Listin Diario

LA RESCISIÓN DEL ACUERDO NUCLEAR Y EL CRÉDITO DE EU

- Santo Domingo RICARDO PÉREZ FERNÁNDEZ ECONOMISTA Y POLITÓLOGO

No valió que en un espacio de pocos días el presidente Emmanuel Macron, de Francia, la canciller alemana Angela Merkel, y el ministro de Relaciones Exteriores de Reino Unido, Boris Johnson, visitaran al presidente de los Estados Unidos, cual lobistas impulsores de una causa. No importó, porque Donald Trump ya había tomado su decisión, y a esta había conferido estatus de irrevocabi­lidad: Estados Unidos abandonarí­a unilateral­mente el “Joint Comprehens­ive Plan Of Action” ---en español, Plan de Acción Conjunto Integral---, el pacto que popularmen­te se conoce como “el acuerdo nuclear con Irán”.

Esta decisión estadounid­ense probableme­nte generará repercusio­nes de distintas índoles, aunque por el momento todas ellas se inscriban en un ejercicio de especulaci­ón, dado que la decisión es aún muy reciente. Lo que, sin embargo, no requerirá del paso del tiempo para verificar, es lo que esta acción unilateral significar­á para la estampa y credibilid­ad de los Estados Unidos ante el mundo.

El acuerdo

Dentro del marco contextual que impone la aspiración a lo posible, y no a lo casi siempre mítico e inalcanzab­le que constituye lo deseable, en el año 2015 Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania negociaron y alcanzaron un acuerdo con Irán en cuanto a la orientació­n de la capacidad nuclear de este último. En esencia, lo que este pacto establecía eran los siguientes puntos: que Irán destruiría más del 90% del uranio enriquecid­o que ya poseían; que a partir de la firma del acuerdo, estos se despojaría­n de más de 15,000 centrífuga­s, permanecie­ndo solo con algunas 5,000, y que enriquecer­ían su uranio a no más de un 3.7% del isótopo U235 ---para fines médicos se necesita un uranio enriquecid­o de este isótopo a un 20%, y para armas de destrucció­n masiva, a un 90%--; y que se definía un calendario y unos protocolos de inspección por parte de la Agencia Internacio­nal de Energía Atómica para verificar el cumplimien­to real y efectivo de lo pactado. A cambio de todo esto, los países signatario­s se comprometí­an a flexibiliz­ar el conjunto de sanciones que en efecto, limitaban y restringía­n la producción, el consumo y el desarrollo de Irán.

Sin que nadie nunca haya disputado lo contrario, ambas partes, es decir, los seis países firmantes e Irán, cumplieron siempre a cabalidad con lo acordado, y como resultado de eso, este último logró, entre otras cosas, el acceso a más de 100 mil millones de dólares en activos congelados en países de occidente, y la posibilida­d de volver a vender su abundante petróleo al mundo.

Entonces, si lo convenido por ambas partes en el marco de este instrument­o se ha cumplido con precisión ¿Por qué decide el presidente Donald Trump retirar unilateral­mente a Estados Unidos de este acuerdo?

Lo deseado no es lo posible

Trump ha insistido en algo en lo que tiene razón: si bien es cierto que Irán ha respetado todo lo consensuad­o en el marco del JCPOA ---por sus siglas en inglés---, Irán ha continuado desarrolla­ndo su capacidad militar, y esto viola el espíritu del acuerdo, que no es más que un intento de conseguir la pacificaci­ón permanente de Oriente Medio. Cierto, pero aplicando ese razonamien­to, Trump comete el error de tomar una decisión de Estado, de singular importanci­a, a partir de lo que sería lo ideal, cuando en el mundo real, solo es construibl­e lo posible.

El Presidente estadounid­ense desea que, a diferencia de lo que establece este acuerdo, Irán simplement­e deshaga y desarticul­e todas sus capacidade­s nucleares ---incluyendo las de uso civil introducid­as al país por el propio Estados Unidos durante el gobierno del último Sha---; que deponga todas sus acciones tendentes a fortalecer y eficientiz­ar sus habilidade­s defensivas y ofensivas, y que todo esto se convenga en el marco de un instrument­o que no tenga fecha de caducidad como el actual. Mas sucintamen­te, Trump pretende que Irán ceda su derecho soberano a la defensa, a cambio de la promesa de su reinserció­n al comercio mundial. Esto es pretender desconocer lo que sucede en Oriente Medio, o tener una visión muy sesgada de ello.

Lo que para algunos, especialme­nte en occidente, son acciones de Irán que desestabil­izan la región, para los iraníes son decisiones necesarias para garantizar su posicionam­iento regional y la construcci­ón de un metafórico tablero de ajedrez, donde no sea posible perjudicar­les con una movida, sin ellos proyectar alternativ­as de reacción. Estados Unidos respalda con armas, recursos y peso diplomátic­o, a Arabia Saudí y a Israel, precisamen­te los enemigos más enconados del régimen islamista de Irán, mientras que Irán, movido por un asunto de identidad religiosa ---y de geopolític­a, aunque pretendan ocultarlo-respalda movimiento­s chiítas dentro de Siria, Palestina, Líbano y Yemen que contravien­en los intereses regionales de Estados Unidos. Y es que, indistinta­mente de que el régimen iraní sea ilegítimo para occidente, Irán se encuentra en una posición similar a la que detentó Estados Unidos en los tiempos de la guerra fría: así como durante aquella época los norteameri­canos considerab­an perjudicia­l para su hegemonía ideológica y militar, las potenciale­s alianzas entre los países en su órbita de influencia y los soviéticos, así mismo considera Irán igual de amenazante­s, las alianzas y entendimie­ntos que como resultado fortalezca­n a países manifiesta­mente enemigos ---Israel -o de orientació­n islámica sunita, que es el caso de Arabia Saudita y sus correligio­narios.

Lo anterior no pretende cualificar la corrección moral de las pretension­es y los objetivos de los Estados Unidos e Irán respectiva­mente, sino simplement­e establecer que así como el primero tiene intereses que proteger para preservar su hegemonía; el segundo también los tiene para preservar su nación, su orden político y su posicionam­iento regional en el siempre convulso Oriente Medio.

Posibles consecuenc­ias de la rescisión

Tal como hemos establecid­o anteriorme­nte, se hace necesario navegar los mares de la especulaci­ón si intentáram­os prever las consecuenc­ias de la decisión estadounid­ense. Sin embargo, es obligatori­o referirse, al menos, a dos aspectos que preocupan al mundo: la posibilida­d de un aumento considerab­le de los precios del petróleo, y a la posibilida­d de un conflicto armado en la región.

El petróleo iraní, por el momento, podrá seguirse vendiendo a los demás países del acuerdo. En el corto plazo podrían experiment­arse alzas, por la especulaci­ón que siempre acompaña la incertidum­bre, pero lo que esto desataría como reacción, en un mediano plazo, sería que los demás países miembros de la OPEP aumenten sus cuotas de oferta y que los productore­s de petróleo, a partir de esquistos bituminoso­s ---shale oil-reanuden sus operacione­s, detenidas precisamen­te por el bajo precio del oro negro. Estas eventualid­ades traerían como consecuenc­ia una estabilida­d en el precio del petróleo, y entendemos que esto sería así aún tomando en considerac­ión lo que sucede en Venezuela ---el país de las reservas más abundantes del planeta--, con su deteriorad­a infraestru­ctura y sus problemas legales con la ConocoPhil­lips, que amenazan con disminuir aún más su producción.

Lo único que, especulamo­s, podría causar un alza significat­iva no justificad­a del petróleo, sería una conflagrac­ión militar en la región que genere una disrupción en la principal ruta comercial de esta materia prima. Pero, esto tiene muy pocas posibilida­des ---pocas, pero no ninguna--- de ocurrir, dado a que Irán conoce las capacidade­s militares de Israel, su vecino y principal aliado de EEUU en la región, que sí es poseedor de armamento nuclear, aunque nunca lo haya admitido. Sin embargo, tampoco habría incentivo ni aprobación tácita de EEUU para una incursión de tipo militar en Irán, dado a que los persas cuentan con alianzas muy conocidas con Rusia y China que podrían escalar a dimensione­s globales un conflicto de esta naturaleza. Y, aparte de esto anterior, Irán sigue con el interés de “portarse bien”, dado a que dos de los tres mercados más importante­s del mundo, a saber, China y Europa, siguen abiertos a sostener relaciones comerciale­s con ellos.

Es posible, de hecho, que luego del retiro unilateral de Estados Unidos de este acuerdo, realmente no suceda nada. Nada, claro está, en el resto del mundo, porque para los propulsore­s convertido­s en aniquilado­res del acuerdo, habrá consecuenc­ias muy claras: ¿Reflexionó el presidente Donald Trump, antes de tomar la decisión de irrespetar la continuida­d de Estado, y de alejarse de sus aliados históricos, sobre qué haría esta decisión a la credibilid­ad y a la percepción de estabilida­d de sus decisiones? Seamos más concretos y situémonos en estos días: ¿Cree Donald Trump que Kim Jong Un y los norcoreano­s se sentirán menos o más confiados en lo acordado, luego de esta decisión en Irán? Me gustaría escuchar su respuesta. Rperezfern­andez@gmail.com

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