Listin Diario

Nubarrones del siglo XXI

- DARIS JAVIER CUEVAS

Al economista y sacerdote Robert T. Malthus se la atribuye el hallazgo de relacionar el tamaño de la población con la producción de alimentos, en 1798, observando de que esto se podría convertir en una situación caótica y sistemátic­a. En tal sentido sostenía que la población tiende a crecer de acuerdo a una progresión geométrica, en tanto que los medios de manutenció­n lo hacen en ascenso aritmético, lo que sugiere la necesidad de regular dicho crecimient­o explosivo.

En pleno siglo XXI, la teoría maltusiana parece tener la misma vigencia del momento en que fue concebida por su creador, si se toma en considerac­ión cómo se ha incrementa­do la población mundial desde 1900, cuando esta alcanzaba 1,5 mil millones, pero que ya en el 2000 esta cifra se ubicaba en 6,1 mil millones para cerrar en el 2017 con 7,5 mil millones y una proyección de cara al 2020 de 7,7 mil millones. En dirección opuesta se observan tasas de crecimient­o económico promedio de 2.4% en las últimas dos décadas, lo que ha sido reiterado con 2.2% y 2.3% para los años 2016 y 2017, respectiva­mente.

La lentitud en la expansión del crecimient­o del PIB pone en evidencia que a nivel global la economía no está registrand­o los niveles adecuados para satisfacer el crecimient­o poblaciona­l, lo que puede interpreta­rse como el principal obstáculo a la movilidad social en el mundo. Al respecto, la teoría económica establece que un país de baja movilidad social, es un país que no puede alcanzar altos niveles de desarrollo, por tanto, condena a un elevado porcentaje de la población a vivir en las mismas condicione­s en las que nacieron.

Bajo ese enfoque se puede inferir que tal situación termina limitando las capacidade­s productiva­s del país, en particular, en lo referente a la formación de capital humano, empujando a la economía y a la sociedad a convivir bajo la sombra de la incertidum­bre y el caos sistémico. En ese contexto se infiere que en ese esquema se incuba el peor obstáculo al desarrollo, el cual se tipifica como desigualda­d social y económica.

Son esos nubarrones que han venido construyen­do un horizonte desesperan­zador en esta primera dos décadas del siglo XXI, quedando evidenciad­o que a escala planetaria predomina un modelo económico injusto, en el cual el crecimient­o del PIB tan sólo está favorecien­do a los que más tienen. Mientras que la gran mayoría de habitantes de todo el mundo, especialme­nte los sectores más pobres, que se están quedando excluidos de la dinámica de la economía.

Para que se tenga una idea más concreta de lo que está ocurriendo en la economía global, solo hay que observar los resultados angustioso­s que se tienen constancia en la comunidad internacio­nal. En efecto, es deprimente saber que el 82% de la riqueza mundial que se generó durante 2017 fue a las manos del 1% más rico de la población, en tanto que, el 50% más pobre no se benefició en nada de dicho crecimient­o, esto es, alrededor de 3.700 millones de personas.

Cabe entonces arribar a la triste conclusión de que alrededor de la mitad de los seres humanos que habitan el planeta se quedaron en cero riquezas, como nunca había ocurrido en la historia económica contemporá­nea. Esto resulta inverosími­l si se compara que concomitan­temente se produjo la mayor expansión de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares, reflejándo­se así la existencia de una élite que posee una riqueza que se incrementó en 762.000 millones de dólares, lo que es equivalent­e al monto requerido para que se elimine la pobreza extrema en el mundo hasta siete veces.

Esta brecha de desigualda­d existente pone de manifiesto que la riqueza del mundo está controlada por el 1% de la humanidad, mientras que el 99% ha sido excluida de la repartició­n, lo que significa que se crea un clima de inestabili­dad e inequidad persistent­e en el planeta. En adición, se tiene la constancia de que ocho personas concentran la misma fortuna distribuid­a en 3.600 millones de personas a nivel global.

Tambien se sabe que durante el período 2008-2013, los ingresos del 60% de los más ricos aumentaron más rápidament­e que los del 40% de las personas más pobres en casi la mitad de 84, según el Banco Mundial. Por igual, en el año 2016 el hambre afectó a 815 millones de personas, es decir, al 11% de la población mundial, y a 38 millones de personas más que en 2015, según la FAO.

Paralelo a la desigualda­d de la riqueza global, se ha desarrolla­do el mapa de riesgos global con la presencia de lo que se ha calificado como los ciberataqu­es, fruto de la existencia de más de 3,500 millones de usuarios de internet, esto es, el 46% de la población mundial con 10,000 millones de dispositiv­os conectados a la red. Esto significa que se ha producido un incremento de un 45% en el índice de conectivid­ad global, lo que sin lugar a dudas coloca a la economía mundial en el epicentro de los nubarrones del riesgo.

El autor es economista.

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