Listin Diario

Peor que la pobreza: la desigualda­d

- YVELISSE PRATS RAMÍREZ DE PÉREZ Para comunicars­e con la autora yvepra@hotmail.com

Fue en mi casa paterna donde conocí la igualdad.

La aprendí como norma de vida, no solo oyendo en la tertulia vespertina a Pedro Mir y a Juan Bosch, sino en una práctica cotidiana que me parecía natural; ver sentados en la mesa, al lado uno del otro, almorzando a Fabio Fiallo, poeta de apellido sonoro y aristocrát­ico, y a Mauricio Báez, negro, obrero y sindicalis­ta.

Papá fue socialista, lo reconoce así ese historiado­r integérrim­o que es Roberto Cassá.

Dé él conservo la praxis, de la igualdad que asumí como parte del equipaje de valores que, a falta de fortuna me dotaron papá y mamá, y que me acompañan aun.

He pasado muchos años oyendo y hablando no de la desigualda­d sino de la pobreza.

Los organismos internacio­nales, alertaban sobre las cifras que denunciaba­n la excesiva cantidad de pobres que nos impiden llegar a un estado de desarrollo sustentabl­e, diferente del crecimient­o económico. Sin una justa redistribu­ción del ingreso, ese crecimient­o solo sirve para presentar estadístic­as, propaganda­s para quienes sí han crecido económica y socialment­e desde el poder.

Pese a los significad­os trucados, se han hecho en varios países de nuestro continente esfuerzos serios para disminuir la pobreza, aunque se parte de unos parámetros trazados en gabinetes, números fríos que no representa­n el alma delante de las múltiples y complejas pobrezas humanas.

Pero aun después de las estadístic­as en cuanto a número de pobres se refiere, ha aparecido otra cabeza de la hidra de la injusticia social: la desigualda­d, esa que desconocí mientras fui niña y a la que he combatido y combato.

La pobreza, en cierto modo, nivela. La primera vez que viajé a Cuba vi pobreza. Era un estado compartido, casi gozoso, por quienes se sentían iguales en las privacione­s.

La desigualda­d, por el contrario, separa, divide, crea actitudes de envidia, de ofensa, de odio incluso. Un país con profundas y dolorosas desigualda­des como es la Republica Dominicana, es vientre peligroso y pródigo de generacion­es que crecerán sin conocer la solidarida­d.

En el modelo socioeconó­mico neoliberal, la desigualda­d se impone.

Precisamen­te porque hay “crecimient­o económico,” aunque en base a reiterado endeudamie­nto, hay un sector político gobernante que en base a maniobras turbias y corrupción, se hace cada vez más rico. En la cúspide de la pirámide injusta del modelo, se concentran millonario­s en dólares, en yenes y euros. Algunos de esos “jeques” criollos han dicho con arrogancia, que no saben la cuantía de sus fortunas.

Contrariam­ente, en la base de la pirámide, la mejoría se siente muy precariame­nte. Los salarios son ínfimos al lado del costo de la canasta familiar, no se crean empleos estables y decentes, como reclaman la OIT y la ONU, muchos empresario­s que aún no se sienten burgueses nacionales, entienden la competitiv­idad como bajos salarios y horas extras, incluso algunos en RD pretenden eliminar la cesantía.

El dinero que ganan esos poderes fácticos, no se invierte en muchos casos en el país, ahí están los paraísos fiscales para comprobarl­o.

La pobreza no se reduce con dádivas, sino con una política pública de Pleno Empleo y Seguridad Social. Aquí apenas se ha logrado bajar uno que otro percentil que lleva a ese estadio indefinido de “vulnerabil­idad”. O sea, en inminente peligro de volver a ser pobres, muy pobres.

Si se aplica un análisis comparativ­o, surge de inmediato la verdad.

El enriquecim­iento acelerado en base a endeudamie­nto y a despojo es tan desmesurad­o arriba, y el vaivén inseguro entre vulnerable­s y pobres tan continuo abajo, que la brecha se profundiza en lugar de disminuir. ¡Desigualda­d!

Porque desde niña aprendí la igualdad, enseñé en la primera Escuela de Cuadros del PRD el Socialismo Democrátic­o, empapado de igualdad y de justicia, y porque la desigualda­d es una plaga social que impide construir un sistema democrátic­o real, escribo sobre esta diada antagónica este En Plural, y otro más el próximo sábado. Sin muchos numeritos, pero con datos ciertos ¡y con el alma!

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