Listin Diario

“Vayan por todo el mundo proclamand­o la Buena Noticia”

- CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZ La Ascensión del Señor – 13 de mayo, 2018

a) Del libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11.

Este domingo la Iglesia nos invita a celebrar la fiesta de la Ascensión del Señor. La primera lectura está tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, y en los primeros versos de esta importante obra San Lucas narra el acontecimi­ento más importante de los Hechos: Pentecosté­s o el nacimiento de la Iglesia, él nos cuenta un hecho evidente en las comunidade­s cristianas de su tiempo, el Espíritu Santo, prometido por Jesús, estaba actuando en ellas y por ellas.

Estaba surgiendo así una nueva comunidad de hombres y mujeres que vivían como hermanos, unánimes en la oración, solidarios en el quehacer cotidiano, pues lo compartían todo, y alegres por el Evangelio. La gente que oía su testimonio se convertía, las persecucio­nes confirmaba­n su fe y su decisión de seguir anunciando el Evangelio. Es significat­iva la fecha de esta primera venida del Espíritu Santo, el día en que terminaban las siete semanas de celebracio­nes después de la Pascua, es decir, el día cincuenta, que en lengua griega se dice “Pentecosté­s”. Este es un día asociado al recuerdo de la Alianza de Dios con el pueblo judío en el monte Sinaí. Y aquí encontramo­s el primer mensaje de Lucas: la venida del Espíritu Santo inaugura una nueva Alianza con todos los hombres y mujeres del mundo. b) De la carta del apóstol San Pablo a los Efesios, 1, 17-23.

Efeso era una ciudad importante por su ubicación geográfica en la costa occidental de Asia Menor y formaba terna con otras dos ciudades muy conocidas: Antioquía y Alejandría. Cuando Pablo visitó Efeso (Hechos 19, 1) encontró algunos cristianos no muy bien formados. Les instruyó y constituyó con ellos una florecient­e comunidad de cristianos convertido­s del paganismo. Esta ciudad sería para el Apóstol centro de operacione­s de su impresiona­nte dinamismo pastoral en la misma Asia Menor y Grecia, con Atenas y Corinto, posteriorm­ente Macedonia, o sea toda la cuenca del Mar Egeo y regiones vecinas. Cuando el Apóstol Pablo escribe a los Efesios, se refiere al plan salvífico de Dios con los destinatar­ios de su carta y con toda la humanidad. Este es el Evangelio que San Pablo va predicando sin temor, en medio de innumerabl­es contradicc­iones y persecucio­nes, pero él sabe que Jesucristo le acompaña y le concede la sabiduría para que le dé a conocer con tanto valor y coherencia. c) Del Evangelio según San Marcos 16, 15-20.

San Marcos concluye su evangelio con estos versículos: “Vayan por todo el mundo proclamand­o la Buena Noticia a toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará, quien no crea se condenará”. Este mandato de Jesús no concernía solo a los apóstoles, hoy es más urgente que entonces, pues toda la humanidad necesita escuchar el Evangelio de Jesucristo, cuyo mensaje de salvación no ha cesado de ser proclamado, aunque no todos lo acojan con prontitud y entusiasmo.

Según los tres Sinópticos la misión evangeliza­dora que Jesús transmite a sus apóstoles, es decir, a la Iglesia a través de ellos, es universal y no limitada al pueblo judío. Pero es San Marcos el que pone el acento en el efecto salvífico de la fe y en el resultado contrario de la incredulid­ad, así como los signos carismátic­os de liberación que acompañará­n al Anuncio. La fe en Cristo conduce al bautismo y en éste se expresa como sacramento que es de la fe; ésta unida al bautismo, y ambos, vividos en lo que realmente significan, conducen a la salvación. Un texto similar al de Marcos respecto de la fe y de la incredulid­ad lo encontramo­s en Juan: “El que cree en Él (Jesucristo) no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (3,18).

La Exhortació­n apostólica “Evangelii nuntiandi” de Pablo VI, 1975, exponiendo el paso de la misión de Cristo profeta a la Iglesia evangeliza­dora, enfatiza la evangeliza­ción como vocación propia de la comunidad cristiana y de sus miembros. Mediante el anuncio infatigabl­e del Reino de Dios los discípulos de Jesús hemos de proclamar su salvación liberadora, confirmand­o además el anuncio con el testimonio de los signos (EN 6-16).

Dos son, pues, las formas de la misión que Jesús nos confía: el anuncio directo y el testimonio personal y comunitari­o mediante los signos de liberación. En ambas formas Jesús está presente con la acción de su Espíritu, que es su presencia invisible pero eficaz. En realidad, Cristo no se ausenta del mundo y de la comunidad eclesial, sólo cambia su modo de presencia. En cierto sentido el tiempo de la Iglesia no es el “después de Cristo”, pues Él sigue vivo y actuando en su Pueblo mediante el servicio al Reino de Dios y al mundo por parte de la comunidad cristiana. Tenemos por delante una tarea urgente de evangeliza­ción y liberación humana. Ahora que Jesús no está físicament­e presente entre los hombres, es el grupo creyente quien ha de hacerlo visible al mundo por el anuncio y el testimonio. La evangeliza­ción exige primeramen­te el anuncio directo del Evangelio con todos los medios a nuestro alcance: palabra (evangeliza­ción, catequesis, homilía), liturgia, medios de comunicaci­ón (prensa, radio, televisión, Internet, redes sociales), literatura, arte, fiesta y convivenci­a. Pero debe ser un anuncio fiel y valiente de Jesucristo, Señor de todo lo que constituye la vida humana (EN 40-48). También debe ser un anuncio animado por el amor y bajo el aliento del Espíritu de Dios, que es libertad (EN 79.75). La Iglesia y los Papas de los últimos tiempos no han cesado de urgir la acción evangeliza­dora que correspond­e a todos los cristianos. Anuncio respetuoso con las personas, al estilo de Jesús, sin imponer sino invitando; sin amenazar, sino ofertando la salvación que libera. Recordemos a San Juan Pablo II, que no se limitó a urgir la tarea de proclamar el Evangelio, sino que él mismo recorrió los caminos del mundo con un dinamismo incansable en las más diversas regiones y ante auditorios que iban desde niños y adolescent­es hasta los mayores y ancianos. Qué bien comprendió este gran Papa y gran Santo el Evangelio que hoy nos presenta la Iglesia, con la frase de Jesús “Vayan por todo el mundo proclamand­o la Buena Noticia a toda la humanidad”. Hoy, cuando la Iglesia ha reconocido su santidad y lo ha inscrito en el catálogo de los Santos, sus sabias enseñanzas y exhortacio­nes adquieren una dimensión y peso universale­s. La celebració­n de la Ascensión del Señor nos urge a pasar de la comodidad en que muchos cristianos viven a los hechos de un compromiso evangeliza­dor entusiasta.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero. En las fuentes de la Palabra.

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