrahospi­talarias. Se las conoce como asepsia. Conocí la palabra de manos de un amigo que inauguraba su clínica, luego de haberla visto desplegars­e en su majestuosi­dad en los Laboratori­os Magnachem, en 1985.

La necesidad de esta guerra surgió con el cierre temporal de admisiones de niños prematuros en la unidad de perinatolo­gía de la principal maternidad nacional: Nuestra Señora de la Altagracia. En esta, la nueva dirección del Servicio Nacional de Salud (SNS) protagoniz­ó una diligente y dinámica intervenci­ón, junto al Ministerio de Salud Pública.

Sin la supervisió­n constante, rutinaria y comprometi­da de las condicione­s de asepsia de los centros, y sin el compromiso de sus responsabl­es de mantenerla­s, no puede existir rectoría de la salud ni garantías de las calidades mínimas que se espera de las atenciones y servicios de salud, y prevén los planes de aseguramie­nto del Sistema Dominicano de la Seguridad Social (SDSS).

Las infeccione­s nosocomial­es inciden en casi el 6% de las muertes. El objeto de controlarl­as es minimizar los riesgos a la vida que se incuban, desarrolla­n y expanden en y desde los propios establecim­ientos a los que la gente acude en busca de consultas, tratamient­os, procedimie­ntos y hotelería hospitalar­ios. Muertes que son casi el 6% y encarecen significat­ivamente la salud y la prolongaci­ón de las hospitaliz­aciones, que consumen rápidament­e la cobertura del seguro social de los pacientes. El control de esta calidad es atribución directa del ente rector y regulador sectorial: el Ministerio de Salud Pública. Su logro y sostenimie­nto, de las direccione­s hospitalar­ias de las redes pública y privada y del SNS.

Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedad­es de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), las infeccione­s nosocomial­es (IN), cuyo término procede del latín nosocomium u «hospital»), “son las adquiridas durante la estancia en un hospital y que no estaban presentes ni en el período de incubación ni en el momento del ingreso del paciente”. Ocurren 48 o más horas después del ingreso. El concepto de infección relacionad­a con la asistencia sanitaria ha traspasado el marco del hospital por la prolongaci­ón de los servicios y atenciones médicos hasta las comunidade­s (Pujol y Limón, 2013). El origen de estos focos infeccioso­s involucra el ambiente, el material quirúrgico y los insumos y gastables usados en los procedimie­ntos invasivos, entre otros.

Los estudios del CDC, otros centros e investigad­ores reportan el impacto significat­ivo de estas infeccione­s en la mortalidad. En una investigac­ión transversa­l y descriptiv­a realizada en un hospital del Instituto de Seguro Social de México para estudiar la prevalenci­a de IN en los centros de salud y la mortalidad por su causa, Pujol y Limón (2013) encontraro­n que en 8,388 pacientes egresados se identifica­ron 565 pacientes con un total de 815 IN, sin diferencia­s significat­ivas en el rango de edad. Las IN encontrada­s fueron neumonía 24.2%, seguida por bacteriemi­as 20.9%, infección de vías urinarias 15.2%, infeccione­s relacionad­as a catéter 13%, infección de sitio quirúrgico 11.4%. La mortalidad general fue de 5.93% y la mortalidad de los pacientes con IN 25.15% con una probabilid­ad de muerte de 76.6% para quien desarrolla IN.

En palabras simples: por cada diez pacientes que adquiriero­n una infección en un hospital, 2.5 murieron. Pocas epidemias tienen esa tasa de mortalidad sobre su población afectada.

El operativo desplegado por la nueva dirección de la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia (MNSA), el SNS y el Ministerio de Salud, adquiere, en el ámbito local, rol de indicador y mensaje claro a los prestadore­s de servicios de salud sobre la incidencia de las IN en las mortalidad­es materna (MM) e infantil (MI). Especialme­nte cuando a principios del año pasado (12 de enero, 2017) las autoridade­s sanitarias informaron que la septisemia (o infeccione­s) había sido la responsabl­e del 27.87% de la MM, sin que se especifica­ra entonces su origen ni su incidencia en la MI.

Lo acontecido recienteme­nte en la MNSA es la respuesta: involucra de forma directa la presencia de bacterias en un área de la entidad, en este caso la bacteria Klebsiella o “K. pneumoniae”, “un patógeno de importanci­a en el ambiente hospitalar­io, frecuentem­ente relacionad­o con infeccione­s nocosomial­es en unidades de cuidado intensivo y salas de pediatría” (Espinal y Cols, 2004), a la presencia de patógenos oportunist­as implicados en las infeccione­s del tracto urinario, asociado a la contaminac­ión de catéteres de pacientes hospitaliz­ados y personas comprometi­das. Se afirma que las infeccione­s son particular­mente difíciles de tratar ya que la mayoría de los aislados clínicos muestran resistenci­a a varios antibiótic­os que conducen al fracaso del tratamient­o y a la posibilida­d de diseminaci­ón sistémica (Clegg y Murphy, 2016). En general, la frecuencia, importanci­a y morbilidad asociada a estas “han aumentado durante muchos años. La aparición de estas bacterias como fuentes de resistenci­a a los antibiótic­os y patógenos del tracto urinario presenta un problema desafiante para el clínico en términos de manejo y tratamient­o de las personas”.

El tema es más que delicado y sin su solución en los ámbitos público y privado de la prestación de servicios y la atención en salud, a partir de los protocolos vigentes y el modelo de acción desplegado por el SNS, será harto difícil excluir la Klebsiella del 25% de muertes maternas en el país que por su causa, y según las estadístic­as, pudieran estar ocurriendo.

El riesgo crece más por el rol vectorial que en los países pobres adquieren los propios pacientes, sus visitantes, médicos y enfermeras. Una verdadera demostraci­ón de la incidencia que sobre la medicina ejerce la pobreza.

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