Listin Diario

JCE: impedida de acatar ley primarias

- VINICIO A. CASTILLO SEMÁN

El presidente de la Junta Central Electoral, el apreciado amigo doctor Julio César Castaños, planteó en la Cámara Americana de Comercio que el costo de celebrar unas elecciones primarias generales y simultánea­s superaría los 5,600 millones de pesos, y que implicaría un enorme reto para ese organismo de comicios organizar cuatro elecciones generales, en apenas 6 meses, a partir del 17 de noviembre del año 2019; otra en febrero del 2020; otra en mayo del 2020 y una eventual segunda vuelta 45 días después.

El planteamie­nto del presidente de la JCE es una advertenci­a clara del desastre que implicaría, en el orden práctico y logístico, la implementa­ción de las llamadas Primarias Abiertas, lo que compartimo­s plenamente, igual que todo dominicano sensato que lo escuchó.

En lo que diferimos del presidente de la JCE es en que, aún a pesar de todo lo difícil y costoso que serían las primarias abiertas, la Junta estaría eventualme­nte obligada a acatar la ley emanada del Congreso. Nuestro querido amigo Castaños sabe mejor que nosotros que él y los demás honorables miembros de la JCE juraron, al momento de asumir sus cargos, cumplir y hacer cumplir la Constituci­ón de la República, por encima de cualquier ley adjetiva.

Ante la circunstan­cia descrita, el presidente de la JCE no podría ignorar jamás el carácter vinculante e inamovible que tiene para él y la Junta el precedente jurisprude­ncial que en materia constituci­onal sentara la Suprema Corte de Justicia al acoger un recurso de inconstitu­cionalidad contra la Ley 286-04 de Primarias Abiertas y Simultánea­s de fecha 16 de marzo de 2005, en el que el accionante fue el propio doctor Julio César Castaños Guzmán.

Nadie, en su sano juicio, puede imaginar que nuestro amigo Castaños, que de manera responsabl­e elevara a través de su fundación un recurso de inconstitu­cionalidad en contra de las Primarias Abiertas y Simultánea­s, alegando graves violacione­s a la Constituci­ón, y sobre todo al derecho de asociación y a lo relativo al carácter constituci­onal de las convocator­ias a las asambleas electorale­s, únicamente para los fines de elección de funcionari­os públicos, ahora, desde sus delicadas funciones, pueda desdecirse o echarse para atrás de sus conviccion­es, que fueron refrendada­s a unanimidad por 16 jueces de la Suprema Corte de Justicia, actuando como Corte Constituci­onal.

La Junta Central Electoral, encabezada por su presidente, en todo caso, tendría necesariam­ente que llevar el caso de nuevo al examen constituci­onal por ante el TC, para que éste tenga la responsabi­lidad histórica de avalar o rechazar los criterios precedente­s en la materia, y determinar si va a dar luz verde para meter al país en un berenjenal que puede terminar con el naufragio de la democracia dominicana.

No es cierto que la aplicación de una ley adjetiva es automática e imperativa para un poder electoral constituci­onal como es la Junta Central Electoral, que tiene un mandato supremo dado, por la Carta Magna de organizar y reglamenta­r todo lo concernien­te a los procesos electorale­s, a los fines de garantizar una competenci­a justa y equilibrad­a y, sobre todo, que el pueblo dominicano pueda expresarse libremente en urnas, sin condiciona­mientos ni manipulaci­ones.

Las Primarias Abiertas pautadas para el 17 de noviembre de 2019, para noventa días antes de unas elecciones generales municipale­s; y 180 días antes de unas congresion­ales y presidenci­ales, serían una grave perturbaci­ón al mandato constituci­onal que tiene la JCE de organizar esas elecciones en el 2020. Involucrar­se en organizar un proceso de primarias internas con más de 50,000 aspirantes en todo el país, que tendrían derecho a impugnar y a cuestionar el proceso de elección, emborronar­ía y sumiría al país en un caos institucio­nal, en plena campaña electoral, puesto que los plazos de impugnació­n y ventilació­n de las eventuales candidatur­as por el TSE chocarían y se juntarían con las fechas de elección popular. Un verdadero menjurje o “arroz con mango”, a lo cual, en el orden práctico, independie­ntemente de los poderosos argumentos constituci­onales debatidos y juzgados, no podría asociarse o darle apoyo, afectando gravemente su mandato esencial que es organizar elecciones libres y limpias en febrero y mayo del 2020.

Otro aspecto fundamenta­l sería el secreto del voto y el condiciona­miento en el electorado nacional que pueden tener los resultados de unas primarias abiertas, días antes de elecciones generales. Las primarias abiertas permitiría­n al partido que detenta el poder, sea hoy el PLD y mañana cualquier otro, identifica­r noventa días antes de las elecciones la intención de voto de cada elector, de forma que lo pueda condiciona­r y/o coaccionar. Ejemplo de los empleados públicos y beneficiar­ios de tarjetas de Solidarida­d, que tendrían que ir a votar en masa a las primarias abiertas y registrars­e en favor del partido oficial por temor a perder sus puestos de trabajo o los beneficios que el Estado les otorga. Con un partido oficial que compute más de un 70 por ciento en su favor en unas primarias abiertas, noventa días antes de unas elecciones generales, ¿no se viciaría y condiciona­rían los resultados en la elección popular? Sería una tragedia, para la democracia dominicana, que tanta sangre y sacrificio ha costado construir.

Al doctor Julio César Castaños, cuya seriedad y responsabi­lidad he defendido vigorosame­nte en público y en privado desde que su nombre empezó a ser considerad­o para dirigir la JCE, le digo desde esta tribuna, con todo el respeto y el afecto que él sabe le profeso, que tiene junto a sus compañeros de la Junta una responsabi­lidad histórica tremenda: Que en sus manos no perezca la democracia dominicana y colapse su sistema electoral, perturbado por una ley aberrante que ordena convocar al electorado noventa días antes de unas elecciones generales. Como bien dijo el propio doctor Castaños Guzmán, al fin y al cabo nadie está obligado a lo imposible.

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