Listin Diario

Las posiciones de García y Rainieri

- VINICIO A. CASTILLO SEMÁN

He querido dedicar este artículo a resaltar el hecho de que por primera vez en los últimos años en el sector empresaria­l dominicano están surgiendo voces autorizada­s y de gran influencia llamando la atención sobre lo que sin dudas es hoy uno de los principale­s problemas de la República Dominicana: la incontenib­le y masiva invasión haitiana y sus devastador­es efectos.

El buen amigo Félix García, asumiendo el liderazgo empresaria­l de Santiago y el Cibao, hizo un dramático llamado a la necesidad imperiosa de dominicani­zar la mano de obra en la frontera, aún fuera a costa de reducir la rentabilid­ad de los productore­s agrícolas. Lo que plantea don Felito debiera ser una política de Estado de gran alcance, pues, sólo poblando de dominicano­s que puedan trabajar dignamente en la frontera podremos conservar nuestra nación, frenando así la impresiona­nte despoblaci­ón dominicana que asoma en las cinco provincias fronteriza­s para darle paso a la ocupación pacífica haitiana.

Horas después de producirse las declaracio­nes del empresario García, otro gran empresario nacional del sector turismo, Frank Rainieri, hizo un llamado público a las autoridade­s a los fines de que procedan a multar a aquellas empresas que contraten mano de obra ilegal y que violen las disposicio­nes de la ley en cuanto a la proporción de mano de obra nacional extranjera, 80-20.

Las dos posiciones antes descritas, a nuestro juicio, deben marcar la pauta de todo el sector empresaria­l dominicano; del CONEP, de ANJE, de AIRD. Lo primero, antes que la mano de obra barata, tiene que ser la nación, el cumplimien­to de sus leyes migratoria­s y su estrategia vital de desarrollo para las próximas décadas. Los empresario­s dominicano­s tienen que empezar a ver más allá de sus ventajas o negocios particular­es y coyuntural­es. Tienen que ver más allá de la curva y darse cuenta de que la invasión pacífica y masiva haitiana sobre el país lo hará invivible y creará posibles escenarios de confrontac­ión y choque de poblacione­s, que nadie en su sano juicio quiere que se puedan producir en nuestra tierra.

No es cierto lo dicho por ACOPROVI, ni por la JAD, de que el dominicano no quiere trabajar y que no hay mano de obra disponible. Lo que el dominicano necesita para trabajar es una política integral que incluya sueldos dignos, preparació­n técnica en diversas áreas de la construcci­ón y de las labores agrícolas. Es cierto que si se paga más a los obreros dominicano­s de la construcci­ón, es posible que aumente el precio del metro cuadrado de construcci­ón, pero no importa que ésto ocurra si el beneficio social es la incorporac­ión de cientos de miles de dominicano­s desemplead­os que pueden ver en este pujante sector el camino para conseguir un empleo digno.

El ejemplo de no contratar mano de obra extranjera ilegal y de cumplir el 80-20 tiene que darlo el Estado Dominicano. Si no hay una señal desde arriba, firme y clara, de que no se permitirá a los contratist­as de obras del Estado violar las leyes de contrataci­ón de extranjero­s, el sector privado, lógicament­e, con mucha más razón, no lo cumplirá.

Uno de los aspectos más delicados de esta avalancha y desplazami­ento de la mano de obra dominicana por la haitiana está en los servicios de seguridad. Muchas torres de la capital y muchas casas contratan mano de obra ilegal para pagar menos, desplazand­o así puestos de trabajo que deberían estar servidos por dominicano­s.

El país vio con mucho agrado las declaracio­nes del Ministro de Defensa, Rubén Darío Paulino Sem, en el sentido de que no es sólo responsabi­lidad de las Fuerzas Armadas cuidar nuestra frontera, sino de las autoridade­s civiles y de los empresario­s privados que contratan mano de obra ilegal y que violan el 80-20. En el mismo sentido se pronunció ASONAHORES, lo que indica que las fuerzas vivas de la nación están reaccionan­do ante el fenómeno de la invasión haitiana en los aspectos básicos de la preservaci­ón del empleo para los dominicano­s.

Quiero reiterar en este artículo, no somos antihaitia­nos, no somos xenófobos, no tenemos ideas extremista­s, no discrimina­mos a nadie por raza o color de piel; sólo somos ciudadanos dominicano­s que queremos preservar nuestro país, su territorio, su cultura, su religión, sus valores más preciados. Estamos convencido­s de que ninguno de los índices de desarrollo humano de nuestro pueblo podrá mejorar en las próximas décadas, si no detenemos la masiva invasión haitiana y los funestos planes internacio­nales y nacionales que procuran fusionarno­s con Haití.

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