Palpables resultados en salud
Dos hechos impulsan a las autoridades de salud hacia los medios en estos días: a) la necesidad de completar la visión sobre el desempeño ministerial presentado necesariamente fragmentado en el discurso de Rendición de Cuentas del Presidente de la República el pasado 27 de febrero, y b) responder la imputación de sistema colapsado que importantes profesionales de la medicina lanzaron sobre el sector desde la atalaya que es el Desayuno de este diario.
No es secreto que hay problemas en la salud, y la ministra es la primera en conocerlos, pues tiene las estadísticas del sector en su totalidad y una gestión privona de su seriedad y transparencia.
No puede ser de otro modo. A los ojos de todos están las situaciones que viven los pacientes pobres en los hospitales, el gran talón de Aquiles de la salubridad pública, a falta de las unidades de atención primaria requeridas. El resultado: indicadores de salud que se resisten a caer, mejorando.
El informe presentado es un argumento fuerte de que salud es más que hospitales. Aunque no hay salud de calidad ni suficiente sin servicios hospitalarios eficientes, sin los recursos financieros necesarios, sin calidad en la atención y servicios que en se ofrecen y realizan los médicos y los centros.
La presentación que a la Presidencia y al país ofreció la ministra de salud parten de una visión macro del sector: la salud colectiva, responsabilidad del ministerio, la única por la que puede ser juzgado. Lo hospitalario, se recuerda, compete al Servicio Nacional de Salud (SNS). Para ello fue investido de autonomía jurídica y de su presupuesto, y se le definió como demarcación en la cual el paradigma de la infalibilidad gerencial y resolutoria adquiere dimensión de panacea de las deficiencias de un sistema complejizado por el bajo presupuesto y otra hórrida cultura de servicio.
Los problemas actuales de la salud no son responsabilidad de una ministra, aunque sí del ministerio. Ella añade segundos a cada minuto para hacer más eficiente el cumplimiento de la responsabilidad puesta a su cargo en una situación complicada aún más por la disposición de intervenir 56 hospitales públicos a la vez, con las implicaciones gravosas que eso lanza a los pies de esa esperada capacidad resolutoria y gerencial de la calidad y garantía de las atenciones y los servicios de los centros públicos.
El “Informe de gestión año 2017” presentado anteayer por la Dra. Guzmán Marcelino apunta hacia aspectos que pocos toman en cuenta y que en medio de la interconectividad, la marginalidad y hacinamiento profusos en que viven millones de dominicanos y la densa inmigración que sufre el país adquieren una importancia vital: lo sanitario, la salud colectiva.
En esta perspectiva debe evaluarse al ministerio. Es el campo en que debe presentar hechos. El SNS, por lo relativo a los hospitales; los médicos y enfermeras, por la calidad de la atención; la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE), por la infraestructura hospitalaria; el congreso, por el presupuesto y los fondos disponibles… Cada actor vinculante cargando su cruz…
En su desempeño rector y garantista de la salud colectiva, Guzmán Marcelino presentó logros que, por demás, son ostensibles. Conoce los retos, los indicó, quitando el dedo de entre el sol y el ojo.
Sus logros incluyen, como resalta el Editorial de este diario del 14 del corriente mes de marzo de este año 2017, que en la situación que enfrenta el sector “hay indicadores que muestran que el país ha avanzado en algunos aspectos, como la reducción de la mortalidad prematura, materna e infantil; en las causadas por el VIH y por enfermedades diarreicas, por malaria, dengue, cólera y meningitis”.
Quizás algunos tomen como recursos teóricos y retóricos los avances resaltados por las autoridades. Sin embargo, sin ellos no cobrarían vigencia, espacio ni fuerza, actividades como el fortalecimiento de una autoridad sanitaria garantista de la salud pública. Son más que palabras. Sin esta es imposible fiscalizar y regular la calidad e inocuidad de medicamentos, alimentos y productos. Sin su aplicación, incrementa el riesgo de enfermar de los pacientes de los centros de salud, de comunidades enteras y de la población. Sería como si el sistema de salud norteamericano no contara con el Departamento de Salud y Servicios Sociales, ni con la Administración de alimentos y drogas ni con el Instituto Nacional de Salud. Y más: que fueran los responsables de la calidad de la atención y de los indicadores de salud.
Otros avances en Salud Pública son elocuentes. Especialmente, la supervisión de la salud colectiva: de una práctica inexistencia en el 2014, sus actividades crecieron en proporciones significativas en 2017. Veamos. Las inspecciones ordinarias: 15.13 veces o 1513.16% más; las por denuncias: 14.4 veces o 1840% por encima. Las verificaciones de carga in situ, a productos para consumo humano o animal que ingresan por los puertos nacionales: de no existir (cero) a 217. Igual los productos evaluados en etapa de comercialización: de cero a 3397, y la realizada a las importaciones especiales: de 5 a 67 (13.4 veces o 1340%). De un riesgo absoluto a un riesgo mucho menor. Pero aunque nadie quiere controles, tampoco desea el efecto de sufrir por su inexistencia.
Que las enfermedades transmisibles y ciertas mortalidades cayeran en -30% y -89% resultó del rol que la vigilancia epidemiológica adquirió en la gestión de Guzmán Marcelino, con más de un 80% de eficiencia. También, de los programas de vacunación: con sus 166,045 dosis aplicadas a menores de 12 a 23 meses contra el sarampión, la rubeola y la parotiditis; las 204,992 contra la tuberculosis (BCG) y las 341,150 dosis contra la poliomielitis, aplicadas a menores de 1 año. He ahí por qué mueren o enferman menos niños. Aun sabiendo que más vacunas deben ser accesibles para todos.
También sobresalen la baja de la letalidad del dengue: de 0.72% a 0.08; el cambio de modelo de atención psiquiátrica y unidades de intervención de crisis, con resultados que igualan o superan el regional; el aumento de beneficiarios del programa de medicamentos de alto costo: de 8,753 a 18,494 (2.11 veces o 211.29% más), evitando el empobrecimiento de al menos 9,741 personas o familias por enfermedades catastróficas. Y aunque tampoco ahora haya más espacio, hay muchos logros más.