Expuestos a riesgos FÍSICOS Y EMOCIONALES
La vulnerabilidad de los hijos de madres adolescentes obedece tanto a factores biológicos como psicológicos y sociales.
Las complicaciones de salud en el recién nacido de una madre adolescente dejan secuelas que se manifiestan en etapas posteriores del desarrollo. Estos niños tienen una inmunidad más baja y, como consecuencia de ello, se enferman más. Son, igualmente, más susceptibles a infecciones y hasta a fallecer durante el primer año de vida.
Las consecuencias cerebrales y sus consiguientes alteraciones funcionales cognitivas afectan el desarrollo psicosocial del pequeño.
Los bebés de madres adolescentes tienen, en ocasiones, tendencia a recibir una alimentación inadecuada debido a la falta de cuidados maternos directos. Este factor promueve la incidencia de enfermedades y problemas funcionales, así como bajo rendimiento académico.
“Bien es cierto que muchos bebés salen adelante llevando los cuidados adecuados, pero no podemos dejar de lado que hay un porciento que sí pierde la vida”, aclara Sandra D’Alemán, pediatra neonatóloga y parte de la directiva de la Sociedad Dominicana de Pediatría.
Los riesgos de salud que enfrentan los hijos de adolescentes obedecen tanto a factores biológicos como psicológicos y sociales.
La especialista señala que en países en desarrollo como República Dominicana, el medio proporciona factores como bajo nivel educativo y cultural, hacinamiento y falta de programas gubernamentales de apoyo específico a la madre adolescente. Estas condiciones potencializan los efectos adversos del embarazo (parto prematuro, preeclampsia, desprendimiento placentario, anemia, mayor número de abortos y hasta de cesáreas), así como a las condiciones propias de la adolescente (inestabilidad emocional, dependencia económica, inexperiencia, uso de alcohol…).
“El rechazo que hay en su entorno y la inmadurez biopsicosocial que tienen [...] inciden de manera adversa en la salud del hijo en gestación”, expone D’Alemán.
La crianza
Para crecer y desarrollarse de forma sana, un bebé necesita al menos un adulto pendiente de todas sus necesidades. Ese papel, por lo general, lo desempeña la madre, que se convierte en la figura de la cual la criatura depende por completo. Sin embargo, la falta de madurez de la madre -y la falta de apoyo del padre, otra dificultad con la que lidian las jovencitas- hace que el hijo de una adolescente carezca, en muchos casos, del cuidado que amerita.
“La atención y la protección de ese bebé están en peligro -precisa la psicóloga y terapeuta familiar Rafaela Burgos-: quien debería estar a cargo no tiene esas capacidades, no tiene por qué tenerlas”.
Una adolescente se encuentra en una etapa en la cual necesita forjar habilidades propias de su edad: la socialización, el crecimiento emocional... Al no responder a todas las necesidades del bebé (por no saber cómo hacerlo) el desarrollo de este se ve impactado de forma negativa.
Lo primero que se afecta es el apego, vínculo fundamental para su seguridad y futura autoestima.
“Ese vínculo, ese apego, no pueden desarrollarlo cuando la madre está al mismo tiempo necesitando atención, cuidados, relaciones especiales, protección, seguridad, porque es también una niña”, explica Burgos, presidenta del Centro para el Desarrollo y la Interacción Constructiva (Cedic).
Para suplir esas carencias, la familia de la adolescente se involucra en la crianza y manutención de la criatura. ¿El resultado? La conformación de sistemas familiares de tres generaciones que conviven bajo un mismo techo. Los abuelos podrían hacer un excelente trabajo de crianza, pero no siempre ocurre de ese modo. La familia extendida, mal manejada, se convierte en una fuente de conflictos.
La abuela y la madre comparten la crianza de tal modo que se desautorizan y contradicen, y esta confusión de roles, de acuerdo con Burgos, genera en los niños “mucha angustia e inseguridad, porque las reglas no siempre están claras y no se sabe bien la línea de mando”.
“Eso pasa en cualquier familia extendida, no importa si la madre es adolescente o no, si no se manejan bien los roles -aclara la psicóloga-; pero en estos casos lo que va pasando es que muchas veces la figura de la madre se va debilitando, no asume el rol y se va volviendo periférica, se va quedando un poco al margen de la vida de ese niño o niña”.
Cuando el concepto de autoridad se confunde, para el infante se hace difícil respetar las normas. A mediano y largo plazo, este escenario se convierte en un problema social.
“Hay una confusión con los roles y con los límites, que se va a reflejar en muchos casos, no siempre va a ser así, pero en muchos casos se va a reflejar en el manejo de las reglas sociales”, indica Burgos.
Finalmente, los hijos de adolescentes enfrentan un alto riesgo de padecer maltrato físico y psicológico. No ocurre únicamente porque la madre carece de habilidades para la crianza, sino también porque los abuelos y el resto de la familia están estresados y sometidos a mucha presión.
“Si sumamos a esto lo cultural, siempre hay un riesgo alto del uso de castigo físico”, declara Burgos.