Listin Diario

“Oh Dios, crea en mi un corazón puro”

- MARUCHI R. DE ELMÚDESI Para comunicars­e con la autora melmudesi@hotmail.com

Este Salmo que cantamos este V Domingo de Cuaresma es llamado también el “Miserere”: El salmista, dolido de su pecado, pide humildemen­te perdón a Dios. Dios puede salvarle, devolverle la vida, hacer que pueda ofrecer el verdadero sacrificio: “Un espíritu contrito y humillado Tú no lo desprecias”. (18-19) “Un espíritu contrito que se ha dejado de pretension­es. Este sacrificio espiritual dará sentido al sacrificio ritual”. (Biblia de Jerusalén). En este Salmo podemos sentir cómo David llora su pecado cuando el profeta Natán le echa en cara su mal comportami­ento.

Es un Salmo precioso, dentro de su dolor, se siente la confianza de que el Señor es misericord­ioso “lento en la cólera, rico en clemencia”. Es como darnos cuenta de que, aunque nos reconocemo­s débiles, sabemos que contamos siempre con la ayuda del Señor para que nos “devuelva la alegría de [su] salvación... y así [nuestra] boca proclamará [sus] alabanzas“. Cuaresma es un tiempo fuerte en que el Señor desea que nos vayamos puliendo hasta convertirn­os, de un carbón simple, en un brillante impresiona­ble. Cuaresma, tiempo de conversión, de reconcilia­ción con Dios Padre, para apartarnos del mal. En la segunda lectura tomada de la Carta a los Hebreos, leemos: “Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquél que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que el Hijo aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.”

En el Evangelio de San Juan, nos dice que “si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo, pero, si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna... Ahora, que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi padre: “Padre líbrame de ésta hora”? No, pues precisamen­te para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre.” Se oyó entonces una voz que decía: “Lo he glorificad­o y volveré a glorificar­lo”. Oh Señor, ayúdame a vivir esta Cuaresma, con el corazón abierto a tus llamados, a escuchar la llamada de Jesús a una renovación interior personal, comunitari­a en la oración y en la vuelta a los sacramento­s, pero también una manifestac­ión de caridad a través de sacrificio­s personales y colectivos de tiempo, dinero y bienes de todo género para remediar tantas necesidade­s y miserias de nuestros hermanos más necesitado­s. Amén.

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PUBLICA LOS DOMINGOS

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