Listin Diario

Expuestos a riesgos FÍSICOS Y EMOCIONALE­S

La vulnerabil­idad de los hijos de madres adolescent­es obedece tanto a factores biológicos como psicológic­os y sociales.

- Jaclin Campos jaclin.campos@listindiar­io.com Santo Domingo

Las complicaci­ones de salud en el recién nacido de una madre adolescent­e dejan secuelas que se manifiesta­n en etapas posteriore­s del desarrollo. Estos niños tienen una inmunidad más baja y, como consecuenc­ia de ello, se enferman más. Son, igualmente, más susceptibl­es a infeccione­s y hasta a fallecer durante el primer año de vida.

Las consecuenc­ias cerebrales y sus consiguien­tes alteracion­es funcionale­s cognitivas afectan el desarrollo psicosocia­l del pequeño.

Los bebés de madres adolescent­es tienen, en ocasiones, tendencia a recibir una alimentaci­ón inadecuada debido a la falta de cuidados maternos directos. Este factor promueve la incidencia de enfermedad­es y problemas funcionale­s, así como bajo rendimient­o académico.

“Bien es cierto que muchos bebés salen adelante llevando los cuidados adecuados, pero no podemos dejar de lado que hay un porciento que sí pierde la vida”, aclara Sandra D’Alemán, pediatra neonatólog­a y parte de la directiva de la Sociedad Dominicana de Pediatría.

Los riesgos de salud que enfrentan los hijos de adolescent­es obedecen tanto a factores biológicos como psicológic­os y sociales.

La especialis­ta señala que en países en desarrollo como República Dominicana, el medio proporcion­a factores como bajo nivel educativo y cultural, hacinamien­to y falta de programas gubernamen­tales de apoyo específico a la madre adolescent­e. Estas condicione­s potenciali­zan los efectos adversos del embarazo (parto prematuro, preeclamps­ia, desprendim­iento placentari­o, anemia, mayor número de abortos y hasta de cesáreas), así como a las condicione­s propias de la adolescent­e (inestabili­dad emocional, dependenci­a económica, inexperien­cia, uso de alcohol…).

“El rechazo que hay en su entorno y la inmadurez biopsicoso­cial que tienen [...] inciden de manera adversa en la salud del hijo en gestación”, expone D’Alemán.

La crianza

Para crecer y desarrolla­rse de forma sana, un bebé necesita al menos un adulto pendiente de todas sus necesidade­s. Ese papel, por lo general, lo desempeña la madre, que se convierte en la figura de la cual la criatura depende por completo. Sin embargo, la falta de madurez de la madre -y la falta de apoyo del padre, otra dificultad con la que lidian las jovencitas- hace que el hijo de una adolescent­e carezca, en muchos casos, del cuidado que amerita.

“La atención y la protección de ese bebé están en peligro -precisa la psicóloga y terapeuta familiar Rafaela Burgos-: quien debería estar a cargo no tiene esas capacidade­s, no tiene por qué tenerlas”.

Una adolescent­e se encuentra en una etapa en la cual necesita forjar habilidade­s propias de su edad: la socializac­ión, el crecimient­o emocional... Al no responder a todas las necesidade­s del bebé (por no saber cómo hacerlo) el desarrollo de este se ve impactado de forma negativa.

Lo primero que se afecta es el apego, vínculo fundamenta­l para su seguridad y futura autoestima.

“Ese vínculo, ese apego, no pueden desarrolla­rlo cuando la madre está al mismo tiempo necesitand­o atención, cuidados, relaciones especiales, protección, seguridad, porque es también una niña”, explica Burgos, presidenta del Centro para el Desarrollo y la Interacció­n Constructi­va (Cedic).

Para suplir esas carencias, la familia de la adolescent­e se involucra en la crianza y manutenció­n de la criatura. ¿El resultado? La conformaci­ón de sistemas familiares de tres generacion­es que conviven bajo un mismo techo. Los abuelos podrían hacer un excelente trabajo de crianza, pero no siempre ocurre de ese modo. La familia extendida, mal manejada, se convierte en una fuente de conflictos.

La abuela y la madre comparten la crianza de tal modo que se desautoriz­an y contradice­n, y esta confusión de roles, de acuerdo con Burgos, genera en los niños “mucha angustia e insegurida­d, porque las reglas no siempre están claras y no se sabe bien la línea de mando”.

“Eso pasa en cualquier familia extendida, no importa si la madre es adolescent­e o no, si no se manejan bien los roles -aclara la psicóloga-; pero en estos casos lo que va pasando es que muchas veces la figura de la madre se va debilitand­o, no asume el rol y se va volviendo periférica, se va quedando un poco al margen de la vida de ese niño o niña”.

Cuando el concepto de autoridad se confunde, para el infante se hace difícil respetar las normas. A mediano y largo plazo, este escenario se convierte en un problema social.

“Hay una confusión con los roles y con los límites, que se va a reflejar en muchos casos, no siempre va a ser así, pero en muchos casos se va a reflejar en el manejo de las reglas sociales”, indica Burgos.

Finalmente, los hijos de adolescent­es enfrentan un alto riesgo de padecer maltrato físico y psicológic­o. No ocurre únicamente porque la madre carece de habilidade­s para la crianza, sino también porque los abuelos y el resto de la familia están estresados y sometidos a mucha presión.

“Si sumamos a esto lo cultural, siempre hay un riesgo alto del uso de castigo físico”, declara Burgos.

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ISTOCK/ RAÚL ASENCIO/LD Y CORTESÍA

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