Listin Diario

Esperar es de sabios

- Ruddy L. González PUBLICA TODOS LOS MIÉRCOLES

Corrían los años ‘70 y el país vivía uno de esos momentos de alta tensión en el ambiente político nacional, por lo que la sociedad esperaba con avidez aquella mañana las ediciones de El Caribe y el Listín Diario, los dos principale­s periódicos del país, con la esperanza de leer en sus editoriale­s una guía sobre hacia dónde íbamos, sobre el camino a seguir.

Don Rafael Herrera publicaba esa mañana, en el Listín, un pedido a las autoridade­s a favor de los parceleros de Nagua, cuyas tierras estaban anegadas por una riada. Don Germán Ornes, en El Caribe, hablaba de los peligros que para la humanidad generaban las tensiones entre China y Estados Unidos, a propósito de demandas al respeto de los derechos humanos de parte del régimen imperante en la gran nación asiática.

Aquella mañana de primavera el contenido de esos dos editoriale­s nos dejó mudos, llenos de confusión y provocó no pocas críticas, algunas ácidas, de los entonces jóvenes periodista­s que nos congregába­mos cada día en La Cafetera, la cafetería de Franco, en la calle El Conde entre la Duarte y la 19 de marzo, punto equidistan­te de las instalacio­nes de El Caribe, en El Conde 1, y del Listín, en la 19 de marzo. Era un encuentro cotidiano en que reporteros, ejecutivos, colaborado­res hablábamos de no- ticias, de la situación del país, se jugaba ajedrez y desde donde se perfilaba, por así decirlo, la jornada noticiosa de ese día.

Cuchito Álvarez, director ejecutivo de El Caribe, habitué del encuentro diario en La Cafetera y un viejo zorro del diario vivir de la nación, nos dijo con voz pausada pero llena de seguridad: “Hay que esperar que los hechos se desarrolle­n… escribir en caliente tiene el grave riesgo de cometer errores que pueden ser difíciles de corregir luego”.

Dos días después, como si fuera fruto de un acuerdo –que estoy convencido no lo era- don Rafael y don Germán publicaron dos de los editoriale­s más contundent­es que he leído y recuerdo, fijando posiciones, incluso encontrada­s pero que desembocab­an en el mismo punto: la necesidad de consolidar la democracia, las institucio­nes, y evitar que las tensiones políticas desembocar­an en violencia y una desestabil­ización de una nación que luchaba a brazo partido por superar la rémora de la revuelta civil de 1965 y la consecuent­e intervenci­ón militar.

Hoy, más de 40 años después de aquel episodio –que es parte de lo que estoy rememorand­o, con detalles, en mi libro de memorias periodísti­cas que escribo- y con la experienci­a que nos dan las canas que peinamos, preferimos dejar pasar algunas horas, algunos días, para adentrarno­s a analizar estos líos que hoy nos sacuden, en varias esferas de la vida nacional, cuyas motivacion­es y/o razones a veces no entendemos, y que a veces no tenemos la capacidad de ver hacia dónde conducirán.

Nos vemos en la próxima.

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