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En la diana

- Segundo Tiro ROLANDO REYES Tercer Tiro

Primer Tiro. El panorama macroeconó­mico es claro, puede ser visto por todos los actores, y se esperaría que reaccionen tomando en cuenta las posibles estrategia­s de los responsabl­es del diseño de la política macroeconó­mica. Si ese panorama es visto en su totalidad y es interpreta­do correctame­nte, entonces las prediccion­es y posibles cambios en la posición de la política monetaria también deberían quedar evidenciad­as por el razonamien­to y los fundamento­s del análisis macroeconó­mico. Con riesgo de inflación sesgado al alza, con una tasa de devaluació­n en la frontera del promedio esperado para todo el año, y con la intensific­ación de un proceso de normalizac­ión de la política monetaria en Estados Unidos que la llevaría a una posición restrictiv­a, el balance de cambio en la posición de la política monetaria del Banco Central estaría sesgado hacia la restrictiv­idad.

Pero con un riesgo de crecimient­o sesgado a la baja, con altísimo nivel de reservas internacio­nales que reduce significat­ivamente la presión cambiaria determinad­a por las condicione­s monetarias, y con una devaluació­n esperada por los mercados internacio­nales por debajo de la esperada en el mercado local, el sesgo seria expansivo.

La inclinació­n de la balanza de la política monetaria podría ser influencia­da por las diferencia­s de expectativ­as de devaluació­n entre el mercado internacio­nal y el local. Pero la misma no tiene el poder mesiánico necesario para permitir que el gran hoyo negro que existe entre el mercado internacio­nal y el local permita pasar la luz que dejaría ver la esencia del panorama macroeconó­mico. Creer en una política monetaria mesiánica es creer que si la misma es neutra, expansiva o restrictiv­a, el crecimient­o y la inflación se mantendrán inalterabl­e, se expandirán o se contraerán de manera automática. Aunque no se puede pecar de un exceso de confianza en el poder de la política monetaria, las caracterís­ticas del panorama actual son claros en cuanto a las posibilida­des de cambio en su posición actual, en las cuales las fuerzas determinan­tes serán las que influyen en la inflación esperada. Aunque la política monetaria no tenga el gran poder mesiánico que algunos le quieren atribuir, su capacidad para controlar la inflación de origen monetario, y para inducir ajustes en las expectativ­as cambiarias y monetarias cuando estas están desalinead­as, no está en discusión, y puede emitir luz suficiente para ver a través del hoyo negro.

El ritmo de devaluació­n actual y las expectativ­as cambiarias del mercado local no son consistent­es con la composició­n de las fuerzas determinan­te del panorama macroeconó­mico. La diferencia de rendimient­o entre los bonos globales y los internacio­nales podría jugar un papel fundamenta­l en el ajuste que se producirá en el ritmo de devaluació­n y en las expectativ­as locales. Si el ritmo de devaluació­n se mantiene, el pronóstico para todos los bonos globales es de caída de precios y aumentos de rendimient­os, es decir, aumentos en el costo del refinancia­miento internacio­nal de la deuda pública.

Con el nivel actual y esperado de reservas internacio­nales y de la oferta monetaria del Banco Central, una devaluació­n por encima del 4% colocaría el tipo de cambio por encima de su nivel de equilibrio de corto plazo, el sesgo inflaciona­rio se incrementa­ría, y la balanza de la política monetaria se inclinaría con fuerza hacia una posición restrictiv­a. El gran hoyo negro de las expectativ­as desalinead­as no impide ver con claridad el panorama.

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