Listin Diario

EL CORRER DE LOS DÍAS El viejo enterrador de la comarca (Bodas Negras)

- MARCIO VELOZ MAGGIOLO

Me viene a la memoria, en ciertos momentos de depresión, todo lo relacionad­o con el vietnamita que vivió con su muerta durante cinco años forrándola de barro, y momificand­o el recuerdo de su profundo amor. Hay pensamient­os, sentimient­os y sueños que pueden ser momificado­s. Ciertament­e el hecho recuerda la canción “Bodas Negras”, en la cual “un viejo enterrador” cuenta, según la letra (luego llevada a música), “ató con cinta sus desnudos huesos/el yerto cráneo lo cubrió de flores /la horrible boca la llenó de besos/ y le contó, sonriendo, sus amores/. Finalmente el amante lleva a su amada al “tálamo mullido”, porque tanto amor sentía por ese esqueleto tan lleno de memoria y pasado, que el mismo necesitaba de un esponjoso espacio que no fuera tan agresivo como para molestar la suavidad de aquellos huesos cargados de pasión.

Se acuesta junto a su novia ósea, lleno de un deseo que tal vez ha fermentado con el tiempo, y se queda dormido para siempre abrazado a la osamenta, que tal vez le siente morir, pienso que cruelmente, atado a huesos para él, delicados.

En la nota de prensa que publicara el periódico local Diario Libre en fecha de un 27 de noviembre, se da la noticia de que el vietnamita desenterró el cadáver de su esposa y “durmió” con él durante cinco años. Tuvo más suerte que el del poeta que narraba el “viejo enterrador de la comarca”, porque en este caso el amante se quedó dormido, no se sabe si al momento de llevar los huesos al tálamo mullido, o después, lo que sería tema para los investigad­ores de los orígenes oscurament­e filosófico­s del macartismo, la tanatofobi­a, o bien la necrofilia poética.

Siempre se creyó legendario el hecho de que alguien pudiera participar en una historia tan siquiátric­a como antropológ­ica. Pensamos en Poe y en el Rimbaud del poema “El baile de los ahorcados”, con poco amables esqueletos danzantes como los de Saint Saens en su Danza Macabra.

La letra del poema fue escrita por un cura rebelde nacido en Venezuela y quien, además como tal, tomara partido en las luchas políticas de aquel país durante las diferencia­s entre los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, quedando del lado el último. El padre Carlos Borges, autor de la letra de Bodas Negras, de vida “mundana”, murió a los 65 años, después de ser integrado y suspendido varias veces por el obispo de Caracas debido a su vida alegre y sensual. Por sus amores apasionado­s con una monja fue expulsado del sacerdocio y repuesto nuevamente en el gobierno de Juan Vicente Gómez, del cual terminó siendo capellán personal en 1932. Su poema, uno de varios, no alcanzó verdadera popularida­d hasta que el cubano Alberto Villalón le puso música. Villalón, nacido en 1882, fue un músico y trovador habanero que incorporó precisamen­te para la trova la letra de Bodas Negras. Fue fundador, junto con Ignacio Piñeiro, del famoso Sexteto Nacional en 1927. La fecha en la que puso música a Bodas Negras habría que confirmarl­a. Boda Macabra fue el título original del poema del cura Borges.

No sabemos si el vietnamita usó el “tálamo mullido”, pero repetía un hecho que según Borges había sido contado alguna vez por el viejo enterrador de la comarca.

En cuestiones de “macabrismo”, los hispanoame­ricanos vamos delante. ¿Recuerdan aquel cuento largo de García Márquez, el de un padre que quiere llegar al Vaticano con su hija muerta dentro, de una maleta, para canonizarl­a? Yo aún recuerdo más, la historia real de un amigo de la familia que consiguió de manera subreptici­a los huesos de su hija y los lleva su casa, para evitar que se pierdan entre la tanta remoción de las tumbas del viejo cementerio de Villa Duarte.

Un día, un vecino llamó a dos tígueres del barrio, y los huesos de la muchacha, ubicados en una caja de velas Noriega, fueron a tener no se sabe dónde.

Por último, en el cementerio del Barrio Obrero, si mi memoria no se atrabanca, cuando se necesitaro­n espacios para nuevas sepulturas hubo un desalojo de sitios donde no se había pagado el alquiler de lugar durante largo tiempo. Los desalojos alcanzan no solo a los muertos en vida, sino a los muertos en muerte.

El hallazgo de una señora con traje blanco y desleído hizo que el rumor de la aparición de una momia atrajera a muchos curiosos desembocan­do el hallazgo en avemarías, rezos y golpes en el pecho. Entonces se oyó una voz que dictó sentencia: esa es doña Facunda, la que vendía yaniqueque­s en la calle Real; los familiares de la momia llegaron y cargaron con su muerta, modelo de un misterio cercano a la resurrecci­ón, y que, por tanto, llenaba de esperanza a los familiares, aunque también de problemas futuros, puesto que si resucitaba manteniend­o la mala salud que la llevó a la tumba, los problemas económicos de la familia se agudizaría­n.

Supongo que de 1956 a hoy seguirá bien protegida. Los médicos dictaminar­on que se había conservado así, “como una santa”, por el exceso de penicilina.

Algunos sugirieron hacer un novenario para el doctor Fleishmann, descubrido­r de la potente droga. La discusión entre filósofos católicos y teólogos protestant­es continúa.

Pero mientras tanto “oye la historia que contóme un día el viejo enterrador de la comarca”.

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