¿Con Leonel?… ¡Nada!
Con alguna frecuencia suelo preguntarme cuáles cosas pasaron para que Hipólito sienta esa animadversión tan grande por Leonel. Nunca he hallado respuesta lógica, y aunque hurgue en mi archivo mental no alcanzo a entender por qué Hipólito es capaz de reconciliarse con cualquiera -“hasta con el diablo”, como ha dicho-,
¡Menos con Leonel!
El tema es más difícil de entender por tratarse de una figura extrovertida como Hipólito, espontáneo, sincero, siempre resuelto a ver a la gente sin medir mucho las consecuencias más allá del factor humano. Más aún porque “en la viceversa” no se produce similar reacción: por lo menos públicamente, Leonel se refiere con mucho respeto a Hipólito. El pasado Jueves Santo que vino a casa a verme, toqué el tema con Hipólito muy superficialmente, pero no hablando de Leonel sino de Danilo. “Por Danilo siento profundo respeto, y hemos mantenido una relación armoniosa… Pero con el otro, no”. Obviamente, “el otro” es Leonel.
Como era Jueves Santo y confieso que me hizo mucha ilusión la generosidad de Hipólito al visitarme en mi casa por mi estado de salud, no quise entrar en consideraciones sobre un tema al que aspiro a tratar con él -ojalá pueda ser con ambos-, en una próxima ocasión, tal vez cuando estemos en el fragor de la campaña electoral próxima.
Esa distancia aparentemente insalvable entre Hipólito y Leonel comenzó en la campaña electoral del año 1990, siendo el primero candidato vicepresidencial de Peña Gómez por el PRD, mientras Leonel despuntaba como joven promesa de la política urbana y la academia. Bosch estaba ya muy enfermo y la mayor responsabilidad de la campaña de calle recayó en los jóvenes peledeistas que colocaron su partido en lugar cimero. Luego, ambos llegaron al poder: Leonel seis años más tarde; Hipólito, 10 años después. El alejamiento se incrementó antes que atenuarse y no ha sido superado a pesar del esfuerzo que han desplegado amigos comunes…
Personalidades opuestas
Hipólito Mejía y Leonel Fernández tienen personalidades opuestas: Hipólito es informal, dicharachero, divertido, ameno entre sus amigos y seguidores. Leonel, en cambio, es un dechado de sobriedad, es formal, discreto y entre sus íntimos se habla que aún cuando tiene inclinación por la “bohemia seca” canta, toca guitarra, declama, pero no ingiere alcohol-. Es probable que este último sea uno de los escasos puntos coincidentes entre Hipólito y Leonel. Si a Leonel le preguntaran si le gustara tocar algún instrumento musical, probablemente hable del arpa; si hacen lo mismo con Hipólito, diría que la tambora, un instrumento que atropella con maestría y naturalidad. Sobre la ingesta alcohólica, Hipólito tiene la ventaja sobre Leonel que a veces “se lo unta”… Pero Leonel, ni eso…” Ninguno de los dos tiene o ha tenido afición por el alcohol. Mientras Leonel dedica buena parte de su tiempo a la lectura, Hipólito prefiere el contacto directo con la naturaleza, con la agricultura, con la zona rural. Se trata de dos personalidades en las antípodas de las preferencias sociales, culturales, literarias… Probablemente Hipólito prefiera un buen sombrero tejido en fibras puras debajo del agua en un río del Ecuador a un “masacote de letras” con Los Siete Tratados de Juan Montalvo. Leonel, en cambio, posiblemente elija la histórica obra literaria.
Los años de Hipólito
Hipólito tiene 77 años de edad, nació en 1941 en Gurabo, hoy en los suburbios de Santiago pero en aquella época un campo sin luz. Es uno de los personajes políticos de mayor gravitación de las últimas tres décadas.
Aunque se trata de una persona rudimentaria, su inteligencia lo catapultó al poder y le mantiene vigente casi a los 80 años de edad disputándole la candidatura presidencial de su partido a un joven de 50 años.