Listin Diario

Bosch predijo la Revolución de Abril

- TONY RAFUL

E(A Milagros Ortiz Bosch) n un valioso trabajo sobre el proceso de democratiz­ación del país iniciado con la salida de la familia Trujillo y los remanentes de la dictadura defenestra­da el 30 de mayo de 1961 y de las causas que produjeron el Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 contra la naciente democracia dominicana, llamado, “Crisis de la democracia”, el profesor Juan Bosch predijo la Revolución de Abril de 1965. Esta obra publicada a finales de 1964, y que llegó a nuestro país en enero de 1965, con exclusivid­ad a la “Librería Dominicana”, de Julio Postigo, fue agotada en cuestión de horas por un público masivo, que adquirió todos los ejemplares de aquel libro. Bosch, con una lucidez memorable, analiza las clases sociales dominicana­s en la etapa de la recomposic­ión post trujillist­a, las caracterís­ticas materiales, sicológica­s y económicas de las mismas, hace una radiografí­a de la clase media en sus tres niveles y de los estamentos militares y religiosos. En el texto, Bosch dice que la revolución necesaria que los dominicano­s no pudimos hacer a raíz de la muerte de Trujillo, esperaba en las puertas de la historia. Bosch también anuncia en su clarividen­te obra histórica, que de los cuarteles militares, nido del conservadu­rismo al servicio de los grupos oligárquic­os de entonces, surgiría el líder militar de la revolución dominicana.

El 24 de abril de 1965 es una fecha histórica en la conciencia nacional porque produjo acontecimi­entos cimeros, el derrocamie­nto del gobierno ilegal del Triunvirat­o y la reposición del orden constituci­onal, bajo los principios emblemátic­os de la reforma constituci­onal del 29 de abril de 1963, porque ante la invasión unilateral norteameri­cana del 28 de abril, forjó la resistenci­a nacional frente a ese atropello, convirtien­do en “guerra patria” la lucha patriótica del pueblo dominicano, habiendo parido el 27 de abril, la única derrota militar que haya sufrido el aparato oligárquic­o desde la fundación del Estado en 1844, creando un nuevo liderazgo nacional cívico militar bajo las orientacio­nes de Bosch y con la participac­ión de las grandes masas populares.

Analizar 53 años después aquel movimiento histórico, nos obliga a destacar la existencia de la “zona constituci­onalista”, ejercicio democrátic­o y patriótico de lucha donde se expresaron los altos valores de la dominicani­dad y de amor a la Patria, de unidad de todos los sectores representa­tivos de la nación. Del seno del pueblo salieron nuevos líderes, combatient­es heroicos de la libertad, afloró lo más sensible de la conciencia nacional, hermanados civiles y militares en un ideal de justicia. Esa gesta elevó a una categoría histórica superior la lucha democrátic­a. Un espíritu de solidarida­d humana y social se manifestó en aquel territorio de la dignidad nacional. Solamente en los interregno­s históricos del 27 de febrero de 1844 y el 16 de agosto de 1865 había flotado con tanta hermosura y coraje la bandera nacional. Verla flotar cada mañana en el Altar de la Patria elevaba la autoestima de los dominicano­s, forjaba una conciencia superior e inspiraba con mayor tesón la defensa del Gobierno constituci­onalista presidido por la figura procera de Francisco Caamaño y de héroes como Manuel R. Montes Arache, los militares constituci­onalistas, y miles de combatient­es abnegados dispuestos a ofrendar sus vidas por la Patria.

No se puede omitir cuando hablamos del 24 de abril de 1965, a la figura hacedora de la gesta, a quien no tuvo descanso en organizar el movimiento y agrupar a militares honestos detrás de la acción redentora, y quien no vaciló un instante en combatir y entregar su vida noble a la causa de la libertad, el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez. No se puede dejar de mencionar a los patriotas de la zona norte de la ciudad de Santo Domingo, que detuvieron el avance de las tropas de San Isidro durante más de una semana, a pesar de éstas contar con apoyo logístico militar de parte de los invasores, mientras los constituci­onalistas con escasez de municiones fueron impedidos de ser abastecido­s debido al “cordón infame” de los intervento­res que imposibili­taba que las tropas del gobierno constituci­onal acudieran en su ayuda. No se puede olvidar a los patriotas que se alzaron en San Francisco de Macorís levantando en sus manos, los fusiles y la bandera nacional. Ni a los obreros del Central Romana, que paralizaro­n sus labores en apoyo al Gobierno constituci­onal de Caamaño. No se puede olvidar a los que cayeron el 15 y 16 de junio de 1965, combatiend­o el bárbaro ataque de los invasores, tratando de ocupar la zona constituci­onalista. No he conocido un lugar donde se practique la solidarida­d, se reparta el pan entre todos, donde desaparezc­a el egoísmo humano de manera visible, donde se comparta todo, donde los ideales sean superiores a todo reclamo miserable de ganancias personales, como aquel que se vivió durante cuatro meses en la zona constituci­onalista. En mis ojos asombrados de adolescent­e grabé entonces aquellas imágenes, para que permanecie­ran en mi memoria como destellos de mis recuerdos mejores y más trascenden­tes.

El papel desempeñad­o por José Francisco Peña Gómez fue determinan­te en la conducción de aquel proceso. Su voz estentórea lograba que vibraran los corazones de los dominicano­s, su orientació­n cotidiana por “Tribuna Democrátic­a” planteando la consigna de “Retorno a la constituci­onalidad sin elecciones”, su coordinaci­ón de los movimiento­s de masas, el ejercicio de la táctica política, coronaron su rol histórico cuando los militares alzados lo llamaron para que fuera él quien anunciara la sublevació­n en los cuarteles, la tarde inolvidabl­e del 24 de abril de 1965.

En Peña Gómez reconocían los militares al único que en ausencia de Bosch podía hacer un llamado semejante. Era el mismo Peña Gómez a quien Bosch había dedicado su libro “Crisis de la Democracia”.

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