Sacrificio de Cuaresma
Algunas personas acostumbramos entregar algo que nos gusta como sacrificio de Cuaresma, para de alguna forma convencernos de que hacemos algo en agradecimiento y compensación por el sufrimiento de Jesús. Sin embargo, la mayoría de las veces la entrega funciona como los mensajes subliminales, que esconden la verdadera intención, porque el “desprendimiento” resulta en un velado recurso que nos favorece para alcanzar otra meta. Por ejemplo, mi hija, que ha heredado mi costumbre, me confiesa que en esta cuaresma dejó los chocolates que adora, y que espera que el sacrificio la ayude a bajar de peso. Yo par- ticularmente, en ocasiones he dejado los dulces, el arroz, el pan, y otras cuantas cosas que me cuesta suprimir de mi dieta, así que amparándome en la abstención de cuaresma, me privo de algunos gustos, agrado a Dios, y al mismo tiempo rebajo algunas libritas. O sea que mato dos pájaros de un tiro, y el Señor está conforme.
Lo mismo pasa con nuestra limosna. Aprovechamos para limpiar los closets y damos lo que nos sobra, no nos gusta, no nos sirve, o nos estorba, y así fingiéndonos buenos cristianos, creemos que al alivianar nuestra casa, también cumplimos con Dios. ¿A quién engañamos vendiéndonos como servidores de Dios, cuando en realidad no lo somos? Damos con miedo unas cuantas monedas, y creemos que ya cumplimos con nuestro deber. Pero compartir nuestra pobreza, y despojarnos de lo que realmente vale para nosotros, eso es otro cantar. Creo que es tiempo de reflexionar en el mensaje del papa Francisco: “Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.