PELÍCULA URGA EN LA PSICOLOGÍA
Este es otro de los grandes éxitos cinematográficos del gran maestro sueco Igmar Bergman donde se explora la psiquis humana.
Definitivamente existen muy pocos cineastas en el mundo que puedan explorar la psiquis y el alma humana como Ingmar Bergman. Todas sus películas rozan la excelencia de la excelencia, y nos llevan por ese laberinto conductual de lo complicado que es el pensamiento y la conducta humana. Sus obras maestras así lo afirman a través de los años. “El séptimo sello” (1957); “Fresas Salvajes” (1957); “Persona” (1966); “Sonata de Otoño” (1978) y así sucesivamente.
Su narrativa visual es deliberadamente lenta, con un montaje bien estructurado y utiliza mucho los primeros y planos medios, para darle ese realce a la interpretación del actor para que pueda manifestar todo su sentir a través de sus ojos y la expresión de su rostro. La trayectoria que recorren sus personajes, es precisamente, el recorrido sobre el interior de su alma, a su conciencia, para crear un intenso dramatismo que lo lleve a los conflictos internos donde se origina la angustia, el dolor, la pena, donde cada uno de estos personajes, se manifestarán ante nuestras pantallas para producirnos un efecto de iluminación o de sacudida psicológica.
Tal es el caso de la película que analizamos hoy. Se trata de “Gritos y Susurros” (1972), donde se profundiza el carácter y el comportamiento de los seres queridos. Básicamente entre unas hermanas y su criada.
Toda la trama se centra en Agnes (Harriet Andersson) que se encuentra enferma y agonizando producto de un cáncer de útero. Agnes ha sido una mujer sencilla, humilde, y que toda su vida ha vivido en el hogar de sus padres junto con la criada Anna (Kari Sylwan) la cual ha sido su soporte. A raíz del padecimiento de Agnes, llegan a la casa, sus dos hermanas María (Liv Ullmann) y Karin (Ingrid Thulin); quiénes en la infancia las tres hermanas se llevaban muy bien; pero en el transcurrir de sus vidas cada una eligió su camino de acuerdo a las manifestaciones de su Yo interior y del querer ser. Se derrumba ese acercamiento afectivo entre ellas y se reúnen en la postrimería de la muerte de su hermana.
Uno de los críticos que más siguen las producciones de Ingmar Bergman es el señor Jaume Cardona, en su página de cine y psicología, donde recoge un análisis de las características de las personalidades de sus hermanas y de la criada, que vienen a conjugar un universo de pasiones que son el eje central de la película.
A saber de Cardona, dice lo siguiente: “Karin, la hermana mayor, se nos presenta como una mujer fría, insensible y racional. Es también el mundo de la represión. Aparte del blanco inicial con la que Bergman nos la presenta, el negro es su color habitual. En el contexto de esta obra de Bergman podemos ver en ese negro la muerte como muerte emocional y que registramos en la frialdad y la intolerancia al contacto que Karin nos muestra y bajo las cuales se esconde una profunda amargura, la de una muerte en vida que posteriormente en la película se nos presentará en función de la relación que mantiene con Fredrik (Georg Arlin), un hombre reflejo de ella misma. Es un negro al que se opondrá, como veremos, el rojo de María. El asco que siente por él no es más que el que siente por sí misma.
María, es justamente el opuesto de Karin. Seductora y superficial, hipócrita, se pierde en sus propias pasiones mientras se mantiene en una relación con un hombre débil y cobarde. Presa de una aparente emoción que es emocionalidad fingida y sentimiento que no es más que afectado sentimentalismo, bajo su apariencia de dulzura y calidez se esconde una voluntad esencialmente perturbadora y, en ocasiones, destructiva.
Anna, es la sirvienta de la casa que ha devenido, además, en cuidadora de Agnes. Ambas se profesan mucho cariño y ternura. Una escena al principio de la película nos muestra que Anna perdió a su pequeña hija. Aunque es el personaje que desprende más ternura y calidez, amable y buena, una imagen posterior nos resulta cuanto menos curiosa. Ante una Agnes presa de profundos dolores, Anna al atenderla, se desabrocha el camisón y apoya la cabeza de Agnes sobre él. Toda la escena parecen los cuidados que depara una madre a una hija enferma”. (Aquí se nos muestra la escena haciendo alusión a la Piedad de Miguel Ángel.)
Como habrán notado, la mesa está servida para las confrontaciones entre cada una de sus hermanas como también lo manifiesta Albert Graells en su página, donde “tenemos a Agnes, Karin y María. Con estos personajes Bergman nos muestra un claro ejemplo de la teoría conductual freudiana del Ellos, el Yo y el Súper Yo. Mientras que María representa la irracionalidad del placer, y Karin encarna la adaptabilidad desquiciante, Agnes es la viva imagen de la racionalidad apacible. Cuando desaparece el Súper Yo, la racionalidad apacible. Tanto el Ellos como el Yo se rompen, pues era el Súper Yo lo que mantenía unidas ambas partes. En “Gritos y susurros” el presente es lo real, porque no es un presente positivo. Vemos como para las hermanas el presente se desmorona, se cae, se acaba, como una cuenta atrás que, irremediablemente se va acortando a medida que suena fríamente el reloj que Bergman nos muestra nada más empezar la película. Bergman nos muestra el reloj al principio, porque ese reloj es de una importancia abismal, es el reloj que mantiene a las hermanas en el presente de lo real”.
Como habrán notado, es un laberinto de emociones confrontadas que ni la inminente muerte de Agnes calmará lo conflictivo que ha sido para ella, ante el comportamiento de sus hermanas que pudieron haber sido, vivir en una vida de concordia y de paz. Ella desesperada por cruzar el umbral de la muerte, queda bajo los cuidados de su criada en la soledad en la cual ha vivido siempre.
Al final de la muerte de Agnes, las hermanas despiden a la criada Anne; pero le dejan que conserve el diario de Agnes donde queda manifestada toda su pasión y sentimiento escrito en su diario.
Película sumamente compleja y aleccionadora sobre los comportamientos humanos que solo un cineasta como Bergman es capaz de ofrecer a cinéfilos que procuran un cine elevado, a lo más profundo del arte.