LA RESCISIÓN DEL ACUERDO NUCLEAR Y EL CRÉDITO DE EU
No valió que en un espacio de pocos días el presidente Emmanuel Macron, de Francia, la canciller alemana Angela Merkel, y el ministro de Relaciones Exteriores de Reino Unido, Boris Johnson, visitaran al presidente de los Estados Unidos, cual lobistas impulsores de una causa. No importó, porque Donald Trump ya había tomado su decisión, y a esta había conferido estatus de irrevocabilidad: Estados Unidos abandonaría unilateralmente el “Joint Comprehensive Plan Of Action” ---en español, Plan de Acción Conjunto Integral---, el pacto que popularmente se conoce como “el acuerdo nuclear con Irán”.
Esta decisión estadounidense probablemente generará repercusiones de distintas índoles, aunque por el momento todas ellas se inscriban en un ejercicio de especulación, dado que la decisión es aún muy reciente. Lo que, sin embargo, no requerirá del paso del tiempo para verificar, es lo que esta acción unilateral significará para la estampa y credibilidad de los Estados Unidos ante el mundo.
El acuerdo
Dentro del marco contextual que impone la aspiración a lo posible, y no a lo casi siempre mítico e inalcanzable que constituye lo deseable, en el año 2015 Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania negociaron y alcanzaron un acuerdo con Irán en cuanto a la orientación de la capacidad nuclear de este último. En esencia, lo que este pacto establecía eran los siguientes puntos: que Irán destruiría más del 90% del uranio enriquecido que ya poseían; que a partir de la firma del acuerdo, estos se despojarían de más de 15,000 centrífugas, permaneciendo solo con algunas 5,000, y que enriquecerían su uranio a no más de un 3.7% del isótopo U235 ---para fines médicos se necesita un uranio enriquecido de este isótopo a un 20%, y para armas de destrucción masiva, a un 90%--; y que se definía un calendario y unos protocolos de inspección por parte de la Agencia Internacional de Energía Atómica para verificar el cumplimiento real y efectivo de lo pactado. A cambio de todo esto, los países signatarios se comprometían a flexibilizar el conjunto de sanciones que en efecto, limitaban y restringían la producción, el consumo y el desarrollo de Irán.
Sin que nadie nunca haya disputado lo contrario, ambas partes, es decir, los seis países firmantes e Irán, cumplieron siempre a cabalidad con lo acordado, y como resultado de eso, este último logró, entre otras cosas, el acceso a más de 100 mil millones de dólares en activos congelados en países de occidente, y la posibilidad de volver a vender su abundante petróleo al mundo.
Entonces, si lo convenido por ambas partes en el marco de este instrumento se ha cumplido con precisión ¿Por qué decide el presidente Donald Trump retirar unilateralmente a Estados Unidos de este acuerdo?
Lo deseado no es lo posible
Trump ha insistido en algo en lo que tiene razón: si bien es cierto que Irán ha respetado todo lo consensuado en el marco del JCPOA ---por sus siglas en inglés---, Irán ha continuado desarrollando su capacidad militar, y esto viola el espíritu del acuerdo, que no es más que un intento de conseguir la pacificación permanente de Oriente Medio. Cierto, pero aplicando ese razonamiento, Trump comete el error de tomar una decisión de Estado, de singular importancia, a partir de lo que sería lo ideal, cuando en el mundo real, solo es construible lo posible.
El Presidente estadounidense desea que, a diferencia de lo que establece este acuerdo, Irán simplemente deshaga y desarticule todas sus capacidades nucleares ---incluyendo las de uso civil introducidas al país por el propio Estados Unidos durante el gobierno del último Sha---; que deponga todas sus acciones tendentes a fortalecer y eficientizar sus habilidades defensivas y ofensivas, y que todo esto se convenga en el marco de un instrumento que no tenga fecha de caducidad como el actual. Mas sucintamente, Trump pretende que Irán ceda su derecho soberano a la defensa, a cambio de la promesa de su reinserción al comercio mundial. Esto es pretender desconocer lo que sucede en Oriente Medio, o tener una visión muy sesgada de ello.
Lo que para algunos, especialmente en occidente, son acciones de Irán que desestabilizan la región, para los iraníes son decisiones necesarias para garantizar su posicionamiento regional y la construcción de un metafórico tablero de ajedrez, donde no sea posible perjudicarles con una movida, sin ellos proyectar alternativas de reacción. Estados Unidos respalda con armas, recursos y peso diplomático, a Arabia Saudí y a Israel, precisamente los enemigos más enconados del régimen islamista de Irán, mientras que Irán, movido por un asunto de identidad religiosa ---y de geopolítica, aunque pretendan ocultarlo-respalda movimientos chiítas dentro de Siria, Palestina, Líbano y Yemen que contravienen los intereses regionales de Estados Unidos. Y es que, indistintamente de que el régimen iraní sea ilegítimo para occidente, Irán se encuentra en una posición similar a la que detentó Estados Unidos en los tiempos de la guerra fría: así como durante aquella época los norteamericanos consideraban perjudicial para su hegemonía ideológica y militar, las potenciales alianzas entre los países en su órbita de influencia y los soviéticos, así mismo considera Irán igual de amenazantes, las alianzas y entendimientos que como resultado fortalezcan a países manifiestamente enemigos ---Israel -o de orientación islámica sunita, que es el caso de Arabia Saudita y sus correligionarios.
Lo anterior no pretende cualificar la corrección moral de las pretensiones y los objetivos de los Estados Unidos e Irán respectivamente, sino simplemente establecer que así como el primero tiene intereses que proteger para preservar su hegemonía; el segundo también los tiene para preservar su nación, su orden político y su posicionamiento regional en el siempre convulso Oriente Medio.
Posibles consecuencias de la rescisión
Tal como hemos establecido anteriormente, se hace necesario navegar los mares de la especulación si intentáramos prever las consecuencias de la decisión estadounidense. Sin embargo, es obligatorio referirse, al menos, a dos aspectos que preocupan al mundo: la posibilidad de un aumento considerable de los precios del petróleo, y a la posibilidad de un conflicto armado en la región.
El petróleo iraní, por el momento, podrá seguirse vendiendo a los demás países del acuerdo. En el corto plazo podrían experimentarse alzas, por la especulación que siempre acompaña la incertidumbre, pero lo que esto desataría como reacción, en un mediano plazo, sería que los demás países miembros de la OPEP aumenten sus cuotas de oferta y que los productores de petróleo, a partir de esquistos bituminosos ---shale oil-reanuden sus operaciones, detenidas precisamente por el bajo precio del oro negro. Estas eventualidades traerían como consecuencia una estabilidad en el precio del petróleo, y entendemos que esto sería así aún tomando en consideración lo que sucede en Venezuela ---el país de las reservas más abundantes del planeta--, con su deteriorada infraestructura y sus problemas legales con la ConocoPhillips, que amenazan con disminuir aún más su producción.
Lo único que, especulamos, podría causar un alza significativa no justificada del petróleo, sería una conflagración militar en la región que genere una disrupción en la principal ruta comercial de esta materia prima. Pero, esto tiene muy pocas posibilidades ---pocas, pero no ninguna--- de ocurrir, dado a que Irán conoce las capacidades militares de Israel, su vecino y principal aliado de EEUU en la región, que sí es poseedor de armamento nuclear, aunque nunca lo haya admitido. Sin embargo, tampoco habría incentivo ni aprobación tácita de EEUU para una incursión de tipo militar en Irán, dado a que los persas cuentan con alianzas muy conocidas con Rusia y China que podrían escalar a dimensiones globales un conflicto de esta naturaleza. Y, aparte de esto anterior, Irán sigue con el interés de “portarse bien”, dado a que dos de los tres mercados más importantes del mundo, a saber, China y Europa, siguen abiertos a sostener relaciones comerciales con ellos.
Es posible, de hecho, que luego del retiro unilateral de Estados Unidos de este acuerdo, realmente no suceda nada. Nada, claro está, en el resto del mundo, porque para los propulsores convertidos en aniquiladores del acuerdo, habrá consecuencias muy claras: ¿Reflexionó el presidente Donald Trump, antes de tomar la decisión de irrespetar la continuidad de Estado, y de alejarse de sus aliados históricos, sobre qué haría esta decisión a la credibilidad y a la percepción de estabilidad de sus decisiones? Seamos más concretos y situémonos en estos días: ¿Cree Donald Trump que Kim Jong Un y los norcoreanos se sentirán menos o más confiados en lo acordado, luego de esta decisión en Irán? Me gustaría escuchar su respuesta. Rperezfernandez@gmail.com