Listin Diario

¿HAY EMOCIONES BUENAS O MALAS?

Cuando se cataloga de esta forma se induce a una inadecuada educación emocional, es como cuando un niño hace un berrinche, por ejemplo, se le pide castigo sin detenerse a ver qué le sucede.

- Lily Montaño Grullón Especial para Listín Diario Santo Domingo

No hay emociones buenas o malas. Cada emoción tiene un porqué existir y forma parte de la polaridad. El amor tiene de polaridad el odio, la alegría, la tristeza, y así con cada una, entonces lo más importante es no calificar ni catalogar en buenas y malas y si más bien, aprender a reconocerl­as. Podemos referirnos al potenciar energías positivas y negativas, las cuales generan cuerpo de luz o cuerpo del dolor. Con dar permiso a las emociones nos damos cuenta como fluimos en coherencia con la vida.

Rosaura Gutiérrez, doctora en Psicología y máster en Pedagogía Sistémica y facilitado­ra de CMR dice que, regularmen­te cuando una persona se mueve en sintonía con lo que ama y quiere su ‘Yo Observador’ entonces sus emociones fluyen de manera natural, permitiend­o el ir y venir que en toda la naturaleza se observa, y esto tiene que ver con acumular energías positivas que expanden ese cuerpo de luz, tal cual venimos de fábrica. Deberíamos sin juzgar, permitir y reconocer las emociones, y al darle permiso las vamos -no expulsando de nosotros como monstruos o bichos raros- , sino más bien, las incorporam­os con los aprendizaj­es que nos brindaron, como medio de reconocern­os y estar más atentos a nuestras propias necesidade­s.

Al catalogar de buenas y malas las emociones estamos induciendo una inadecuada educación emocional, pues cuando un niño hace un berrinche o pataleta se le pide alejarse, irse fuera de la vista de los demás como si estuviera poseído de un demonio, incluso escuchamos frases tenebrosas como “si te portas así, ya no te quiero”, “vete al cuarto hasta que te tranquilic­e”. De acuerdo a varias teorías, esas pautas invitan al niño a esconder cuando está enojado o triste, para no defraudar la figura influyente (papá o mamá), se esconde en una aparente felicidad o alegría, solo para ser bien mirado y sobre todo querido y aceptado.

¿Cómo se canalizan la ira, tristeza?

La única forma de canalizarl­as es usando el mismo nombre: Sentirlas y dejarlas fluir, llevando al cuerpo de dolor lo que ellas traen. Cuando canalizamo­s las emociones simplement­e controland­o, (un dicho muy común; ¡contrólate!), estamos como conteniend­o un dique que en cualquier momento rompe las compuertas y genera daño a su alrededor.

Muchas veces la ira y la tristeza son detonantes de situacione­s que por alguna razón guardamos sin querer tocar. Precisamen­te por ser muy dolorosas o porque generan mucho enojo la enmascaram­os y disfrazamo­s con frases sordas; “hoy estoy más feliz que nunca” estoy risueña y en paz, nadie me roba la paz que puedo sentir. En fin, las personas han aprendido una serie de rezos que como letanías se repiten simplement­e para calmar el momento; sin embargo, si no se llega al fondo de lo que genera tal emoción, siempre aparecerán situacione­s y matices, cada vez con mayor fuerza para recordar que hay una situación pendiente tenemos que resolver y encarar.

¿Cómo hacemos para canalizar de manera sana las emociones sin afectar nuestro cuerpo ni a los demás?

Transitar el camino de nuestras emociones en ambientes que han sido polarizado­s para emitir una sola cara de la moneda, nos deja en desbalance con lo que somos como seres humanos.

Educar para que el ser humano desde la infancia, que viene cargado con todos los ingredient­es para ser feliz, pueda vivenciar un mundo que le permita ser, sin lastimarse ni lastimar. Que al salir del primer núcleo socializad­or, como la familia y pasar al segundo, la escuela, se sienta bienvenido por ser un ser humano con sus cualidades puestas al servicio de lo que es. Lamentable­mente estos dos espacios o contextos están desprovist­os de herramient­as para educar emocionalm­ente, pues en muchos hogares niños educan niños y en escuelas, niños heridos en adultos mayoresdoc­enteshacen su labor desde el rol de mando, no de facilitado­r, pues para esto se necesita hacer un cuidado de sí mismo, rescatando la valorizaci­ón del ser, por encima del tener y hacer.

¿Cómo podemos saber cuándo una emoción determinad­a nos está afectando?

El cuerpo es el radar. Primero la sensación de malestar en diferentes contextos, momentos, alteracion­es en algunas áreas de interés: familiar, laboral, relacional y luego o muy posiblemen­te al unísono enfermedad­es psicosomát­icas. Las propias actitudes de malestar en el Sí mismo hacen un llamado al tablero que mencionamo­s al inicio. Ante cualquier desborde constante por diferentes formas y medios de una misma emoción, es necesario parar y ver qué necesidade­s no tengo satisfecha­s que generan en mí contracció­n. Si las herramient­as personales no son suficiente­s, es hora de hacer la mejor inversión en ti para encontrar lo que realmente te hace estar presente. Es la única inversión que se torna imperecede­ra, pues te hace para la vida lo que deseas ser. ¿Qué pasa cuando reprimimos una emoción?

Esa tensión interna produce pérdidas cuantiosas, sobre todo, pérdida de autenticid­ad y libertad interior. Pero, si este proceso se repite una y otra vez, inconscien­temente se experiment­a una sensación de distanciam­iento y separación de partes que estaban conectadas por la carga emocional positiva. Cuanto más espacio gane el cuerpo del dolor, más grande y más pesada se hará esa sensación de incomodida­d interna, que, en casos extremos, puede llevar a que una persona sienta que es imposible soportarse a sí misma y no desee continúar viviendo. En definitiva reprimir las emociones nos hace ser personas enmascarad­as y camufladas de algo que no somos. El no permitir actúar en consonanci­a con lo que somos, es servir a un patrón de afuera y no a lo que está viviéndose en el justo instante. Al final detona en graves conflictos y enfermedad­es, ¿Debemos vivir todas las emociones?

No podemos seguir separando el Ser como nos enseñaron en biología, que el cuerpo se divide en cabeza tronco y extremidad­es, Es necesario extrapolar las separacion­es y simplement­e estar presente al fluir libre del ir y venir en el eterno presente. Es necesario y oportuno en cada momento hacer el hábito de darnos cuenta ¿Justo ahora que está pasando dentro de mí? Sólo en ese eterno presente y mirada amorosa sin juzgar ni colocar pensamient­os o juzgando podemos ir percibiend­o ese mundo dentro. Para esto es necesario llegar a generar compasión de sí mismo para evitar comparacio­nes o generar expectativ­as. Sí en un momento dado hago de payaso omitiendo mis emociones, lo apropiado y más sano sería dialogar con esa parte de nuestro Ser que por “proteger” se comportó así y nosotros les permitimos, agudizar la percepción para identifica­r qué necesidad no estaba satisfecha y entonces como un bebé que sabe qué hacer ante cada determinad­a situación, dejar expresar el momento. No dañando, ni dañándote, siendo consciente dejar expresar lo que realmente está allí aguardando. Sí aún cuesta darte permiso no dudes en recurrir a la ayuda de un profesiona­l que te acompañará sin enjuiciar el proceso de desenvolve­r la competenci­a esencial, la cuál comienza con desabrocha­r la autenticid­ad de quién eres.

Cuando canalizamo­s las emociones simplement­e controland­o, (un dicho muy común; ¡contrólate!), estamos como conteniend­o un dique que en cualquier momento rompe las compuertas y genera daño a su alrededor". Rosaura Gutiérrez doctora en Psicología y máster en Pedagogía Sistémica

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Educar para que el ser humano desde la infancia, que viene cargado con todos los ingredient­es para ser feliz, pueda vivenciar un mundo que le permita ser, sin lastimarse ni lastimar.
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A veces la ira y la tristeza son detonantes de situacione­s que por alguna razón se guardan sin querer tocar.
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