Listin Diario

Error en los curas y el amor

- ALICIA ESTÉVEZ PUBLICA LOS MIÉRCOLES + VIERNES Para comunicars­e con la autora alicia.estevez@listindiar­io.com

Dije antes que escribo esta columna desde hace 18 años. En ese tiempo, no había necesitado aclarar mis artículos, ahora, en pocas semanas, me veo precisada a hacer una aclaración por segunda vez. Voy a referirme a un error cometido en la columna “Los curas y el amor”. Tratándose de un tema delicado, hilvané como filigrana mis pateamient­os porque soy católica, hago vida de comunidad y, como cristiana, me someto a la autoridad de los sacerdotes que son nuestros pastores. Lo que no quita que, como periodista, exprese mi opinión. Acertada o no.

El asunto es que escribí esa columna a propósito de las acusacione­s, y contraacus­aciones, entre religiosos sobre paternidad­es, sin que me conste que ni uno ni otro lleve razón. Intenté exponer mi punto de vista sobre las relaciones de pareja que pueden surgir entre sacerdotes y mujeres adultas. Lo que digo es que, mientras la iglesia no lo permita, no es legítimo. Lo publicado, en la versión impresa del Listín, contiene mis planteamie­ntos al respecto pero en la versión digital se cometió un error. Allí el escrito empezaba con la frase: “Es terrible envejecer con odio junto a una pareja…”. Esa frase pertenece a un artículo antiguo que, al parecer, estaba en la caja, así le llamamos al espacio virtual donde se monta la columna, y sacaba de contexto todo lo que digo. Parece que afirmo que unirse a un sacerdote significa envejecer con odio y que la pareja terminará convirtién­dose en adversario­s. En realidad, esa afirmación correspond­e a la columna “El infierno de Lucrecia”, publicada el 28 de septiembre del año 2012, en la que me refería a una pareja de viejitos cuya vida en común se había vuelto insostenib­le.

Nada, en cuaresma pasan muchas cosas raras, incluyendo que yo, que acostumbro a releer mi columna el día que sale, para confirmar que está como la hice, no la busqué hasta este domingo cuando reparé en el error. Pido disculpas por lo ocurrido y, ruego a Dios, que no se vuelva a repetir.

Soy responsabl­e de lo que digo, guste o no, pero no de lo que parezco decir fruto de un desafortun­ado desliz. De nuevo, mis excusas a quien se haya sentido herido. Lo siento.

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