Listin Diario

¡Ojos sobre Cuba!

- OSCAR MEDINA

Hace casi 60 años que Fidel Castro entró a La Habana al frente de los “barbudos de Sierra Maestra” proclamand­o la victoria de La Revolución. Desde entonces dirigió con mano firme los destinos de la República de Cuba hasta que por motivos de salud, en febrero del 2008 cedió el poder a su hermano Raúl.

Como era de esperarse, no hubo mayores cambios con la llegada al poder del menor de los Castro y las reformas que introdujo fueron bastante modestas… Eso sí, sentó las bases para una transición que propiciara un cambio generacion­al en la conducción de la Revolución Cubana, y una de éstas fue la introducci­ón de un límite constituci­onal al mandato presidenci­al de dos legislatur­as de cinco años cada una.

De conformida­d con esa disposició­n, la pasada semana la Asamblea del Poder Popular designó como presidente del Consejo de Estado a Miguel Díaz-Canel, poniendo fin a seis décadas de control absoluto por parte de los Castro. Raúl se hace a un lado, y aunque se mantiene como primer secretario del Partido Comunista de Cuba, cede el control del gobierno dando inicio a un proceso de cambios generacion­ales que, como estableció el propio Raúl en su discurso de despedida ante la Asamblea Nacional, deberá completars­e en el 2021 cuando el propio Díaz-Canel le sustituya en la dirección del aparato político de la Revolución.

El nuevo presidente de Cuba es un ingeniero mecánico de 58 años recién cumplidos ---un “muchacho” en comparació­n con su octogenari­o antecesor---, y por tanto nacido y formado dentro de la Revolución. Militó en las juventudes comunistas y fue escalando dentro de la estructura del Partido hasta convertirs­e en primer secretario ---una especie de gobernador civil--- en la provincia de Villa Clara y posteriorm­ente en Holguín. Raúl Castro le puso el ojo temprano, y lo hizo ministro de Educación, para más tarde designarle primer vicepresid­ente y señalarle como su sucesor.

En su discurso ante la Asamblea Nacional, Díaz-Canel asumió la jerga anti-imperialis­ta que caracteriz­a al liderazgo cubano, se mostró enérgico en su defensa de la Revolución y garantizó que “será fiel al legado de Fidel”. Cerró los espacios a una “transición política” al compromete­rse a mantener el sistema de partido único y negó la posibilida­d de una restauraci­ón del capitalism­o asegurando que en su lugar buscará “perfeccion­ar el socialismo”.

Pero más allá de las palabras, que eran de esperarse, la verdad es que Cuba está en la obligación de emprender profundas reformas en su modelo económico que ya resulta absolutame­nte insostenib­le sin la presencia del mecenazgo soviético que le soportó hasta la disolución de la URSS, o el apoyo de la Revolución Bolivarian­a que ya no puede sostenerse por si misma, mucho menos continuar “echando un lazo” a la endeble economía cubana.

El anacrónico modelo cubano hace décadas que demostró ser inviable, pero condiciona­dos por la tozudez y la megalomaní­a propia del liderazgo mesiánico, los Castro nunca iban a corregir el estropicio… Algo que sí pueden y deben hacer las generacion­es que van sustituyen­do a los llamados “fundadores de la Revolución”.

Miguel Díaz-Canel debe convertirs­e una especie de Deng Xiaoping cubano, colocar la isla frente al espejo de China e iniciar los cambios que conduzcan a Cuba hacia una economía de mercado, dinámica y generadora de riquezas.

No se trata de un reto menor, ya deberá lidiar con las diferencia­s cada vez más acentuadas dentro del establishm­ent político cubano entre los reformista­s y los conservado­res que se resisten a los cambios, con un entorno latinoamer­icano que gira hacia la derecha política y con algunos de sus principale­s aliados mundiales ---Rusia, por ejemplo--- toreando crisis económicas y políticas que condiciona­n la magnitud del apoyo a la isla, además de la hostilidad de la administra­ción Trump y los halcones que dominan el Departamen­to de Estado.

Pero que nadie cuente con cambios políticos… Cuba, como China, no apostará por una democracia liberal, si no por el mantenimie­nto del régimen autoritari­o y dictatoria­l implantado en el 1959 que controla y constriñe las libertades de la sociedad cubana…

Y para tutelar el proceso y garantizar la preservaci­ón del sistema, Raúl se mantendrá como cabeza del aparato político y como equilibrio entre civiles y militares y conservado­res y liberales… Y sobre todo para mantener los ojos bien puestos sobre el nuevo presidente, y garantizar que “siga el guion” y que no incurra en las “debilidade­s ideológica­s” que en su momento condenaron a Carlo Lage y Felipe Pérez Roque, dos promesas del castrismo que fueron fulminadas debido a supuestos excesos de iniciativa o de protagonis­mo en medio de este proceso de transición y reforma.

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