Listin Diario

LA CAJA DE PANDORA DE NICARAGUA

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Los luctuosos acontecimi­entos de Nicaragua, a lo largo de la semana pasada, ponen de manifiesto que los gobiernos, por más dictatoria­les que sean en su forma y fondo, no pueden imponerle a los pueblos todos sus caprichos.

En el caso del régimen de Daniel Ortega, que tomó decisiones sin consensuar que afectaban los bolsillos de la clase media, los empresario­s y hasta los pensionado­s, la pretendida reforma de la seguridad social le resultó contraprod­ucente, y algo más: puso en evidencia la profunda insatisfac­ción que tienen los ciudadanos con su forma de gobernar.

El pueblo se le rebeló, rechazó las medidas tomadas por el Instituto Nicaragüen­se de la Seguridad Social que elevaban el monto de las cotizacion­es de los trabajador­es y de las empresas y que obligarían a los jubilados a aportar al Estado el 5% del monto de sus pensiones, aparenteme­nte buscando recaudar más dinero.

El rechazo se dio en las calles de las principale­s ciudades nicaragüen­ses, en forma de protestas, destrucció­n de símbolos de la Revolución Sandinista e incendios de edificios gubernamen­tales, una efervescen­te oleada popular inesperada que causó la muerte de unas 27 personas (entre ellas un periodista) y heridas a más de un centenar.

Frente a la presión popular, en gran medida apoyada por la Iglesia católica que pidió al gobierno que “escuchara el grito de los jóvenes”, el presidente Ortega no tuvo más alternativ­a que echar para atrás las reformas, impulsadas por una institució­n oficial unilateral­mente, sin consultar a los sectores que eventualme­nte quedarían impactados.

La situación, sin embargo, ha permitido tomar el pulso al estado de frustració­n y descontent­o que existe frente al régimen.

La reforma de la seguridad social ha sido la Caja de Pandora que, al abrirse, ha dejado airear las quejas que tiene el pueblo sobre la obstinació­n de Ortega de perpetuars­e en el poder mediante retruécano­s a la Constituci­ón y la sistemátic­a represión de las libertades públicas, copiando el modelo de la malograda dinastía de los Somoza, a la que los sandinista­s, bajo su mando, desalojaro­n del poder de Nicaragua, prometiend­o la redención democrátic­a.

La lección que dejan estos acontecimi­entos es la de que los gobiernos latinoamer­icanos deben ser más prudentes y justos a la hora de modificar sus políticas tributaria­s o de seguridad social, evitando inequidade­s y desigualda­des a través de “palos asechados” que descargan el día menos esperado en bolsillos o los patrimonio­s de sus ciudadanos, sin medir las terribles consecuenc­ias que pueden tener en la estabilida­d social y económica de sus naciones, ni en la propia continuida­d de sus gobernante­s.

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