¿Honrando a Osvaldo Virgil?
Osvaldo Virgil, “El Orégano”, es una gloria deportiva nacional. El país, el gobierno, el pueblo dominicano lo reconoce, lo admira, lo quiere. Se sienten orgulloso de su nacionalidad, de su sencillez, de su bonhomía, su honestidad, su caballerosidad. Su afán de ser útil y servirle a los demás. De su amor a los suyos y a su terruño que lo vio nacer y crecer y formarse en valores y principios morales, como un hombre de bien. Todo homenaje, todo intento de rendirle culto y honores, de perpetuarlo para siempre en la memoria histórica y el corazón de su pueblo como leyenda que es bien merecido y resulta poco.
Osvaldo Virgil, “El Orégano”, tiene el mérito de ser el Sésamo que con su grito “Aquí estoy yo”, abrió la venturosa puerta de las Grandes Ligas donde ha transitado toda una legión de formidables peloteros criollos que desde entonces escriben páginas de gloria con su brillante actuación y grandes hazañas, que ha puesto a la Republica Dominicana en el sitial que se encuentra, considerada como una potencia deportiva mundial, donde una cantera inagotable de jóvenes prospectos son reclutados por buscadores de talentos y una veintena de Academias establecidas en el país que pulen ese material valioso que se da en abundancia como “Plátano Power”.
Por ello y otras virtudes difícil de ponderar sin caer en la exageración, Osvaldo Virgil exaltado como inmortal del deporte por Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano (1984) igualmente reconocido por el Salón de la Fama del Beisbol Latino y por la LIDOM que quiso exaltar su egregia figura al lado de nuestro primer Inmortal de Cooperstown, Juan Marichal, honor que declinó para estar junto a los suyos, sus compueblanos, asentando sus raíces en Montecristi, en un gesto de humildad y solidaridad con su pueblo.
Por su grandeza, no es de extrañar que la Cámara de Diputados pretenda honrar a Osvaldo Virgil poniéndole su nombre al vetusto y legendario Play de La Normal sede de memorables momentos históricos, donde volvió a nacer el béisbol profesional criollo, después de largo letargo (1937 al 1951), cuando la Asociación Nacional de Peloteros Profesionales, encabezada por el Mariscal Enrique Lantigua, organiza una serie entre Rojos y Azules que abre el camino a la LIDOM adquiriendo las franquicias de los tradicionales equipos Licey, Escogido, Estrellas Orientales y Aguilas Cibaeñas.
Ese vetusto estadio deportivo, fue rescatado del olvido, siendo remozado, dotado de luces y de butacas nuevas, mejorada toda su estructura física y reacondicionado su terreno de juego cuando siendo Secretario de Estado de Deportes (1982-1986) fue bautizado justamente mediante Decreto del presidente Salvador Jorge Blanco con el nombre de Enrique “Mariscal” Lantigua, gloria nacional de mil batallas, exaltado a la inmortalidad deportiva por el Pabellón de la Fama (1971),a quien el béisbol le debe entre otros grandes logros su actual expansión, honrado su nombre con la placa colocada a la entrada del estadio de la Normal.
Desde entonces mucho ha llovido y hemos luchado por su restablecimiento testigos el Ministro de Deportes, el Editor Deportivo del Listín Diario, Héctor J. Cruz y su batería de reporteros gráficos por abrirle los ojos a los que no quieren ver la joya deportiva que históricamente representa el viejo Estadio de La Normal, antiguo Liceo Presidente Trujillo, disponiendo en cambio sumas multimillonarias para hermosear de comodidades el palco de prensa del Estadio Quisqueya.
No es de extrañar entonces que los honorables diputados quieran honrar al ilustre ciudadano y deportista Don Osvaldo Virgil, dando su nombre a un estadio que es un desastre total. Lo doloroso es que nuestros legisladores no estudian, no consultan, no investigan, no conocen la historia, y ni siquiera medianamente se han acercado a ese recinto ni a la barriada para conferirle un honor que resulta una doble ofensa y un agravio a su persona. Como bien señala el inmortal del deporte, Juan (Piñao) Ortiz “Sería como ponerle al vertedero Duquesa el nombre del patricio Juan Pablo Duarte”.
Osvaldo Virgil, tiene el mérito de ser el Sésamo que con su grito “Aquí estoy yo”, abrió la venturosa puerta de Grandes Ligas donde ha transitado toda una legión de formidables peloteros criollos