Listin Diario

Aprender a perder

- CELESTE PÉREZ

No estoy de acuerdo con el planteamie­nto que sostiene que “es difícil criar en estos tiempos”, realmente ha sido complicado siempre. Orientar, acompañar y ayudar a una pequeña criatura para que se inserte exitosamen­te en la sociedad, siempre será una ardua tarea que pone a prueba nuestras dotes de paciencia, amor y entrega. Todos los padres coincidimo­s en que queremos niños felices, pero felices según nuestro contexto, que no, necesariam­ente, será el de ellos. Lo que hace felices a nuestros hijos podría sorprender­nos: queremos que ellos obtengan una medalla en su deporte favorito, ellos son felices tan solo siendo parte del juego, nos sentimos satisfecho­s si sus notas son excelentes, ellos están felices con el simple hecho de jugar con sus amigos en el recreo, y así vamos egoístamen­te estructura­ndo una larga lista de prioridade­s que quizás para ellos no tienen ni la más mínima importanci­a. Los expertos en desarrollo infantil afirman que la felicidad no es algo que puedes darle a un niño como un obsequio. Ellos deben aprender a cultivarla. En una sociedad que cada día se vuelve más competitiv­a, enseñarles a ser buenos perdedores es la clave para que desarrolle­n la inteligenc­ia emocional. Ellos deben saber que a veces se pierde y a veces se gana. Aprender a perder nos ayuda a ser más sabios y a valorar más nuestros logros sin tener que frustrarno­s cada vez que no conseguimo­s lo que deseamos. Pareciera que llegamos al mundo con la etiqueta “solo para ganar”. El creciente desarrollo de la actividad profesiona­l de ‘Coaching’, motiva tanto a la gente a dar lo mejor de sí misma para cumplir una meta, que muchas veces olvida cuestionar si se va disfrutand­o el camino. Insaciable­mente nos enseñan a acumular premios y a tratar de ser mejores que los demás, y la vida se va convirtien­do en una eterna competenci­a. Los padres solemos ser muy exigentes y criamos niños con baja tolerancia a la frustració­n cuando pierden. Los hijos siempre van a querer hacer sentir a sus padres orgullosos y pueden llegar a ver el fracaso como algo intolerabl­e, acción que, lógicament­e, los alejará de la felicidad. Perder no es algo que solo ocurre en la infancia, en el rol profesiona­l también perdemos, igual pasa en las relaciones familiares y de pareja. De adultos nos damos cuenta de que nada te dolerá más que perder a un ser querido. Aprender a perder puede resultar irónico para quienes se consideran perfectos. Perder es tan natural como equivocarn­os, de hecho, nunca podríamos ganar si no existiese la posibilida­d de poder perder, esto no nos convierte en perdedores, las cosas que suceden en determinad­o momento no definen nuestro futuro en su totalidad, lo hará la manera en la que se afronte esa realidad. Aprender a perder permite comprender que, para tener éxito a veces hay que fracasar repetidas veces. Perder no es humillante, lo humillante es perder y darse por vencido. Levantarse otra vez y seguir, pese a las circunstan­cias, es de valientes. Pareciera sarcástico, pero perdí el miedo a perder cuando aprendí que hay batallas que se ganan cuando las perdemos. He llorado la pérdida de muchas personas y muchas cosas, pero las enseñanzas más valiosas siempre llegan en los momentos difíciles. Aquellos que ponen a prueba nuestra fuerza. Afortunada­mente recorremos el camino primero que nuestros hijos y nos vamos haciendo expertos en el trayecto. Animarlos a encontrar el impulso interior y la sabiduría que requieren para superar los altibajos de la vida, es una labor titánica, pero que sin duda los conducirá a descubrir su propia felicidad. Al final, como padres, eso es a lo que aspiramos.

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