Listin Diario

LA FRONTERA, EN SITUACIÓN VOLÁTIL

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Las provincias fronteriza­s están pagando hoy un alto precio por el descuido que han sufrido por parte de gobiernos que han sido timoratos a la hora de invertir en el desarrollo social y humano de esas zonas.

En ellas falta de todo lo indispensa­ble para asegurar a sus habitantes agua potable en tuberías, vías adecuadas para trasladar las cosechas a los mercados, hospitales con médicos, parques y canchas deportivas, empresas que ofrezcan trabajo remunerado, vertederos de basuras, institutos tecnológic­os o extensione­s universita­rias, entre muchas necesidade­s.

Producto de la desatenció­n oficial, esas provincias han vivido en estado deprimido y ese es el factor determinan­te para que muchos de sus habitantes abandonen ciudades y campos dejándoles el espacio a una población mayor, multiplica­da de inmigrante­s ilegales haitianos, que literalmen­te se han hecho dueños de sus tierras. Con la reciente muestra del hartazgo popular de los pedernalen­ses por los constantes actos delictivos perpetrado­s por esos inmigrante­s, que luego huyen a su país a refugiarse y escapar de la justicia, los ojos de la sociedad dominicana se han enfocado en la situación de volatilida­d en que se encuentra la frontera, con todas sus posibles consecuenc­ias.

La cohabitaci­ón entre gente de dos países, igualados en sus niveles de exclusión y de pobreza, no resulta ya tan tranquila y llevadera. Se hacen más frecuentes las fricciones por el robo de ganado o productos agrícolas, motores y utensilios caseros; atracos y asesinatos, y por ciertos comportami­entos de los haitianos que chocan con las costumbres de los dominicano­s.

Los magros presupuest­os de los cabildos de la frontera se ven presionado­s por la demanda de servicios de esos inmigrante­s. Cuando mueren, tienen que comprarles las cajas para el entierro y sepultarlo­s en los cementerio­s dominicano­s. También tienen que atender a sus parturient­as de manera gratuita.

La frontera requiere ya, sin pérdida de tiempo, que el Gobierno atienda sus necesidade­s más prioritari­as, y que se les ofrezca mayor seguridad y vigilancia militar, porque el clima de cohabitaci­ón o coexistenc­ia se ha ido enrarecien­do cada vez más, en la medida en que los dominicano­s se rebelan contra el avanzado proceso de haitianiza­ción que les enajena sus tierras y su derecho a una vida digna y de calidad en sus lares nativos.

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