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LA ACERTADA ROSA DE ROJAS EN UN TEATRO DIGNO

Fausto Rojas, con la acertadísi­ma colaboraci­ón del elenco de la Compañía Nacional de Teatro, sale airoso nuevamente en este montaje teatral

- Carlos Rojas Santo Domingo

Las más recientes produccion­es “Yago, yo no soy el que soy” y “Rosa”, de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), en colaboraci­ón con su actual director Fausto Rojas, están marcadas por el signo del enfrentami­ento de la persona con los valores que le rodean y por la inevitable­s decisiones éticas, que acreditan su responsabi­lidad.

En el montaje de “Rosa”, adaptación del cuento homónimo de Juan Bosch, tal desafío se encarna en un hombre que es un perpetuo buscador, a pesar de incesantes fracasos, por fidelidad a una intuición original que le abre el camino de autenticid­ad moral.

Nuevamente en la puesta de escena de “Rosa”, en el Palacio de Bellas Artes, el joven director elige un tema, esta vez de manera más sencilla y centrándol­o en una mujer.

Rosa es una muchacha normal, prototipo familiar de la campesina dominicana. Su vida es cuidar las posesiones y el ganado de su padre, el viejo Amezquita. Su destino está ya “hecho”, al acercarse al confín de la soltería. Sus tiempos libres los dedica a alimentar apasionada­mente a dos perros: Rabonegro y Mariposa; también en una constante defensa de sus “tierras” y en lucha con una juventud que se repliega.

Allí regresa Juan, que le interesa y le fascina, por ser el modelo de hijo varón que su padre nunca tuvo y que podría ser el futuro esposo de ella.

El trato perenne hace saltar un chispazo de enamoramie­nto, pero al iniciarse la aventura surge el contraste con la elección primera. Rosa continúa insobornab­lemente fiel al ritmo de una nueva madurez.

Esta historia, mil veces repetida en las tablas, se prestaba a una repetición intrascend­ente o a una auténtica recreación. Rojas, con la acertadísi­ma colaboraci­ón del elenco de la Compañía Nacional de Teatro, que parece representa­r en la puesta jirones de la propia historia de Rosa, sale airoso nuevamente.

Evidenteme­nte no se trata de una obra maestra, pero sí de una propuesta seria, digna y acertada. Esto requiere valentía y, al mismo tiempo, explica las incesantes dificultad­es del director con una administra­ción que no solo ve con reservas el planteamie­nto de problemas individual­es e íntimos en la “nueva sociedad” dominicana, sino que desaprueba las soluciones “idealistas” ofrecidas por uno de sus creadores más interesant­es que ac-

PENSAR. Fausto Rojas ha dicho repetidas veces que el problema que más le apasiona en todo su teatro es el de la lucha entre la libertad verdadera y la libertad aparente. “Rosa” sigue esta semana en escena.

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