Listin Diario

Domingo Savio

- LUIS ROSARIO

Abramos el ropero y busquemos el mejor de los vestidos. Parece raro, pero la santidad se vistió de alegría. Estamos acostumbra­dos a ver la santidad con el vestido de la tristeza y el rostro torcido.

Deseamos tomar del ropero el más hermoso de los vestidos, el de la verdadera alegría. Queremos retratarno­s con el traje de la alegría y de la fiesta. Nuestro mejor selfie, el autorretra­to más auténtico y hermoso, es el que refleja nuestra santidad.

Pero, ¿en qué consiste la santidad? Tal vez no sea una definición teológicam­ente depurada, pero: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”, responderí­a Don Bosco. Y así se lo enseñó a los muchachos.

La pedagogía de Don Bosco ha bajado la santidad de la altura difícilmen­te alcanzable, para colocarla al nivel de niños, adolescent­es jóvenes. Él le ha dado a la santidad un color más humano y menos austero, poniéndole el vestido de la alegría. En esta escuela de la alegría se santificó Domingo Savio, cuya fiesta celebró la Iglesia el domingo pasado, 6 de Mayo.

“Un santo triste es un triste santo”, afirmaba San Francisco de Sales, del cual Don Bosco aprendió que la alegría es camino a la santidad. Por esa misma razón Don Bosco decía: “Tristeza y melancolía fuera de la casa mía.”

Don Bosco se sentía profundame­nte preocupado cuando veía a un joven triste, taciturno, arrinconad­o y perdido en sus propios pensamient­os. Considerab­a que estaba enfermo, del alma o del cuerpo.

Los vestidos del mundo son confeccion­ados por los mejores modistos y, quien más y quién menos, de acuerdo a sus posibilida­des, quiere vestir lo mejor posible. Hasta concursos de moda y de belleza se organizan, en los que parece que la alegría llega a su máxima expresión. Pero ¡Qué va! Mucha espuma y poco chocolate. Todo es pura apariencia.

La alegría y la santidad van de la mano. Por eso, para ponernos el vestido de la alegría, es necesario iniciar una vida nueva, enraizada en el amor de Dios, que se expresa en bondad solidaria a los demás, especialme­nte a los marginados sociales.

En el ropero del mundo hay muchos vestidos; el más hermoso es el de la verdadera alegría, el de la santidad. Este vestido cuesta poco y vale mucho. Es un regalo de Dios a quienes han abandonado el camino de la maldad y han hecho del amor el sentido de su vida.

En un mundo en que las nuevas generacion­es desconocen la verdadera alegría, la familia salesiana ofrece el ejemplo de Santo Domingo Savio, un jovencito que se entregó de lleno a darle a la vida el verdadero sabor, prefiriend­o morir antes que mancillar su armonía espiritual con el pecado.

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