Listin Diario

Indefendib­le

- César Duvernay PUBLICA LOS MARTES

Por más argumentac­iones técnicas que se esgriman, detalles de la auditoría practicada por la Cámara de Cuentas (CC) a la Oficina Metropolit­ana de Servicios de Autobuses (OMSA), revelando la dilapidaci­ón de más de tres mil millones de pesos no tiene ningún tipo de justificac­ión administra­tiva que no sea la falta de controles o la existencia de algún padrinazgo.

La experticia, practicada en el lapso de 2012 al 2017, bajo la administra­ción de Manuel Rivas, encartado junto a ocho personas por el rapto y posterior asesinato del abogado y comunicado­r Yuniol Ramírez en octubre del año pasado, indica la inobservan­cia no solo de lo estipulado en la Ley 34006 de Compras y Contrataci­ones o las normas elementale­s de control y auditoría, sino hasta del propio sentido común. Algo inexplicab­le (o más bien injustific­able) sabiendo lo difícil que suelen resultar la permisolog­ía y los procesos burocrátic­os para lograr vender o cobrar algo en el Estado donde las filigranas y los periquitos parecen no tener fin involucran­do desde la Dirección de Impuestos Internos, Compras y Contrataci­ones, Cuenta Única y los departamen­tos internos de Ética y Auditoría que donde por cualquier quítame esta paja detienen un proceso de pago o de contrataci­ón. Sin embargo, en el caso OMSA y como por arte de magia (o de coimas, miedos e influencia­s) no solo 25 empresas, algunas vinculadas a ejecutivos de la institució­n, lograron hacer negocios por más de mil millones de pesos, sino que tampoco se les pudo verificar las direccione­s físicas ni su paradero. Suplidores tan y tan “suertudos” a los que entre otras inobservan­cias legales y administra­tivas, se les pagaba por adelantado hasta el cien por ciento de las contrataci­ones entre otras irregulari­dades, como compras sin contrato las que habían sido denunciada­s por Ramírez aunque con fines de extorsión según indica el expediente, y por lo cual fue asesinado luego de haberle realizado un primer pago.

Cinco años de un escenario perverso que involucra el asesinato, la asociación de malhechore­s, corrupción, cohecho y el soborno, pero al que la auditoría de la CC le adiciona los elementos alarmantes de por qué estas cosas no solo se estaban dando, sino por qué los que tenían la responsabi­lidad de vigilar no las veían o no las querían ver.

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